Tal como está el patio en Cataluña, los dirigentes de Ciudadanos y Podemos prefieren no decir nada porque tampoco les beneficia. Pero en ambos partidos se quejan de que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez están aprovechando la agudización del conflicto político generado por los independentistas catalanes para reactivar el bipartidismo de cara a las elecciones generales del 20-D.
El hecho de que el presidente invitara a La Moncloa al líder socialista antes de presentar el recurso de inconstitucionalidad contra la proclamación indirecta de independencia que se aprobó en el Parlament de Catalunya –y, significativamente, inmediatamente antes de informar al rey Felipe VI unas horas después− ha hecho pensar a Albert Rivera y Pablo Iglesias, según fuentes de ambos partidos, que, paralelamente a la construcción de un frente −no contra el independentismo sino en defensa en la Constitución y su reforma, según dicen− les hace pensar que PP y PSOE están recomponiendo algo parecido –salvando todas las distancia, que son muchas, especialmente la del uso de la violencia− a lo que fue el Pacto Antiterrorista contra ETA y su entorno. Una idea que elaboró Alfredo Pérez Rubalcaba cuando el PSOE estaba en la oposición y que José Luís Rodríguez Zapatero le ofreció a José María Aznar −quien se la compró− cuando gobernaba.
Lo que se pretendía, recuerdan los socialistas, era dejar claro que, gobernase quien gobernase en España, los terroristas nunca conseguirían sus objetivos separatistas. Algo parecido, en palabras que utilizaba entonces Rubalcaba, a la colocación en la puerta de entrada de los despachos en que se llevaban a cabo las negociaciones secretas de los Gobiernos de turno con los etarras, la famosa frase de Dante Alighieri destinada a los que se adentraban en su Infierno: “Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate”. Lo que suponía decirles a los terroristas que abandonasen toda esperanza separatista.
Se hacía porque el bipartidismo tenía en ese momento la plena vigencia que parece haber perdido, y los dos únicos partidos capaces de gobernar España eran el PP y el PSOE. Y el pacto entre ambos suponía que los etarras no debían hacerse ilusiones sobre la consecución de sus propósitos aunque cambiara el Gobierno tras unas generales.
Rajoy, significativamente, dejó a un lado a Ciudadanos y Podemos en el momento estelar de la presentación del recurso, dando a entender, dicen en esos dos partidos, que gobierne quien gobierne después del 20-D, Madrid rechazará cualquier propuesta o iniciativa de los independentistas catalanes, sea con Artur Mas a la cabeza o con quien le sustituya. Y, al tiempo, dando también por sentado ante los electores que sólo hay dos partidos que pueden formar Gobierno, aunque no tengan mayorías suficientes: el PP y el PSOE.
El Ejecutivo tenía preparada la respuesta a la posible protesta de Rivera e Iglesias diciendo que el presidente había llamado a la principal fuerza parlamentaria de la oposición en estos momentos. Y que ni Ciudadanos ni Podemos tienen diputados en el Congreso. Pero no tuvo que darla porque no hizo falta. Los dos partidos emergentes pensaron que no les convenía entrar en esa polémica porque podría volverse en su contra. Es decir, que se les acusara a ellos de actuar por interés partidista electoral sacando su protesta a colación en un momento tan difícil para la democracia española.
Rivera e Iglesias lo han dejado correr. Aunque saben que los réditos que esa jugada puede darle al bipartidismo, porque deja en el inconsciente colectivo la imagen de que sólo Rajoy o Sánchez tienen posibilidades de presidir el futuro gobierno de España, consideran que es mejor no meneallo y esperar a que los acontecimientos, con su acelerada capacidad de fagocitarlo todo, sobre todo en campaña electoral, hagan olvidar ese punto. Y permitan ver que, vayan o no vayan ahora a La Moncloa, tienen la posibilidad de ser ellos quienes ocupen –o decidan− el inquilinato del palacio presidencial.