Comparto un taxi con Alejo Vidal-Quadras para ir a los estudios de Onda Cero, a entrar en el Gabinete de Julia Otero. Por el camino hablamos un poco de todo. Por ejemplo del dominio alemán de la Eurocámara, que en determinados momentos se acerca a ser absoluto. O lo pretende. Vidal-Quadras, que vicepresidió esa institución durante años, tiene muchas anécdotas que contar. Ahí va una que no tiene desperdicio.
Hallábase la Eurocámara enfrascada, entre otros asuntos, en la posible comparecencia inminente de una representante de la disidencia iraní. Ya saben, una representante de aquellos que se enfrentan contra ese régimen que lapida a las adúlteras y despeña a los homosexuales, entre otras lindezas, pero con el que todo Occidente quiere estar a bien, sobre todo después de haberle dado la llave de la estabilidad en Oriente Medio tras el fiasco de Irak y no haber sabido volvérsela a quitar. Si a Israel la borran del mapa, qué disgusto, qué se le va a hacer…¿a lo mejor el pueblo judío podría pegar un nuevo y ágil saltito de la rana sionista y emigrar, no sé, a Crimea?
Humor negro aparte, la diferencia sustancial entre la realpolitik y la otra es que una se hace y la otra no se dice.
Pero estábamos en la Eurocámara. Y alguien se las había arreglado para organizar la comparecencia de esta señora representante de la oposición iraní. Y en estas van y se encuentran en el mingitorio del Parlamento todo un alemanazo, Elmar Brok, y todo un británico, Struan Stevenson, ambos ilustremente vinculados, por razón de sus cargos del momento, con la anunciada comparecencia que nos ocupa.
Se ponen el alemán y el inglés a orinar. Cerca pero no del todo al lado: hay otro eurodiputado que orina en medio de los dos. Lo cual no les impide mantener la siguiente conversación. Es en inglés pero sospecho que lo esencial lo va a pillar todo el mundo.
BROK: You must not allow this woman (por la disidente iraní) to talk
STEVENSON: Why not?
BROK: Because Angela Merkel does not want to.
STEVENSON: I do not take orders from Angela Merkel…
BROK: I do!
En el momento de decir “I do!”, el alemanote se vuelve hacia el británico con vehemencia. Con vehemencia y con el miembro en la mano… todavía en plena micción. Regando al desdichado eurodiputado que calladamente orinaba entre los dos como si de una maceta se tratara.
Las grandezas de la política europea. Y una moraleja indiscutible: cuando Alemania y el Reino Unido desaguan, nunca estés en medio.
La profundidad de su pensamiento, una vez más al descubierto.