Setenta años de paz…¿dónde?

Yo de verdad empiezo a pensar muy seriamente que a esto de Europa le quedan dos telediarios. O uno y medio. En serio. No es que lo diga yo, o Nouriel Roubini, o Stieglitz, o Vladimir Putin…es que el otro día va y pasa esto.

Iba yo camino de Toledo, por razones laborales, en un coche compartido con otros periodistas. Uno de ellos miraba atenta, que digo, atentísimamente, la pantalla de su iPad. Desde el asiento de atrás (él iba delante) me llamó la atención la refulgencia de unas monedas doradas que él observaba a tamaño archinatural. En la pantalla adquirían casi la dimensión de un donut.
Este chico será aficionado a la numismática, pensé. Como tal cosa a mí nunca me ha hecho ni frío ni calor, me dispuse a dejarlo correr.

Hasta que me di cuenta de la inmensa cara de extrañeza con que mi colega escrutaba una evidente moneda de euro, con la cara de Felipe VI encima. “¡Pues aquí pone 70 años de paz!”, exclamó, indignado. Y, por si quedaba alguna remota duda de que esta era su condición, va y añade: “¡Nos ha jodido!”.

¿Setenta años de paz?, me sobresalté yo misma. ¿En serio? Ciertamente la frase me sorprendió y desató reflejos paulovianos en mi mente. Reflejos paulovianos flojitos, porque en el fondo una no vivió la guerra, ni la posguerra ni casi el franquismo… pero hasta ahí llego, sí. Hasta el permanente latiguillo con que los Vencedores de nuestra guerra solían referirse a cada aniversario del desenlace (que no necesariamente fin) de esta. Que si quince años de paz. Que si veinticinco. Que si treinta, etc.

Ciertamente parecía raro que justamente ahora les diese por resucitar aquello en una moneda de euro recién acuñada con la cara del nuevo Rey. Con lo enrolladetes que parecían Felipe y Letizia, con lo distanciados de todo aquello… hasta que de repente se impuso la evidencia. Junto con las matemáticas. Y yo le dije así a mi colega: “Oye, pero si pone 70 años de paz, y estamos a 2015…pues reculando setenta años a donde nos vamos es a 1945…digo yo que esto no se referirá al fin de la guerra española sino de la europea, ¿no? De la Segunda Guerra Mundial, digo”.

Él se quedó primero mudo, después atónito, y su tercera reacción no pudo ser más españolísima. Puso cara de autárquico, del que sólo ha visto la Segunda Guerra Mundial en las películas (eso está no sólo en nuestra edad sino en nuestros genes) y, furioso porque le hubiesen pillado mirándose el ombligo, salió por las siguientes peteneras: “¿Y en 1945 Europa, toda Europa, estaba en paz?”. Nos ha jodido, pensé yo esta vez. Por supuesto que no. Pregúntale si Europa estaba en paz en 1945 a un polaco, a un checo, a un húngaro o, ya puestos, a un ucraniano. Pero a aquellas alturas de la película, cuando Stalin parecía estar todavía en el indiscutido lado bueno oficial de la historia, ¿a quién coño le importaba? La guerra se había acabado porque la habían ganado los nuestros (o más o menos…) y punto.

Moralejas (porque esta vez me salen varias): Europa aquí no se la cree ni dios. No la tenemos en mente para nada. Si nos sale un rey europeísta lo primero que hacemos es tomarle por franquista. Dicho lo cual, tenemos más razón de la que parece en ser así. Por una vez lo celtibérico y lo real como la vida misma coinciden.

Cuando en Rusia ya se maten a cara descubierta como en la época de los zares y los bolcheviques, cuando en Francia gobierne Marine Le Pen mientras aquí la seguimos considerando extrema derecha y cuando la Acrópolis se venga definitivamente abajo, hablamos. De los setenta años de paz y después gloria.