Daniel Cela *
SEVILLA.– A seis días de la cita con las urnas, el debate electoral de este lunes en TVE se convirtió en un durísimo enfrentamiento entre la candidata socialista a la presidencia de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y el líder del PP-A, Juan Manuel Moreno. Ambos jugaron al tenis por encima del aspirante de IU, Antonio Maíllo, que esta vez se quedó ajeno a la contienda, aprovechando sus minutos para hablar a la cámara y lanzar sus propuestas. La guerra dialéctica la quisieron librar en un tú a tú los otros dos candidatos, ignorando casi todas las interpelaciones del líder de IU. El debate en la recta final de la campaña suponía un riesgo para los tres aspirantes, teniendo en cuenta que los sondeos hablan de un 41% de indecisos que aún pueden determinar el color del próximo gobierno.
El cara a cara entre Díaz y Moreno, con Maíllo como espectador, se tornó a ratos bronco a ratos incómodo para el espectador. Desde el primer minuto, la candidata socialista estuvo tensa y atacante, siguiendo el mismo guión que en el debate anterior de Canal Sur. La lectura más unánime de aquel cara a cara fue que el candidato del PP, con aparente tranquilidad y buen tono, había logrado torcer el renglón de Susana Díaz, la había sacado de quicio, mostrándose ésta nerviosa y a ratos agresiva. Luego la socialista dio una rueda de prensa al finalizar el debate (algo que no hicieron sus oponentes) para volver a lanzar su mensaje, lo cual se interpretó como un intento de ganar lo que había perdido en el plató. Pero ayer Díaz no corrigió su estrategia del primer debate, es más, esta vez estuvo menos propositiva y más incisiva si cabe con su oponente. La socialista interrumpió sistemáticamente al líder del PP, alegando que éste estaba diciendo “mentiras” sobre Andalucía. “Puede decir lo que quiera de mí, pero no le voy a permitir que arrastre el nombre de Andalucía. Cuando se trate de atacar a Andalucía, a mí no me va a callar nadie”, dijo varias veces a lo largo del debate. ¿Fue acertada esta estrategia? Depende del espectador y del votante potencial. Habrá quien vea a una persona nerviosa e incómoda que no sabe o no quiere dejar hablar a su oponente, y esta actitud en un candidato a las elecciones le inspire desconfianza o rechazo. Pero también habrá quien vea a un político que ahora mismo ostenta el rango de presidenta de Andalucía, y que no tolera que se viertan dudas o calumnias sobre su tierra, y puede que el votante se identifique con esa actitud aguerrida en defensa de Andalucía.
La tensión era tan asfixiante que incluso Maíllo tuvo que afear su comportamiento a la socialista |
Las constantes interrupciones de Díaz a Moreno se prolongaron durante todo el debate, y la socialista no paraba de acusar a su adversario de “mentir” cada vez que éste ofrecía cifras de paro, de fondos europeos malgastados, de corrupción... “Cada vez que mienta le responderé”, decía Díaz. Y Moreno le replicaba: “Usted falta a la verdad en su turno y yo no le interrumpo por educación”. El candidato popular se veía incapaz de terminar los argumentos que empezaba, y finalmente cuando protestaba, Díaz le animaba a continuar con cierta condescendencia: “Venga, sí, continúe, continúe”. La tensión era tan asfixiante que incluso Maíllo tuvo que afear su comportamiento a la socialista, primero por cortar la intervención de los demás, y luego por “ordenar” que continuasen hablando. “Usted no es la dueña de este debate ni de Andalucía”, le espetó el coordinador regional de IU. La moderadora tuvo que llamar la atención a Susana Díaz varias veces para que respetara el turno de palabra. “Puedo tolerar una interrupción puntual, pero no interrupciones continuamente”, advirtió la periodista María Casado. Peo al no corregir su actitud, la periodista finalmente reprendió a la aspirante del PSOE con un tono más severo. “Le pido que no vuelva a interrumpir, ya no sólo por respeto al debate en sí sino a las personas que nos están siguiendo”.
Hubo tres bloques temáticos, como la otra vez: empleo, corrupción y servicios sociales. La parte más tensa fue aquella en la que afloraron las corruptelas. Moreno llevaba un as en la manga, una propuesta que lanzó como golpe de efecto: propuso a los otros dos candidatos una reforma del Estatuto de autonomía de Andalucía para eliminar el aforamiento que protege ante posibles casos judiciales a todos los políticos. El líder del PP le reprochó a Díaz que, justo antes de disolver el Parlamento, aforase a varios exconsejeros de la Junta investigados por el fraude de los ERE. Maíllo le respondió a Moreno que esa propuesta ya estaba en el programa de IU desde hacía años. “Llega usted tarde”, le espetó. Y la socialista le aclaró que el PSOE, IU y otras formaciones le propusieron a Mariano Rajoy en el Congreso acabar con los aforamientos, y éste se negó. “Ya está bien de que hagan una cosa en Madrid y otra aquí”, le dijo, para rematar: “La honradez me la marcó mi padre cuando me metí en política”.
Susana Díaz volvió a contrastar los “recortes” y las políticas de austeridad de Rajoy con su gobierno, “que blinda los servicios públicos”. Fue desde el principio muy crítica con el presidente del Gobierno, al que acusó de “castigar a Andalucía y poner palos en las ruedas porque no quería que se demostrase que otro camino es posible”. “Rajoy ha marginado y empobrecido a Andalucía”. Moreno le afeó que el PSOE lleva 33 años gobernando esta región y quejándose siempre que hay un Ejecutivo del PP en la Moncloa. “La estoy escuchando, y somos de la misma generación, pero me suena tan antiguo”, para acto seguido dirigirse a los espectadores: “Les invito a que busquen en Google debate, Chaves, Griñán, y verán que dicen exactamente lo mismo”. “Ya no cuela lo del miedo, no damos miedo, lo que da miedo es la parálisis”, remachó.
El líder de IU insistió en que los casos de corrupción en la Junta pertenecen a anteriores ejecutivos del PSOE |
En el último debate, Maíllo se interpuso en este juego de ping-pong, incluso le sacó partido, denunciando a ambos lados a sus adversarios para equipararles y presentarles como lo mismo. Esta vez tuvo aciertos en ese sentido, como cuando aseguró: “Qué poco se aprende pasando toda la vida en el aparato de los partidos, aquí dándose puñaladitas dialécticas y sin proponer nada”. El candidato de IU criticó el “pim, pam, pum” entre PSOE y PP en el último cara a cara, y ahora les afeó el “tiki taka”, acusándoles de criticar la corrupción, pero “llegar a un acuerdo para repartirse los sillones de la Cámara de Cuentas”, órgano que fiscaliza el dinero público. Fue el único momento en el que Díaz atendió a Maíllo y le respondió. “Usted y yo hemos estado hasta hace poco juntos en este tiki taka”, le dijo, para cuestionarle por criticar a un gobierno del que ha formado parte tres años. “Hasta que usted rompió el gobierno”, le recordó Maíllo. El líder de IU insistió en que los casos de corrupción en la Junta pertenecen a anteriores ejecutivos del PSOE, en los que éste tenía mayoría absoluta, y no estaba la coalición de izquierdas “vigilando”. “Son esos gobiernos fuertes con mayoría absoluta que quiere Susana Díaz”, dijo. Esta alusión crispó especialmente a la socialista, que se enzarzó en un pulso con su exsocio: “No le voy a permitir que ponga en cuestión mi honestidad, mi honor y mi decencia”, le dijo. “Usted no tiene palabra. Y tiene cargo de conciencia”, respondió Maíllo. “Y usted es un resentido. Que sea la última vez que cuestiona mi honestidad. Nos ve gente de toda España y no voy a permitir que arrastren el nombre de Andalucía por el barro”, repitió, y luego recordó que también ha habido casos de corrupción en Valencia, Madrid, Cataluña y Baleares, regiones gobernadas por el PP. “Arrastrar Andalucía por el suelo es robarle a los andaluces 3.000 millones de euros”, le contestó el candidato popular. Maíllo aprovechó para criticar las puertas giratorias en la administración, y habló del expresidente José María Aznar, que luego fichó por Endesa, o por Felipe González, en Gas Natural. “Yo prefiero el ejemplo de Pepe Múgica, expresidente de Uruguay, o de Julio Anguita, que regresó a dar sus clases a Córdoba, como regresaré yo a mi instituto”, dijo.
Fue un debate donde la personalidad de los candidatos, la estrategia y la telegenia se superpuso a las propuestas. Un debate electoral sin preguntas de periodistas no es un vehículo apropiado para trasladar ideas ni propuestas ni mensajes políticos. Fue un programa para espectadores convencidos en el que cada cual vio mejor a su favorito que al resto. Y probablemente, el que vio el debate sin favorito, difícilmente se llevó uno consigo. Ahora llega la cuenta atrás hasta el domingo 22 de marzo. Cuatro de cada diez electores está indeciso, y ellos tienen la última palabra.