Lujo y derroche a cuenta de las 'tarjetas negras' de Caja Madrid

La vida era una fiesta para la mayoría de los consejeros y directivos de Caja Madrid y Bankia con tarjetas negras a su disposición. En plena crisis financiera y económica, el expresidente de la entidad, Miguel Blesa, disfrutaba de estupendos viajes, safaris y cacerías con cargo a la tarjeta black de la entidad. Su sucesor, Rodrigo Rato, no escatimaba en restaurantes de lujo, hoteles, discotescas. En bebidas alcohólicas se gastó 3.547 euros de una tacada y en discotecas y salas de fiesta tiene anotados 2.000 euros. Con la tarjeta negra enviaba rosas, pagaba al peluquero, se regalaba viajes, hoteles y balnearios. También conciertos en el Tetaro Real. En el año y medio que estuvo al frente de la entidad (diciembre de 2010 a junio de 2012), Rato hizo cargos por valor de 54.837 euros en negro. En mayo de 2012 sacó del cajero mil euros en días sucsivos. Tanto él como Blesa y el que fuera secretario general de la entidad, Ildefonso Sánchez Barcoj, tendrán que explicarse ante el juez la próxima semana.

Lo primero que llama la atención de los listados del gasto [tabla con los datos de cada uno] es que los 86 consejeros y directivos de Caja Madrid cargaban a las tarjetas en negro de las que fueron dotados por Blesa en 2003 es que la crisis financiera y económica de 2008 no les afectó. Si los primeros pesebristas, tales como el periodista y concejal del PP Ignacio del Río, la utilizaban para frecuentar restaurantes de lujo, pagar hoteles y viajes de placer en 2003 y 2004 –el mencionado personaje gastó 21.029 euros--, o el que fuera alcalde de Alcobendas por el PSOE, José Caballero, ya incluía en 2003 la compra con cargo a la tarjeta –gastó 19.790 euros--, sus sucesores hicieron lo propio y añadieron toda clase de gastos en lujos y cuchipandas sin reparar en la creciente situación de desempleo y estrechez de los asalariados bajos y medios.

Del análisis del gasto opaco para Hacienda, que conocía bien la situación, habida cuenta de que el ingeniero y autor de las normas fiscales que facilitaban el coladero fue Estanislao Rodríguez Ponga, hijo de un síndico franquista de la Bolsa de Madrid y secretario de Estado de Hacienda con Rodrigo Rato y Cristóbal Montoro (se lucró con 255.400 euros de la tarjeta negra en Caja Madrid), también se desprende la lectura de que mientras la mayoría de los representantes de los sindicatos UGT y CCOO se gastaban la pasta en restaurantes de lujo y compras en los supermercados, los de derechas, que eran mayoría, añadían gustos más sofisticados como las joyas, los ramos de rosas, las prendas de Loewe y los clubs de golf.

Mientras desde la dirección de la entidad engañaban y estafaban a los ahorradores con la colocación de las participaciones preferentes –un producto financiero que el propio Luis de Guindos contribuyó a introducir como directivo de Leheman Brothers--, los consejeros y miembros de la comisión de control se preocupaban de que el marisco fuera fresco en La Trainera, Sanxenxo y otros restaurantes capitalinos. Sin reparar en el aumento de los desahucios de las familias que no podían hacer frente a sus hipotecas, gastaban en hoteles de lujo y realizaban viajes intercontinentales o se desplazaban a esquiar a los clubs alpinos que más les gustaban.

Solo en muy contados casos figuran libros en los cargos a las tarjetas negras. El gasto más relevante corresponde a Ignacio Varela, un asesor de La Moncloa en la época de José Luis Rodríguez Zapatero de jefe de gobierno. Este personaje gastó 35.722 euros como consjero en 2005 y 2006 –antes de recalar en Moncloa-- y las librerías, hoteles y alquiler de coches eran sus principales imputaciones. Después pasó a prestar servicios como asesor intelectual de Alfredo Pérez Rubalcaba y Elena Valenciano en la sede socialista de Ferraz.

La consulta de los listados en manos del juez Fernando Andreu permite realizar otras lecturas sobre las aficiones y excesos de los concernidos. Con independencia de su color político, esos parasitarios de la entidad rescatada con el dinero de todos los españoles, se significaron por la absoluta falta de decencia, honradez y sensibilidad social. Lo cual no quiere decir que muchos periodistas no se dejaran invitar a almorzar sin saber que la generosidad no era tal y el dispendioso disparaba con pólvora del rey, es decir, con cargo al común.