Ébola…

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Acceso a Urgencias del hospital Hospital Sant Joan de Alicante, donde un hombre ingresó con síntomas de poder estar afectado por el virus ébola. / Manuel Lorenzo (Efe)
Acceso a Urgencias del hospital Hospital Sant Joan de Alicante, donde un hombre ingresó con síntomas de poder estar afectado por el virus ébola. / Manuel Lorenzo (Efe)

La histeria del Ébola me pilla en Altea, provincia de Alicante, donde precisamente, durante un rato, cunde la alarma de que se les ha colado un nigeriano infectado con el virus de moda. Luego el rumor pasa pero el mosqueo queda. Yo me preocupo y no me preocupo… hasta el punto de considerar prohibir a mi hija de 8 años bañarse en el mar. La cosa es tan simple como que no me fío un pelo de la Sanidad Pública española, la que llevo toda una vida financiando con el sudor de mi frente y mis muchos impuestos.

Luego la gente se pregunta por qué Barack Obama fracasó (y antes que él, la mucho mejor Hillary Clinton) en el loco empeño de reformar la Sanidad en su país. Nos ha fornicado; como que si aquí mismo, aquí al lado, hubiera que introducir el tema partiendo de cero, explicándole a la gente que la van a despojar de una parte sustancial de sus ganancias para financiar un sistema público de salud que lo mismo cubre al que aporta que al que no, y que encima te dan hecho y decidido el médico al que tienes que ir (el lujo de elegir se paga, y se paga dos veces, porque pagar una Sanidad privada no te exime de sufragar la pública)… pues a ver si la gente tragaba a la primera y de buen grado, o se amotinaba y votaba a Podemos (por si no se ha notado, esto es irónico...).

Recuerdo la vez que, después de años y años y años (y años) de cotizar a la Seguridad Social, y de no ponerme nunca enferma, me dio por romperme un tobillo en Bilbao. Me llevan unos amigos al hospital. Me examinan. Me escayolan hasta la rodilla, me dan el alta y me recalcan: sobre todo, ni se le ocurra poner el pie en el suelo, tiene que andar con muletas y tal y tal. Y yo, obediente: vengan esas muletas. Y el médico bilbaíno, echándole valor: es que aquí no tenemos. Y yo, silbando por lo bajo la banda sonora de El Padrino: vengan esas muletas y me pasa la factura. Y él: no, es que ni por esas, es que no tenemos…muletas. Ni gratis ni de pago. Simplemente no hay.

Ahí me asomé yo por primera vez a la miseria fundamental del sistema, la misma que con cierta estridencia denunció una vez en los Premios Goya la actriz Candela Peña y la pusieron a caldo, pero es que ese mismo verano mi señora hermana, para nada sospechosa de trotskismo, para entendernos, había estado ingresada en un hospital público catalán donde si quería beber agua entre comidas la tenía que pagar (e ir a la máquina a por ella) y donde insistentemente se la animaba a traerse el pijama y hasta las toallas desde casa…

En resumen, que pagas y pagas y pagas, pensándote que contribuyes a algo, y en realidad y a la hora de la verdad da la impresión de que tus impuestos lo que pavimentan es un pozo sin fondo. O directamente el infierno.

Como para fiarme de que esto del Ébola lo tienen controlado…

4 Comments
  1. Ras says

    Un artículo escrito desde las vísceras que, en mi opinión, encajaría mejor en el diario personal del autor que en un periódico.

  2. la novata says

    me gustaría que la redactora del artículo me dijera cuanto es eso que pagas y pagas y pagas, para tener un sistema público de sanidad que, hasta hace pocos años, era maravilloso, y ahora gracias a los médicos y enfermeros sigue siendo bueno. Me gustaría preguntarle si sabe usted cuando vale un tratamiento oncológico, las pruebas, medicamentos, quimio, radio, etc.
    Quizá un trabajador normal, con una vida activa de 35 años no paga a la Seguridad Social (que también te cubre las bajas por accidente o enfermedad y te da una pensión cuando te jubilas) en toda la vida para costearse ese tratamiento oncológico. Pero claro, seguro que a la autora le parece mejor la sanidad privada. Pues a mí sus dos ridículos ejemplos no me convencen, sobre todo porque el segundo viene después de unos tremendos años de latrocinio a las arcas públicas y de una gestión nefasta, que permite que Jordi Pujol siga teniendo coche, personal a su servicio, oficina y sueldo mientras se recortan camas de hospital. No cuela lo que me dice, señora. Me parece vergonzoso que se meta con esa simpleza con la sanidad pública.

  3. nonin says

    El ebola es como la crisis de la gripe aviar, al final ganaran las farmaceuticas http://www.sintomasebola.com

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