Leí con inmenso interés un artículo de Javier Marías en El País que se titula La baraja rota. Viene a decir, y muy bien dicho además, porque Marías piensa fino y escribe finísimo, que no conviene olvidarse de que la gobernabilidad y la sociedad misma tienen por base un contrato mediante el cual el individuo cede al Estado una serie de prerrogativas (renunciando por ejemplo a ejercer privadamente la violencia, a tomarse la justicia por su mano o a quedarse todo el dinero que gana, sin repartirlo con nadie) a cambio de que el Estado garantice los mínimos del bien común, tales como la educación, la sanidad, etc.
Reflexiona a continuación Marías sobre la que está cayendo y llega a una conclusión tan inquietante como lógica: ya que el PP, según él, se está cargando no ya el Estado del bienestar sino el contrato social mismo, la médula del acuerdo en virtud del cual el individuo se deja torear por el sistema, ¿qué pasa si se nos ocurre romper la baraja? ¿Por qué tenemos que seguir respetando la autoridad de un Estado que incumple todo, acatando sus leyes, pagando sus impuestos, etc? ¿Cuándo y cómo pondremos fin a ese timo que si lo cometiera cualquier ciudadano particular acabaría en la cárcel? A Bernard Madoff le condenaron a cadena perpetua en la práctica por mucho menos de lo que nuestros queridos gobernantes se disponen a hacer el día menos pensado: dejar de pagar las pensiones a gente que cotizó durante décadas para eso. Y hala, a reclamar al río.
Es imposible ser medianamente inteligente y no estar de acuerdo con Javier Marías, en esto y en muchas otras cosas. Pero en esto en concreto, yo enarbolaría un único matiz. Y es que sinceramente no tengo tan claro que la responsabilidad de este fraude de ley y de sistema resida únicamente en el PP. No me parece un mal endémico de la derecha, como la izquierda biempensante y mejor apoltronada tiende agradablemente a pensar. Yo creo que aquí el último en apagar la luz será el más marica (en el sentido que son maricas los políticos, no los homosexuales), pero no necesariamente el único culpable.
Yo casi diría que lo de la izquierda es hasta peor, mucho peor, porque a ver: se supone que en los países serios, con una derecha seria, el trabajo de la tal derecha es predicar que cuanto menos gobierno y menos Estado, mejor. Con lo cual entraría en la lógica de su pensamiento desmantelar lo público a marchas forzadas. Ciertamente en este caso se come mal que el desmantelamiento vaya acompañado de feroces subidas de impuestos, cuando el gran gancho de la derecha, su mejor anzuelo, es que haya que pagar menos al Estado. Esa es la idea del Tea Party, ¿recuerdan? No espero nada de la caja común, no pongo nada en ella.
Ocurre que a día de hoy tenemos lo peor de los dos mundos: impuestos de izquierdas y servicios de derechas. Pero seamos serios, el PSOE es por lo menos tan culpable como el PP de haber llegado a este punto. Si no más, insisto, ya que en su condición de socialistas (o eso dicen), les debería haber entrado en el sueldo una defensa no sólo mucho más apasionada, sino también mucho más eficaz, de lo público. Porque el que es de derechas se puede permitir que el Estado quede reducido a un papel de fumar, pero el de izquierdas, nunca. Si no hay educación pública de calidad, los primeros perjudicados son los pobres, no los ricos, que siempre podrán pagarse una universidad privada. Por eso muchos deberían preguntarse si de verdad es tan progre como parece oponerse a que las becas vayan asociadas a una exigencia mínima de excelencia…
Ciertamente este país es un lío, porque luego resulta que los negocios más gordos los hacen los expresidentes de izquierdas, mientras que la derecha a veces representa capas enteras de gente perfectamente atornillada a las ubres de lo funcionarial, que de no ser que están en contra del aborto y del matrimonio gay podrían pasar perfectamente por jacobinos. Con tamaño embrollo, ideológico y de todo tipo, no es raro que hasta el gran Javier Marías incurra en cierta esquizofrenia, tal como no darse cuenta de que su discurso antisistema y antiimpuestos, por mucho que lo quiera apuntar sólo contra el PP con la excusa de que es el que ahora mismo manda, le sitúa más en la línea de Sarah Palin, insisto, que en la de Bakunin. Dar por rota la baraja del Estado como él la da no es anarquía. Es constatar la quiebra, la imposibilidad, ¿la inutilidad?, de lo colectivo, y legitimar, quizás con razón, el sálvese quién pueda.
Conste que no digo nada de esto por justificar a Mariano Rajoy ni a nadie. Cómo no entender que entres en una tabernita a comer y te encuentres un cartel como el que sale en la foto que ilustra este artículo. Pues qué bien. Pero sinceramente me parece que bastante mal está la cosa como para seguir regodeándose en la idea de que existe una izquierda seráfica que nos va a sacar de este lío, cuando más bien ha contribuido, y con qué entusiasmo, a meternos de cabeza en él.
La solución seguramente pasa por tener menos prejuicios y más imaginación. El bien y el mal ya no vienen con fecha de caducidad ni con etiqueta. Todo es mala política y oscuridad. Y en las manos tenemos apenas una pequeña linternita y un gran cabreo.
No estoy del todo de acuerdo con este artículo. Yo creo honestamente que el PP ha utilizado la «doctrina de caos» para privatizarlo todo y desde que llegó hace dos años sólo legisla para ricos y poderosos. Con eso no quiero defender a la izquierda, pero no ha sido la izquierda la que en Madrid intenta privatizar la sanidad (cuándo se ha visto que los médicos pongan procedimientos contra resoluciones de los órganos de gobierno e incluso querellas!) beneficiar a la iglesia en la educación en detrimento de una educación para todos, retirar la tarjeta sanitaria a los parados que se buscan la vida fuera, querer cobrar a los que usan energías limpias, cambiar la ley de costas para seguir manteniendo el ladrillo, reducir las prestaciones de desempleo, desproteger a los trabajadors frente a los empresarios (menos mal que los jueces aún echan atras ERES vergonzosos) imposición de tasas judiciales que sólo benefician a los más ricos y desprotegen a los ciudadanos frente a los desmanes (que son muchos, de la administración). Todas esas cosas y muchas más que se me olvidan lo ha hecho el partido que gobierna ahora y NO SE HABÍA HECHO ANTES NUNCA. Con la mayoría absoluta de la que disponen, poco margen de maniobra les queda a los partidos de izquierda, excepto presentar recursos ante el Constitucional. Y con eso no quiero decir que cuando haya gobernado la izquierda lo haya hecho bien, todo lo contrario, es también culpable de donde estamos. Pero la saña contra las clases medias y bajas y el desmantelamiento de los servicios públicos (muchos de los cuales vienen desde el franquismo) no se había dado hasta ahora. Tampoco me parece bien el anuncio que ilustra el artículo, pero Gallardón se está ganando a pulso el rechazo de la población. Los políticos están para buscar soluciones, no para crear problemas.
Lo único que me gusta de este artículo es la fotografía.
Totalmente de acuerdo con el comentario que firma GENTE CORRIENTE. Hace poco que leo a Anna Grau, aunque no sé exactamente porqué; con lo que he leído, puedo ya decir que es peor periodista -mucho peor- de lo que ella cree y este artículo no hace sino reforzar mi opinión sobre ella. Sugiero un nuevo título a esta columna: La insoportable levedad de la gata sobre el teclado.
Le escribo, en esta sección de su blog,ya que mi ignorancia de las redes sociales no me permite otro medio para agradecerle las palabras tan emotivas que tuve el placer de escucharle en el acto de presentación de Movimiento Ciudadano en Sevilla. También me gustaría compartir con usted un artículo sobre «identidades/parentesco político» que realicé para una asignatura de antropología a raíz de las elecciones andaluzas (marzo 2012), donde desarrollo conceptos y procesos muy aplicables a la situación de «catársis social»que vive Cataluña . Esperando su conctato, reitero mi admiración, un saludo.