Qué estrés invitar a Artur

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Artur Mas y Simón Perez, durante el polémico viaje del presidente de la Generalitat a Israel el pasado mes de noviembre. / Efe
Artur Mas y Shimón Peres, durante el polémico viaje del presidente de la Generalitat a Israel el pasado noviembre. / Efe

Oído en una comida en Madrid con un representante diplomático de un país visitado en los últimos tiempos por Artur Mas: “ha habido que inventarse un protocolo a medida para tener la fiesta en paz”. Vamos, para no tener un disgusto ni con los potenciales inversores de Barcelona, ni con los de Madrid, ni por supuesto con los gobiernos de cada sitio.

Qué cruz. Qué corona de espinas. Qué migraña infinita para cualquiera que tenga que gestionar una visita de Mas en el extranjero durante el poquito tiempo que le queda de ser presidente. Imagínense el lío: Mas pretendiendo que lo suyo se trate como una “visita de Estado”, los otros diciendo que sí, que sí, pero haciendo como que no, el uno que llega envuelto en la bandera, los otros que no, que si no eres jefe de Estado no hacen falta banderines, que si el jefe de gobierno le recibe o no le recibe, que si había que avisar primero a Madrid o no…qué estrés.

Ya con los viajes de Jordi Pujol al extranjero había cierto estrés con este asunto. Quien esto firma aguantó a pie de obra un día entero dando vueltas por Rabat esperando a que Hassan II nos mandara llamar, al entonces molt honorable y a toda la sufrida comitiva catalana y periodística que le seguía. Para que no se notara tanto que estábamos como odaliscas en el harén esperando que el sultán chasqueara los dedos nos pusieron a hacer turismo como posesos. Finalmente se rindieron y acabamos todos derrotados y silenciosos chupando zumos con una pajita en un chiringuito de la playa. Súbitamente el palacio respiró y allá que nos fuimos todos al buen trote. Pujol entró y a los demás nos entretuvieron en el jardín con higos y dátiles (muy buenos, por cierto) como quien abreva a los camellos. Recuerdo al staff de la Generalitat de la época mirando tensos el reloj. Cuando la presencia de Pujol en los aposentos de Hassan superó lo que había durado la última visita del presidente español de turno, sonrieron encantados. El contenido de la reunión, seguramente, era lo de menos.

Eran tiempos aquellos de una delicada diplomacia de bolillos, cuando la Generalitat se dedicaba a marcar todos los goles (sutiles) que podía, y los diplomáticos españoles mitad ayudaban, mitad hacían como que no se enteraban de ciertas travesuras. Pero en aquella época el conflicto más gordo que llegó a plantearse fue en un viaje de Pujol, creo recordar que a Italia, que sus escoltas, los Mossos d’Esquadra, se tuvieron que desarmar. Les exigieron quitarse las pistolas. Por lo demás las cosas fluían con cierta gracia, y el dicharachero y megapolíglota president catalán de entonces (hablaba seis idiomas, y era el único que solía permanecer sin cascos en cualquier cónclave internacional, hablara quien hablara) se las arreglaba para destacar, ocasionalmente hasta triunfar, sin dejar a España en ridículo, o pretenderlo.

Ahí está la novedad de lo de ahora. Carente del peso específico y de todo tipo que en su día tuvo Pujol, Artur Mas se pasea arriba y abajo poniendo de los nervios a todos aquellos que le reciben. Y es que una cosa es sacar pecho catalán y otra muy distinta esperar, según como hasta exigir, que tus interlocutores te hagan la ola y te bailen el agua en un pulso directo con el resto de España. Admitámoslo, pasado Algeciras esto de la independencia de Cataluña no se lo cree nadie, y la gente de otros países lo que hace es echarle paciencia y buena educación. Pero sobre todo paciencia, a la espera de que acabemos de lavar la ropa sucia en casa.

Qué manera de cardar el ridícul, como dicen en el pueblo de mi madre.

1 Comment
  1. Jonatan says

    Irritante hasta el colon, pasando por las gónadas, este Mas (es Menos).

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