Volver al revés

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Presentación del lbro de Alfonso Armada y Corina Arranz en el Museo Naval de Madrid. / Anna Grau

Alfonso Armada y Corina Arranz presentan libro con texto de él y fotos de ella en el Museo Naval de Madrid. El libro se titula Mar Atlántico. Diario de una travesía (Alento, 2013) y narra el viaje que ambos hicieron al dejar Nueva York después de seis años viviendo allí, él como corresponsal de ABC, ella como fotógrafa. Singulares y contra corriente como ambos son, decidieron no volverse en avión sino en barco. Se montaron en Montreal en el carguero CanMar Pride, que al cabo de siete días les dejó en Amberes. El libro es una apasionada bitácora de esta experiencia.

Ahora que tanto periodista opta con angustia por reinventarse, Alfonso Armada bucea literalmente en sus orígenes y en lo que pudo haber sido y no fue. Descendiente de una estirpe de lobos de mar gallegos, confiesa haberle dado la espalda al océano, y abrazado la escritura, en parte para huir de sí mismo: “El mar formaba parte de lo que cada día veía y oía. Pero la mala relación con mi padre, un yunque que no ha dejado de retumbar, sordo y estéril durante décadas, acaso frustró una vida ligada a las mareas. Una mala interpretación de la existencia y sus expectativas por causa de un conflicto emocional acaso impulsó una concatenación de decisiones erróneas que ahora son irreparables (…) Porque fruto de ese encontronazo sostenido, el alejamiento de la costa y de los escenarios donde transcurrió la infancia hizo que se cortaran unos lazos preciosos (cabos grasientos, estopa de astillero, un olor que siempre me ha encantado) y que el camino de regreso se cegara casi por completo hasta hace relativamente poco tiempo: hasta que la enfermedad de mi padre derritiera su máscara, desprendiera la mía y descolgara una realidad que había quedado tenazmente oculta”. Tiene que ser como mínimo inquietante, para alguien que escribe y ha escrito siempre con la voracidad que escribe Alfonso, descubrirse preguntándose si empezó a escribir porque sí o por no hacer otras cosas. Por no querer arar el mar como otros no querían arar la tierra.

Al tomar la palabra Corina el viaje, su viaje, pone el acento en otra cosa. Es una mujer fuerte. Sin embargo casi se le rompe la voz al evocar el momento del desgarro, del zarpar, de dejar atrás esa Nueva York, esa América, donde con tanta pasión había vivido por seis años. La muerte de toda una vida. El adiós a todo un mundo. Sé lo que se siente porque siete años después que a ellos me tocó vivirlo a mí. Y porque, ahora que me doy cuenta, esta presentación del libro en el Museo Naval de Madrid tiene algo de alucinante reencuentro de supervivientes.

Están Alfonso y Corina pero también está Eduardo Lago, al que conocí como director del Cervantes de Nueva York, y que es el que más se va a atrever a poner el dedo en la llaga que todos sentimos pero nadie nombra. Y que es la imposibilidad espiritual, por no decir física, de dejar Nueva York transcurrido cierto tiempo. Vuelves, pero no te vas. Simplemente te quedas allí, atrapado y magnetizado, prendido en las redes emocionales de la Ciudad. No hay salida de Nueva York, excepto hacia adentro.

No es sólo que la ciudad sea fantástica, interesante, excitante, etc, etc, etc. Es que la ciudad, en esencia y en este momento, no existe. Como no existía en realidad París cuando era una fiesta o cuando Oliveira y la Maga se encontraban sin buscarse. Cuando una ciudad entra de lleno en lo mítico, en lo más querido y esencial de nosotros, deja de ser un sitio para ser un estado del alma, y eso no hay quien lo deje atrás ni queriendo. Nadie se va de verdad de NYC por lo mismo que no te puedes ir de ti mismo.

Imagen de Nueva York. / A. Grau

Visito Nueva York este mes de marzo por primera vez desde que creí dejarla para siempre, en junio de 2011. La visito con mi hija criada allí, que habla inglés y hasta español con acento de Brooklyn. Visito la ciudad como quien va a una boda y sin sospechar que nada más pisarla se me va a romper el corazón. Que me va a hacer un inmenso daño ver lo que ha sufrido durante mi ausencia.

Hace ya cinco meses cinco que el huracán Sandy golpeó aquello. Y las heridas siguen pavorosamente abiertas. Enormes árboles caídos en medio de barrios pijos que nadie se ha dignado a recoger. El puente de Brooklyn envuelto en algodones, como una pierna entablillada. Cerrado el River Café, cerrada Ellis Island, cerrada la Estatua de la Libertad y el acuario de Coney Island hasta hace muy poco…el metro más siniestro y más sujeto con alfileres que nunca. El desastre del vacío de poder público. La sangrante paradoja de que la ciudad más amada del mundo, aquella a la que todos quieren ir, sea a la vez la que impone a sus habitantes unos servicios y unas infrastructuras más infames. Si en Alcorcón alguien pretendiera tener las aceras en el estado en que se encuentran en la Quinta Avenida de Nueva York caerían chuzos de punta y hasta cócteles Molotov.

Me duele Nueva York estos días, me duele cómo un familiar enfermo que va de recaída en recaída, de 11-S en 11-S, apretando los dientes y la resignación, aprendiendo a andar de nuevo desde el principio una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Entonces la nostalgia deviene una tormenta feroz, una apoteosis de la desdicha y de la impotencia, y crujen las maderas del Museo Naval, con todos los niños perdidos de Nueva York dentro, aferrados a un libro como a un bote salvavidas. Mamando todos de la misma herida abierta como de una ubre. No hay en el mar ni en la tierra destino más fuerte que aquel que nos empujó a marcharnos lo más adentro posible de nosotros mismos. Para pasarnos la vida entera volviendo al revés.

5 Comments
  1. abel zuazua calvo says

    sin duda esta bien descrito y debe de ser impresionante. Pero yo prefiero Asturias y Galicia.Y mis emociones son mas fuertes, a mi edad,cuando visito Sama de Langreo, un pueblo feo pero no para mi. Paris es una maravilla y NuevA YORK muy interesante

  2. paco otero says

    …Si,quizás esa misma emoción intima indescriptible para aquellos, que no sabemos mover las letras, como solo lo hacéis( perdón el tuteo) un un grupo de escritores como tu Anna,es la misma,que me impide volver a Tangér,después de haber vivido en ella 11 años…y comprender porque Emilio Sanz de Soto me respondió con un simple y rotundo NO, cuando le invite a volver unos días A ESA CIUDAD, donde él forma parte de los fantasmas que le siguen dando vida y alimentando la leyenda de su alma, mitad romana mitad mora.

    Yo,comparto y comprendo, el que hay ciudades que en si mismas marcan.

    nota egoista:
    no tarde tanto en publicar sus crónicas,yo le prometo no participar tanto con mis mis comentarios…pero es curioso cuando la leo, me pasa como con el método Stanislavski… acción reacción… y también prometo no adularla más.

  3. celine says

    Mirar al pasado no conviene, dicen; sin embargo, es a veces necesario para entender el presente. Buena suerte, Grau, en la travesía.

  4. Patronio says

    Nunca podré entender qué pinta Alfonso Armada en la nómina del ABC. Es un buen periodista, es honesto, escribe más que aceptablemente. En otras palabras, todo lo contrario que el 99% de la plantilla del manipulador diario pepero por excelencia.

  5. Jonatan says

    Ay, Patronio; qué inocencia la tuya.

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