Algunos diputados socialistas que no se caracterizan por su locuacidad y aportaciones en las reuniones internas del grupo parlamentario, han criticado en las últimas horas la falta de reflejos de Alfredo Pérez Rubalcaba por no haber acudido a la sesión del martes, a puerta cerrada, con el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. Estos parlamentarios lamentan que el dirigente del PSOE haya dejado escapar una oportunidad única para debatir la política financiera y económica de la UE con el presidente del órgano del que depende el crédito, el empleo, los precios y la vigilancia del uso del dinero, asuntos vitales para España.
Con independencia de que el formato de la comparecencia de Draghi, impuesto por el presidente de la Cámara, Jesús Posada, impidiese el lucimiento mediático del líder del principal partido de la oposición, son muchos los socialistas que reconocen el grave fallo del jefe. No es que la convocatoria fuera de un día para otro y le pillara con la agenda llena, pues el encuentro había sido anunciado hace dos semanas; tampoco es que a Rubalcaba le falte criterio sobre cómo debe ser y funcionar un BCE digno de tal nombre, de cuya dirección desapareció hace nueve meses el único representante español y nunca más se supo. Fue, sencillamente, que Rubalcaba dejó el asunto en manos del exministro Valeriano Gómez y dedicó la mañana y la tarde (tampoco asistió al pleno en el que se debatió la Iniciativa Legislativa Popular contra los desahucios ) a otros menesteres.
Quizá el malestar de los socialistas proceda de una época de la que no quieren separarse, aunque por eso mismo y porque todos los ciudadanos, especialmente los trabajadores y votantes de izquierda, están sufriendo los devastadores efectos de la depresión impuesta con amenazas del BCE –recuérdese la carta conminatoria del expresidente del organismo, Jean-Claude Trichet al dúctil Rodríguez Zapatero--, los socialistas esperaban que Rubalcaba estuviera donde debía estar y e hiciera oír su mensaje como jefe de la oposición.
No era necesario que reprochase al representante del capital, de tostado rostro pergaminoso, la “alergia a la democracia” del BCE, su inacción ante la “extorsión” de los especuladores a la deuda pública de los países más débiles con el consiguiente daño a la enseñanza, la sanidad y otros servicios esenciales. Eso lo hizo perfectamente el diputado Alberto Garzón, a cuyo grupo, La Izquierda Plural, la ciudadanía ha de agradecer la ruptura del insólito bloqueo informativo impuesto por Posada. Garzón no se cortó un pelo y afirmó que Trichet debería estar ante los tribunales y las decisiones del propio Draghi en el periodo que le afecta también deberían tener “consecuencias penales”. El presidente Posada le reconvino.
A Rubalcaba, según los suyos, le bastaba con describir los efectos del “austericidio” que arruina y mata a los españoles; con explicar a Draghi que este país ha perdido 850.000 empleos el último año como consecuencia de una política errónea de austeridad a ultranza; con aclararle que no podemos compartir la destrucción del Estado social –también llamado del bienestar– en aras de los voraces intereses especulativos y de un proceso draconiano de consolidación fiscal.
Tenía asimismo Rubalcaba la oportunidad de señalarle en el templo de la soberanía nacional que hay defectos fundamentales que debe resolver la autoridad monetaria, como la insuficiencia de la financiación de la banca nacional, sobre todo, hacia las empresas productivas; de animarle a tomar nota de lo que está haciendo la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, financiando a la banca nacional con la condición de que el dinero vaya directamente a mejorar la inversión productiva. Y, en definitiva, de decirle que a este país ya lo han jodido bastante con la transferencia al norte de una deuda abusiva y ampliamente satisfecha. Pero Draghi depositó su superior mensaje de ajuste, ofreció una rueda de prensa de veinte minutos y se largó a ver a Rajoy. Y Rubalcaba, para decepción de los suyos, ni apareció.
Agradezco a IU que burlaran la censura en torno al hombre de negro. El escapismo de Rubal no tiene nombre.
Telecinco ofrece al Partido Popular la parrilla de la tarde.
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A esos tipos no los ha votado nadie, sin más inmunes a la democracia que el papado. Éstos, además, destripan a la gente como si fuéramos insectos molestos. ¡No hay derecho!!!!!
No sabría qué ponerse, Rubi, ese día. O a lo mejor le daba corte contravenir al conde Draghi. Merece el despido.