Un día más me toca el obituario porque se nos ha muerto el reportero y amigo Enrique Meneses a la edad de 83 años en el hospital La Paz de Madrid, el más cercano a su casa, en la Ciudad de los Periodistas. Para hacerse idea de lo joven que se sentía vale decir que no ocultaba la edad, sólo volteaba los números. Ni un día dejó de trabajar, siquiera fuera para sentirse vivo. Tenía un cáncer en tratamiento y una obstrucción pulmonar que le obligaba a andar con el respirador del brazo. También tenía “sangre de tinta… y un poco de güisqui”, le gustaba decir. “Ir, ver, anotar, grabar y contarlo”, era su plan de trabajo, olvidando casi siempre, como demostró en Sarajevo, la premisa principal: salir vivo del lugar.
Este Meneses que se nos quedó dormido para siempre el domingo, día de Reyes, en una cama de hospital, fue el primer fotógrafo y redactor –fotoperiodista, para abreviar- que logró burlar el cerco militar de las tropas del dictador cubano Fulgencio Batista y entrevistar a los revolucionarios barbudos de Sierra Maestra: Ernesto Che Guevara, Fidel Castro, Raúl y los demás supervivientes del Grama, con los que convivió durante cuatro meses. Además de reportero incansable, encadenaba una aventura con otra con extraordinario olfato periodístico. De por qué fue a Cuba en 1958 me dijo una vez: “Por una mujer que no me hizo ni puñetero caso”.
Ya en la isla se trazó un objetivo periodístico y lo consiguió. Burló el cerco del ejército de Batista, que contaba con la ayuda de los aviones suministrados por los ingleses, y llegó a los campamentos de los revolucionarios. Escribió sobre su lucha, estratagemas y personalidad y les retrató para la revista Paris-Match. Aquella revolución interesaba y además asombraba al mundo occidental. Era la primavera del 58 y un año después los barbudos de Sierra Maestra entraban triunfantes en La Habana y el dictador era acogido en España por su colega del Pardo.
Como digo, Meneses encadenaba las aventuras periodísticas. “Cuando volví a Madrid recibí una llamada del marqués de Modéjar, que era preceptor de Juan Carlos de Borbón. Quería que le contara al futuro príncipe lo de la revolución cubana”. Meneses, que además había filmado un documental con los revolucionarios por el que la CBS pagó 50.000 dólares, no tuvo inconveniente en reunirse con el joven Juan Carlos, ocho años menor que él, y contarle lo que sabía. “Conectamos muy bien y tuvimos una buena relación”.
Y entonces, su olfato periodístico le llevó a conseguir otra exclusiva: “Supe que Juan Carlos se iba a casar, así que llamé al patrón del ABC, Ignacio Luca de Tena, y le dije: el príncipe se va a casar con Sofía de Grecia en Atenas; si usted me acredita, le cubro la boda gratis para su periódico”. El término “gratis” funcionó como un resorte y el editor del periódico monárquico no dudó en darle la cartulina. “Pero claro, ¿qué revista europea no iba a comprar mi reportaje?” Quiere decirse que además de olfato poseía un cierto sentido de supervivencia económica.
Así era el Meneses de los años sesenta, el que cubría para Life y Paris-Match la marcha negra de Washington de los seguidores de Martin Luther King, el que retrató a John F. Kennedy y tuvo la suerte de estar en Dallas el día que lo mataron, el que, en definitiva, se buscaba la vida. En los años noventa no dudó en cubrir la guerra de los Balcanes. En el asedio de Sarajevo, Ramón Lobo y Gervasio Sánchez le decían que corriera para cruzar una avenida en la que los francotiradores acechaban para matar a la gente, “pero yo no podía correr y les explicaba que si un cazador ve una liebre parada, no le va a disparar, disparará a la que corre, os darán a vosotros”.
Fue reportero y corresponsal en Egipto, en Oriente Medio, cruzó África hasta Ciudad del Cabo –en sus últimos años alimentaba la ilusión de repetir aquel viaje--, recorrió India y Paquistán y en España trabajó para el programa A toda plana de TVE y creó Los Aventureros en Radio Nacional. Además de una importante producción bibliográfica, Meneses transitó de la Olivetti al ordenador y a las nuevas tecnologías y, como si fuera un joven de toda la vida, se adaptó a la prensa digital y se convirtió hace más de diez años en lo que llamamos un periodista punto cero. Creó Utopía TV en Internet y albergaba el proyecto de registrar una fundación para financiar con “pichulines” a jóvenes reporteros. Esos “pichulines” –nombre que daban los periodistas españoles al dinero en la antigua Yugoslavia- iban a salir de los derechos de la venta de sus fotografías –poseía un valioso archivo con más de 25.000 negativos- y permitirían pagar los pasajes y entregar 500 dólares a los reporteros. “Y si se te acaba el dinero, pues te buscas la vida”, les decía.
Si sabría él lo que era buscarse la vida. Él, que nació en 1929, el año del crack y el comienzo de la Gran Depresión, que en cuanto se enteró de la cogida de Manolete, agarró un taxi y se plantó en Linares: el taxi le costó 400 pesetas y le pagaron 150 por el reportaje y que, en fin, sólo pudo cotizar dos años y le quedó una pensión de 375 euros mensuales. En noviembre de 2011, en un coloquio con alumnos de periodismo sobre el gran documental de Roberto Lozano Los ojos de la guerra, un joven le preguntó si volvería a ser periodista y él contestó: “Sin ninguna duda”. Otro inquirió dónde tendría que estar ahora, y él dijo: “en Siria”. Pero ya no podía. El periodismo fue su vida y su pasión. Descanse en paz el maestro y querido amigo y compañero.
DEP
Fue fantástico conocerlo, con esa memoria, esa picardía y ese afán de seguir haciendo cosas a pesar de haber superado los 80 e ir con el oxígeno a su lado.
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