Añora el rey Juan Carlos I de Borbón la política de consenso de la Transición, según se colige de su mensaje navideño a la nación. Su reivindicación de “la política grande” frente al enfrentamiento y la desintegración social y territorial fue el sostén más llamativo del trípode en el que apoyo su discurso de diez minutos. Los otros dos elementos, la crisis económica y una sucinta alusión a Iberoamérica y la Unión Europea. Por primera vez no se refirió al terrorismo ni mencionó a la Reina y a su familia para desear “Feliz Navidad a todos y buenas noches”.
El jefe del Estado apareció en las pantallas de televisión a las nueve en punto de la noche con una postura informal, los gluteos apoyados sobre la mesa historiada de su despacho, las piernas ligeramente extendidas hacia delante como dando a entender que se encuentra restablecido de su último paso por “el taller” en el que le implantaron otra prótesis de cadera, y las manos con los dedos cruzados a la altura de los testículos. A los expertos en comunicación no verbal –recomiendo el libro de Flora Davis sobre la materia– les habrá llamado la atención la inmovilidad del rostro y contención del gesto. También, la falta de una foto visible con la Reina y la Familia Real en los anaqueles del despacho. Sólo se veía claramente un retrato enmarcado del príncipe heredero y su esposa. Los planos generales mostraban un cuadro borbónico y las banderas de España y la UE.
Después de referirse a la tremenda crisis económica y de propugnar “austeridad y crecimiento”, enfatizó: “Pero no todo es economía. Por muy evidente que sea, no es malo repetirlo: no todo es economía”, y se refirió a la crisis política. “No ignoro que la política no vive hoy sus mejores horas en la percepción de los ciudadanos. Por esta razón yo quisiera reivindicar la política porque su papel es fundamental en la salida de la crisis”. Fue entonces cuando comenzó a leer la cartilla a los gobernantes y opositores y, como si ignorara que Mariano Rajoy y el PP gobiernan con mayoría absoluta y aplican una despiadada política antisocial y centrípeta, incapaz de entenderse con los sindicatos y la oposición de izquierda que se reclama de las fuerzas del trabajo, así como con Artur Mas y sus aliados nacionalistas en Cataluña, reivindicó el consenso y “la política con mayúsculas”.
Vale repetir su enumeración de la “política grande”, la que desde el gobierno y la oposición “fija su atención en el interés general y en el bienestar de los ciudadanos”; la que lejos de provocar enfrentamiento y “desde (con) el respeto a la diversidad, integra para sumar fuerzas, no para dividirlas”; la que sabe “renunciar a una porción de lo suyo” para ganar algo mayor y mejor para todos; la que busca “el entendimiento y el acuerdo” para encauzar y resolver los grandes y fundamentales desafíos colectivos; “la que se cimenta en el espíritu de servicio y se acomoda a los principios de la ética personal y social”; la que, en fin, “es capaz de sacrificar la satisfacción del corto plazo, a menudo efímero, para ensanchar el horizonte de sus ambiciones”.
Y tras la enumeración, la nostalgia de aquella “política grande que supo inaugurar una nueva y brillante etapa integradora en nuestra historia reciente” y que es “la única”, dijo, con capacidad para “reafirmar la confianza en nuestra gran nación y materializar el anhelo de superación que está reclamando nuestra sociedad”. Para ello pidió a los dirigentes políticos que promuevan los valores del “respeto mutuo y la lealtad recíproca”. Recordó que “estos valores contribuyeron hace más de tres décadas a “poner en pie un nuevo marco de convivencia, el reconocimiento de nuestra pluralidad y el amparo de las diferentes lenguas, culturas e instituciones de España”.
Sin aludir a los separadores y a los separatistas, instó a unos y a otros a que hagan lo posible “por cerrar las heridas abiertas. Será nuevamente –dijo-- un éxito de todos, ciudadanos e instituciones, basado en el respeto a las leyes y a los cauces democráticos”. Para que quedara más claro el mensaje, por primera vez la web de la Casa Real publicó el mensaje navideño en castellano, catalán, euskera y gallego.
De las referencias del Jefe del Estado a la crisis económica, aparte la alusión a la angustia de los jóvenes sin empleo ni futuro, a las resistencia de las familias, al esfuerzo de las organizaciones asistenciales y a los que forzosamente se largan de este país en busca de un futuro que aquí les niegan, quiso dejar claro que las “visiones puramente nacionales” no sirven para construir la Unión Europea. “Hemos de garantizar que nada de lo conseguido juntos, ni los derechos individuales y sociales, ni el bienestar económico, ni el proceso de construcción política y económica puedan verse amenazados”. Buen mensaje, en fin, para los antieuropeístas, los que nos llaman país pigs y la canciller Angela Merkel, empeñada en alemanizar Europa.
¿Por qué no llama a las cosas por su nombre el monarca ese de los cojones? Rajoy es un desastre, Mas un tontolaba, Rubalcaba quiere y no puede y la Transición fue una estafa a toda la izquierda. Ni esta política ni el bipartidismo imperfecto con los nacionalistas de derecha valen para otra cosa que no sea machacar a los trabajadores. Pero no se preocupe, su borbónica majestad, ignorante de lo que ocurre en las calles, que la democracia tiene armas para todo. También para elegir un Jefe de Estado.
Debería jubilarse y abdicar el pajarraco este.Con la pasta suiza ya tiene bastante.
Bla, bla, bla real http://histericapeninsula.blogspot.com.es/2012/12/bla-bla-bla-real.html
Mal nos va, centrándonos (nunca mejor dicho, también ideológicamente) en los discursos navideños monárquicos y del ordoliberalismo. Así no hay forma de escapar de un debate sobre las esencias de España o la teología cristiana. ¿No haríamos mejor comentando un discurso como el de Assange del 20 de diciembre? ¡Ah!, que no lo conocen. Claro… aquí lo tenéis: http://propolis-colmena.blogspot.com.es/2012/12/otro-discurso-navideno.html