Marta Lasalas *
BARCELONA.– Keep calm se ha convertido en el nuevo mantra de la política catalana. Evoca el popular keep calm and carry on ideado por el gobierno británico durante la segunda guerra mundial para mantener alta la moral de la población ante el peligro de una invasión alemana. El lema, adoptado a raíz de la ofensiva del ministro Wert contra la inmersión lingüística, se invoca sin descanso ante la infinidad de escollos que las urnas han dejado esparcidos por el escenario político catalán. El último, el fracaso de la reunión entre el nacionalista Artur Mas y el independentista Oriol Junqueras que había de sellar el acuerdo para garantizar la estabilidad de la legislatura. Ocurrió a última hora de la tarde del viernes, después que ambos políticos salieran del despacho del president en el Palau de la Generalitat tras cuatro horas de reunión sin soltar la fumata blanca que hasta aquel momento se consideraba inminente. Fue un autentico revés para la moral de CiU, consciente que una negociación demasiado larga amenaza acentuar la imagen de debilidad del govern. “Hay que actuar con calma, con la máxima prudencia, y hacerlo bien”, argumentó el sábado el secretario general de CDC, Oriol Pujol, ante el consell nacional del partido, donde defendió que la prioridad ahora es garantizar un gobierno “estable y sólido”. Keep calm.
Hoy se constituirá el nuevo Parlament surgido de las urnas del 25N y se hará con la incógnita sobre la concreción del pacto entre CiU y ERC. Aunque los republicanos han comprometido su apoyo a la investidura de Mas, el líder de CiU ha advertido que esto no es suficiente y ha anunciado que apurará los calendarios para no convocar el pleno de investidura hasta disponer de un acuerdo de legislatura cerrado. Hace quince días que ambas formaciones negocian. Un ir y venir de documentos y propuestas que intentan apuntalar el pacto sobre dos columnas esenciales: la estabilidad de un gobierno que ya antes de ponerse en marcha ha anunciado que tendrá que recortar 4.000 millones el año próximo –aquí las propuestas republicanas apuestan por suavizar los recortes con nuevas medidas fiscales- y la convocatoria de la consulta independentista.
Al margen de los aspectos económicos aún pendientes, la esencia del no entendimiento gira alrededor de la convocatoria de la consulta. Mientras CiU ha querido evitar desde un primer momento entrar en un baile de fechas, los independentistas insisten en situar la cita en el 2014.
El desencuentro con ERC sentó el viernes como una bomba en las filas nacionalista. En el mismo instante en que se dio por terminada la infructuosa reunión entre Mas y Junqueras, por los pasillos de la sede del govern paseó ufano el fantasma de la inestabilidad que erosionó los tripartitos presididos por Pasqual Maragall y José Montilla y que dejó muy maltrecha la credibilidad de Esquerra. Era una imagen que los nacionalistas se resistían ni siquiera a evocar por temor a que se reproduzca en la próxima legislatura.
Durante la mañana del sábado, los tres partidos implicados en la negociación intentaron sacudirse los malos humores de la noche anterior. Los consejos nacionales de CDC, Unió y Esquerra enviaron mensajes de optimismo sobre el acuerdo. El democristiano Josep Antoni Duran Lleida, al cual los independentistas presentan como una de los principales frenos internos ante el acuerdo –y especialmente ante la concreción de una fecha para la consulta-, mostró su apoyo sin fisuras a Mas. El republicano Junqueras recordó que cualquier gobierno gira alrededor de CiU, que ganó las elecciones holgadamente, y que de la mano de los nacionalistas la consulta independentista es posible.
La suma se antoja compleja, pero al mismo tiempo inevitable. CiU no puede contar para la investidura con el PSC que, sin embargo, ha dejado la puerta entreabierta a pactar los presupuestos. Por lo que respecta al PP hoy por hoy no figura en ningún escenario de acuerdo. Si los puentes de diálogo con los populares saltaron por los aires durante la campaña, cualquier posibilidad de reconstrucción ha quedado enterrada bajo la Ley Wert o el recurso del gobierno español contra el euro por receta. Por su parte, Esquerra ve al alcance de la mano la posibilidad histórica de convocar un referéndum sobre la secesión de Catalunya y sería difícilmente explicable –y electoralmente ruinoso- que renunciara a este objetivo por la incapacidad de cerrar un acuerdo.
No hay alternativa. Artur Mas recordó a puerta cerrada ante el consell nacional de su partido que Cataluña vive un momento excepcional e histórico, lleno de riesgos. Todo el mundo es consciente en la formación nacionalista de la complejidad extrema de la situación, pero también de que CiU no tiene otro camino que seguir avanzando. “Este proceso no tiene marcha atrás”, dejó claro Oriol Pujol en su intervención como secretario general. Fue el único momento en que sus palabras se vieron interrumpidas por los aplausos de los asistentes. Keep calm, aconsejó. La legislatura apenas ha empezado.