Lo de ayer en el auditorio del Museo Reina Sofía fue como contemplar uno de esos anuncios del Banco de Sabadell en el que un dúo de famosos –Guardiola y Trueba, Luis Rojas Marcos y Estrella Morente o Boris Izaguirre y Javier Sardá- se ponen trascendentes sobre fondo negro y en realidad te están vendiendo un plan de pensiones. Con ese mismo formato comparecieron ante el respetable la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el director adjunto de La Vanguardia, Enric Juliana, que ha escrito un ensayo, Modesta España, y, lógicamente, quería promocionarlo. El gran inconveniente respecto del anuncio fue que el acto no duró medio minuto sino casi hora y media, y que además no se podía cambiar de canal.
En situaciones como ésta se aprende que todo es relativo. ¿Debería uno preocuparse de que Alemania hubiera pedido un rescate prêt-à-porter para España, tal y como empezaban a recoger las ediciones electrónicas de los diarios, o lo mejor sería emular la calma de la vicepresidenta mientras explicaba que su primer contacto con Juliana fue en un restaurante italiano? “Lo peor –llegó a decir Sáenz de Santamaría para complicar más el dilema– es acostumbrarse a esta especie de apocalipsis diario que nunca llega a su fin”. Irse o quedarse. Esa era la cuestión que despejó la vicepresidenta, inmóvil en su butaca.
A un servidor le gusta Juliana y sus historias, aunque el resumen de muchas de ellas sea que Madrid no entiende a Cataluña y que la sentencia del Estatut fue un inmenso agravio, aderezado todo ello con sucedidos históricos. Al periodista le duele Cataluña y, posiblemente España, porque sus últimos ensayos la tienen de protagonista, así que su dolor debe de ser doble aunque su jovialidad lo disimule. En el que nos ocupa defiende la modestia como la virtud imprescindible para un país que, tras los excesos, debe avanzar en sus posiciones de retroceso sin llegar a cero para impulsarse de nuevo hacia adelante. ¿Y cómo se consigue este efecto muelle? Pues con unos pactos de la modestia, que serían como el negativo de los de la Moncloa y consistirían en un acuerdo general para retroceder de la manera más justa y ordenada posible.
Lo de la modestia le pareció muy requetabién a Sáenz de Santamaría –otra cosa habría sido que el interlocutor del periodista hubiera sido Gallardón– y, como no podía ser de otra forma, teorizó acerca de esa cantinela tan cansina de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y de que se ha roto esa visión líneal de la historia, por lo que habrá que acostumbrarse a que el futuro no tenga por qué ser mejor que el pasado. ¿Su consejo? El estoicismo.
Llegados a ese punto, escuchamos de sus labios una historia tan conmovedora como surrealista. Según parece, el padre de un niño con síndrome de Down, parado el hombre, se le acercó para animarle a que el Gobierno hiciera lo que tuviera que hacer para acabar con la crisis. Y en eso están por España y por ese padre tan sufrido.
El caso es que aquel anuncio que parecía no acabarse nunca llegó a su fin. Contraviniendo las normas más elementales de austeridad, el presentador de aquella animada charla advirtió a los presentes que a la conclusión se serviría un cóctel o “cena fría”, un lujo innecesario en estos tiempos de zozobra. Apenas si probé el jamón y el cava por pura modestia.
Estoy de acuerdo, la impostada conversación entre ambos -Santamaría/Juliana- fue un sinsentido incomprensible, un revoltijo de modestias, muelles, pactos, montañas rusas y apocalipsis, aderezados con anécdotas extrañas sobre maridos portugueses, restaurantes italianos y tardes radiofónicas escuchando el partidito del Recreativo de Huelva y leyendo el Quijote. Alucinante.
También me gusta Juiana y también me resulta altamente cansina su cantinela de que España no entiende a Cataluña (sic)- Jooooolinessssss
El tema es que las entidades que ahora vamos a salvar han realizado 58.241 en 2011 un 22% más. El problema es que en la CCAA autónoma de Madrid se habla de reducir el número de contingencias sanitarias cubiertas por la sanidad madrileña mientras que nadie se acuerda de que hay una bonificación del 100% en el impuesto de patrimonio. El día en el que la sociedad vea tan mal evadir dinero fuera a paraisos fiscales y defraudar a hacienda como no pagar un préstamo hipotecario conseguiremos que el buen olor vuelva a inundar la solana española. Mientras tanto no pagar un préstamo hipotecario tiene una condena de por vida (ni con la casa se quedan conformes) y evadir capitales una amnistía. No es demagogia es la pura realidad.