La odisea de un tal Griñán

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Griñán mira para otro lado mientras Chaves levanta su brazo, anoche, en Sevilla. / Juan Ferreras (Efe)

Al actual presidente en funciones de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, siempre se le ha tratado con mucho menosprecio. Cuando fue designado ministro de Sanidad en 1992 por Felipe González, un periódico se refirió a él en sus titulares como “un tal Griñán” para dar a entender que no le conocía ni Rita, aunque en ese momento fuera consejero de Salud de Andalucía. Desde entonces se quedó con el apodo y con el ninguneo, pese a que las orteguianas circunstancias acabaron convirtiéndole recientemente en presidente del PSOE.

Del tal Griñán se pensó que era un tipo dúctil, poco menos que la marioneta de Chaves, que era, por cierto, quien más lo pensaba. Por eso, extrañó mucho que quisiera controlar la organización regional, donde los clanes tradicionales le juraron odio eterno y trataron de hacerle la vida imposible. Y sorprendió más aún que quisiera entreabrir las ventanas del partido, por ver si aventando los malos olores de décadas de endogamia y corrupción era posible respirar sin náuseas.

El tal Griñán no será muy listo, pero, llegada la hora de las elecciones, decidió no hacerlas coincidir con las generales, donde con toda probabilidad , el PP habría arrasado gracias a Rubalcaba y, sobre todo, a Zapatero, que seguía siendo como el Cid pero al revés, y perdía todas las elecciones a las que no se presentaba. Los que se creían unas lumbreras nunca dejaron de reprochárselo.

Y no sólo eso. Sus adversarios dentro del PSOE de Andalucía no se conformaron con convertir el partido en un campo de minas sino que maniobraron incluso para que no fuera el candidato, con el argumento de que el tal Griñán no tenía posibilidad alguna y que lo mejor era liquidarlo y presentar a otro, del grupo de los listos, que ya puestos devolviera sus privilegios a los que siempre mandaron en la familia.

El tal Griñán resistió, jugó sus bazas en el Congreso del PSOE y, pese a la derrota de su candidata, consiguió encumbrarse a la presidencia. Previendo que la siguiente derrota sería la suya, y estrepitosa además, al tal Griñán le dejaron más solo que la una durante la campaña, y hasta las vacas sagradas del socialismo andaluz prefirieron no pastar demasiado en aquellos prados para no significarse.

Con todo en contra, en pleno apogeo del escándalo de los ERE y con un tasa de paro insoportable para cualquier comunidad, el tal Griñán evitó que el PP obtuviera mayoría absoluta, lo que le asegura, salvo improbable viraje a la extremeña de IU, continuar al frente de la Junta de Andalucía. De paso, enchufó algo de oxígeno a Rubalcaba, que ya tenía la cara azul añil y habría tenido que explicar porque seguía siendo Zapatero y no él el que perdía los últimos resortes de poder territorial.

Sepan que, desde anoche, su odisea ha concluido: El tal Griñán es oficialmente y para todos el compañero Pepe. Quedan advertidos de esta nueva circunstancia.

3 Comments
  1. negras tormentas says

    En toda la boca!. Al señorito andaluz y tambien al señorito Rubalcaba.
    ¿Izquierda Unida no le merece comentario, Sr Escudier?
    Salud y Republica!

  2. celine says

    A ver si el tal Griñán le tapa la retirada al tal Zarrías y su eterno séquito incorrupto de corrompibles. ¡La Vingen!

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