Cuando en España votaban las hectáreas –lo que sigue ocurriendo para el Senado-- y los adinerados se presentaban por varias circunscripciones para poder comprar los votos al mejor precio, el eminente Antonio Cánovas, jefe del partido conservador y político tan admirado como mentado por el recién fallecido Manuel Fraga, resumió el pensamiento de la derecha con una frase: “Hay dos maneras de gobernar a este pueblo, por la fuerza o por la farsa”. Eligieron la segunda hasta que los farsantes del “turnismo” agotaron la paciencia de la gente y tuvieron que apelar a la primera.
Viene el apunte a la mano como el perro que pide una caricia ante la pregunta que con insistencia han comenzado a formular los socialistas: “¿Dónde está el plan a cuatro años de Rajoy?” Después de un mes de enero plagado de diferencias entre los ministros del área económica, Cristobal Montoro y Luis de Guindos, y con la vicepresidenta y portavoz Soraya Sáenz de Santamaría corrigiendo a uno y otro, los socialistas quieren desmontar cuanto antes el tinglado de la antigua farsa y preguntan a qué espera el presidente Mariano Rajoy para llevar al Parlamento aquel plan cuatrienal que decía tener preparado para sacar a España de la crisis y crear empleo.
El 30 de enero de 2011, el entonces jefe de la oposición declaró a El Mundo: “Arreglaremos la economía en dos años”. El 24 de octubre dijo a través de la Cope: “Lo primero que haré es aplicar un plan a cuatro años”. Después de ganar las elecciones del 20-N, empezó a recoger velas y dijo en el homenaje que le hicieron sus paisanos y correligionarios de Pontevedra: “Esta no es la tarea sólo de un Gobierno, es decir, un Gobierno solo no llega; esta es una tarea de toda la nación y de todos los españoles”. Y unos días después –en contra de sus promesas y afirmaciones-- subió los impuestos a los asalariados.
Mientras Alfredo Pérez Rubalcaba y su portavoz económica, Inmaculada Rodríguez Piñero, interpelan a Rajoy, él se ha dedicado a emitir frases ambiguas del estilo: “Sabemos perfectamente lo que hay que hacer para mejorar la reputación de España, crecer y crear empleo, y lo vamos a hacer” (14 de enero), o “no va a haber más subidas de impuestos en los próximos meses, pero también le digo que en la vida nada es para siempre” (16 de enero), o “en España se hará algo parecido a Portugal”. Y así, hasta que fue recibido por la canciller Ángela Merkel y salió diciendo que mantendrá a machamartillo la reducción del déficit al 4,4% del PIB en 2012, lo que significa una resta mínima de 40.000 millones de euros a los servicios públicos, más pobreza y desempleo.
Antes de acudir a la primera Cumbre Europea en la que participa, el Presidente fijó el “déficit cero” en el anteproyecto de ley de control y estabilidad presupuestaria, pese a que la previsión pactada con los socialistas para el final de la década era del 0,4% del PIB. Rubalcaba considera que con ese gesto de arrogancia ha “roto el pacto” de la reforma constitucional, pues, frente al entreguismo de Zapatero, conocía de sobra su empeño en evitar el “cero”. No es que cero por cero sea cero, era además una cuestión de prurito. Pero se ve que Rajoy, además de satisfacer a los mercados, quiere enredar.
Volviendo a los números, los socialistas argumentan que la reducción del déficit al 4,4% en 2012 se estableció sobre la base de una reducción al 6% en 2011 que no se ha cumplido porque las autonomías gobernadas por el PP antes de las elecciones de mayo de 2011 y mayoritariamente después de los comicios gastaron 15.000 millones más de lo establecido. Eso sin contar que el 4,4% se fijó con una previsión de crecimiento del 2,3% para este año, y que los pronósticos apuntan una reducción del 1,7%, con la consiguiente caída en una nueva recesión.
De ahí que el portavoz provisional del PSOE, Rubalcaba, haya pedido a Rajoy que pelee en la cumbre de la UE por “flexibilizar” el periodo de reducción del déficit. En una proposición que registró el jueves cita al economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, para afirmar que el proceso de consolidación fiscal “es un maratón, no un sprint”. Se lo dice un velocista: “No es lo mismo realizar un ajuste extremo del gasto público cuando la economía crece que cuando entra en recesión”. Y sin negar el apoyo a un ajuste basado en la gestión austera y eficiente de los recursos públicos, le anuncia el rechazo del PSOE a los recortes de derechos, de los servicios públicos y al deterioro de la cobertura social.
Y algo más. Junto con las famosas e inéditas medidas orientadas a la creación de empleo, piden a Rajoy que arranque del Banco Europeo de Inversiones (BEI) los fondos necesarios para estimular la economía. Albricias, si lo consigue y, de paso, cuenta cuánto dinero ha sobrado de los fondos estructructruales para dedicarlo a la creación de empleo en este país de 5,3 millones de parados. Los socialistas no anuncian largas marchas de desempleados ni movilizaciones de indignación, sólo, como Felipe González, en su acto de apoyo a Rubalcaba, empiezan a preguntarse “¿por qué hay que eliminar el déficit tan aprisa cuando las familias tardan treinta años en liquidar una hipoteca?” Es como si, de pronto, hubieran olvidado que desde el Gobierno promovieron la reforma constitucional que pidió Rajoy para anteponer la estabilidad fiscal y el servicio de la deuda a las necesidades sociales, o como si con su farsa estuvieran confirmando la vigencia de Cánovas.
Es mejor esperar peras de un olmo que esperar que Mariano resuelva el problema del Paro. Lo único que este incompetente tiene claro en su cabecita de chorlito son las canas. Cuando atacaba a ZP. puso como modfelo a Irlanda; luego tras el hundimiento de Irlanda, su modelo era el programa del britànico, y desde hace unos días el programa a seguir es del intervenido gobierno portugués. El Diccionario castellano llama Marrullero a quien intenta engsañar a los demás en beneficio propio. La solución de España pasa por una huelga general indefinida hasta que este indiviuo deje la Moncloa.
Quiero aprovechar estas líneas para agradecerle a Luis Díez el tono de su respuesta a mi mensaje del otro día en el que expresaba mis preferencias por Alfredo Pérez Rubalcaba y la sospecha de que Luis Díez simpatiza más con Chacón, sospecha que mantengo. Por desgracia, la ideología y las preferencias personales de cada uno están contaminando el periodismo, la justicia y otros ámbitos sociales, y eso es muy triste. Y sigo pensando que Luis Díez no es neutral en esta historia. Yo no soy periodista, pero él sí lo es, y debería ser un poco más cuidadoso y disimular un poco más sus preferencias, que se le nota demasiado.
Gracias, Antonio. No he votado en ninguna agrupación ni creo haber tomado partido por Chacón. Un abrazo. Luis.