Los resultados electorales no por previstos han resultado menos impactantes. Los últimos días de campaña, casi nadie dudaba de la victoria de PP, pero quizás pocos creían que la diferencia iba a ser tan abultada. Rubalcaba insistía en que había recortado distancias y que sus encuestas le daban 8 puntos de diferencia. Al final han sido casi 16, lo que ha supuesto que Rajoy haya batido el récord histórico de su partido por arriba, y el candidato socialista, por abajo.
No le ha ido mucho mejor a la mujer a la que usurparon la posibilidad de competir en unas primarias para ser la candidata socialista a la presidencia del Gobierno. Carmen Chacón, según los sondeos, perdía ocho escaños, pero el PSC ganaba en Barcelona. Sin embargo, CiU ganó ayer en Cataluña por primera vez en unas generales. Lo lógico sería que esta debacle electoral tuviera consecuencias políticas para Rubalcaba, pero no parece que “la vieja guardia” del PSOE esté dispuesta a que las asuma. Quizás también para Carmen Chacón que deseaba liderar el PSOE. En cualquier caso, habrá que esperar a ver qué sucede en el Congreso de este partido, que será ordinario y, probablemente, después de las elecciones andaluzas, en contra del deseo del sector zapaterista que proponía uno extraordinario. Así pues, de momento, los perdedores del día de ayer permanecerán, probablemente, en stand by hasta entonces.
El vencedor de la noche salió al balcón de Génova, donde, por cierto, había mayoría de mujeres, y se mostró sereno y tranquilo, consciente de la responsabilidad que le ha caído encima, lo que le impidió hacer un hueco a las excesivas muestras de alegría, aunque sí dejó ver la emoción que sentía por el triunfo indiscutible, después de la travesía del desierto que ha vivido. Porque ahora todo el mundo dirá que es listo, brillante, alto, rubio y con los ojos azules, pero la verdad es que durante un largo periodo de tiempo han querido acabar con él como líder del PP. Y lo han hecho unos, dentro de su partido, y otros desde algunos medios de comunicación. Pero, paradojas de la vida, Mariano Rajoy va a acumular más poder que ningún otro presidente en la reciente democracia española. Su partido preside casi todas las comunidades autónomas, la mayor parte de los municipios importantes y, ahora, el Gobierno de España. La ventaja de esta situación es que podrá tomar las decisiones que considere oportunas para salir de la crisis, sin presiones de ningún partido minoritario o nacionalista.
A menor escala, ha habido otros ganadores el 20-N. IU, que ha pasado de 2 a 11 escaños, Amaiur, que irrumpe en el panorama político español con 7, y UPyD que logra casi un millón de votos, pero que los obtiene desigualmente repartidos por lo que le proporcionan cinco escaños, pese a lo cual no podrá tener grupo propio al no haber logrado el porcentaje exigido del 5%. La Ley Electoral española es profundamente injusta, pues el PNV con 325.000 votos o Amaiur con 333.000, obtienen más diputados que Rosa Díez con más de un millón. Y CiU, con 950.000, consigue 16 parlamentarios. Quizás haya llegado el momento de echarle una pensada a este sistema de reparto pero la experiencia dice que el partido que gana las elecciones nunca quiere cambiar la Ley, porque no le conviene.