Felipe González, posible presidente del Partido Socialista

La posibilidad de que Felipe González se haga cargo de la presidencia del PSOE en sustitución de Manuel Chaves se abre paso entre algunos dirigentes socialistas. ¿Vuelve Felipe González? Quienes han escuchado sus intervenciones en los últimos tiempos, de apoyo al candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, no dudan en afirmar que es la autoridad que necesita el partido tras la década de José Luis Rodríguez Zapatero y que aceptará la presidencia del PSOE si se la proponen en el próximo congreso de junio. Aunque se trata de un cargo honorífico, pocos dudan de que ayudará a relanzar el partido.
A sus 69 años, González demostró en la Conferencia Política del PSOE, el pasado fin de semana, que se encuentra en plena forma y cosechó el aplauso unánime de los participantes en el foro programático. La diferencia con Zapatero fue sustancial. Cierto es que, como gusta decir, tiene libertad para hablar --“puedo decir lo que me dé la gana porque no tengo ninguna responsabilidad institucional”, proclamó en su última intervención en Ferraz--, mientras que Zapatero sólo puede decir una pequeña parte de lo que piensa.

El clima de la citada Conferencia fue propicio para que González se dejara querer y se comprometiera a trabajar con Rubalcaba en la precampaña y la campaña electoral. “Estaré contigo hasta el 20 de noviembre”, le dijo públicamente. ¿Y después? Las fuentes consultadas afirman que seguirá disponible y avanzan que se dejará entronizar como presidente del PSOE si se lo proponen.

Antes del cónclave mencionado, González había mantenido algunas conversaciones con Rubalcaba y con el vicesecretario general, José Blanco, en la sede de Ferraz. La necesidad de impulsar la acción del partido y de vencer el pesimismo de la militancia tras el rotundo fracaso en los comicios del 22 de mayo, ha hecho que los dirigentes más evolucionados vuelvan la vista hacia él y haya aceptado colaborar en la campaña electoral.

Con una oficina de ex presidente, una pensión máxima de jubilación y una paga anual de 126.500 euros brutos como asesor de Gas Natural Fenosa, Felipe, un amante de la naturaleza que pasó de cultivar bonsáis a pulir piedras y a diseñar joyas en su taller, proclama a quien quiera oírle: “Yo no he dejado de ser un activista político”. Y los primeros en oírle han sido, lógicamente, sus compañeros, necesitados de apoyo en horas bajas.

Una década después de aquella “derrota dulce” que llevó a José María Aznar a la presidencia del Gobierno, en 1996, González fue nombrado presidente de la “comisión de sabios” para orientar la unidad institucional, política y económica de la Unión Europea (UE). Pero tras la unión monetaria, sin una verdadera supervisión y control directo y estricto del BCE sobre la banca, los avances han sido tan escasos que González se irrita ante los nacionalismos y los enemigos de la Unión.

Frente a la crisis económica, González tiene algunas ideas: es partidario de “mantener a ultranza la enseñanza y la sanidad pública”, pide al BCE que baje los tipos de interés, aboga por “perder la obsesión de mantener el euro muy por encima del dólar: ¿en qué nos beneficia para exportar” y, sobre todo, apuesta por la flexibilidad. “Estamos agobiados por la deuda y olvidamos que para pagar la deuda hay que crecer y crear empleo. Estoy por la estabilidad presupuestaria, pero no por la locura de pensar que hay que resolver el problema del déficit rápidamente a costa de que la economía no crezca”, proclama.

En el PSOE sólo Alfonso Guerra, que ha dedicado más de 50 de sus 70 años al partido, podría hacerle sombra a la hora de optar a la presidencia en el próximo congreso, pero, según algunos colaboradores consultados, a Guerra, cabeza de lista por Sevilla y presidente de la Fundación Pablo Iglesias, no se le ha pasado por la cabeza esa posibilidad. De hecho, fue el gran ausente en la Conferencia Política socialista.