Al final el caso DSK se ha quedado en nada: ni violación como Dios manda, ni conspiración de la CIA, ni de Sarkozy, ni de Perico de los Palotes. La fiscalía de Nueva York retira todos los cargos en medio de una polvareda de ridículo. La defensa brinda con champán francés. La acusadora se esfuerza en poner cara de víctima incomprendida pero lo que le sale es más bien una mueca de fastidio. De negociete frustrado.
No falta quien a estas alturas insiste en creer a la camarera del Sofitel a pesar de un tremendo historial de mentiras compulsivas que ha echado para atrás al superfiscal Cyrus Vance. ¿Pero y si esta historia fuese como la de Roberto y el lobo, dicen? ¿Y si por primera y dramática vez esta mujer decía la verdad?
Se podría alegar con éxito, y hasta con razón, que la verdad es un lujo. Un privilegio que no todo el mundo se puede permitir. Nafissatou Diallo mintió a las autoridades de inmigración de Estados Unidos cuando les dijo que había sido violada en grupo por soldados de su país. Esa es una mentira muy fea y muy gorda, y un precedente pésimo. Aunque, con la mano en el corazón: ¿quién no mentiría, por lo menos un poco, para salir de un país como Guinea? Ser pobre, mujer, africana y analfabeta, ¿no es una desigualdad de salida tan grande, tan enorme, que por momentos puede llegar a hacer casi inviable la virtud?
Yo nunca he creído que lo que sucedió en la suite del Sofitel fuese una violación. Tampoco creo que fuese exactamente amor libre. Siempre he pensado y sigo pensando que Dominique Strauss-Kahn es un seductor portentoso. Me podría seducir a mí. O quizás a ti que estás leyendo este artículo. No tengo tan claro que también a alguien como Nafissatou Diallo. La seducción, como la ironía, necesita cómplices. Y cierta proporción entre las partes. Follarse a la camarera que limpia tu suite de 3.000 dólares es como follarse a la criada o a la secretaria. Es un abuso de imaginación, más incluso que de poder. Es no querer darse cuenta de que incluso si la otra parte consiente, no está consintiendo porque sí. Es porque quiere o teme algo.
En mi opinión Dominique Strauss-Kahn sacó los pies del plato de una manera inconcebiblemente caciquil y estúpida. De una manera que a lo mejor le invalida para ser director gerente del FMI o presidente de Francia. Pero eso no le convierte automáticamente en un violador. La distinción es importante. Volviendo al ejemplo de la criada o de la secretaria, tú ante un patrón salido puedes reaccionar de varias maneras: puedes ceder o no ceder, puedes denunciar o puedes callar. Pero lo que no puedes hacer es dar gato por liebre. El acoso sexual es reprobable y hasta denunciable, pero no equivale a forzar a nadie. No es una violación técnica. No es lo mismo.
Y no es lo mismo porque hay una diferencia básica: ante el acoso sexual siempre se puede decir que no. Puede haber amenazas, puede haber consecuencias, pero hay margen de maniobra. Hay horquilla para la resistencia. Pasar por alto ese detalle es frivolizar el calvario de miles, qué digo miles, millones de mujeres realmente violadas a lo largo de toda la historia de la Humanidad y del mundo. No es lo mismo.
Y porque no es lo mismo, pretenderlo tampoco puede quedar impune. No pienso tanto en el honor de DSK (aunque, ¿quién sabe si un buen relaciones públicas no sería capaz de explotar políticamente su condición de ecce homo?) como en el de su señora, Anne Sinclair, que a lo largo de todo este asunto ha mantenido una fe y una lealtad apabullantes; algo tendrá este hombre cuando merece el apoyo incondicional de una mujer así.
Pero sobre todo pienso que aquello de víctima que haya realmente en Nafissatou Diallo, que seguro que lo hay, queda oscurecido por sus evidentes malas artes. Seguramente sabía quién era y cómo era DSK, y la única duda que tengo es si le tendió una trampa premeditada o improvisó. Como esas esposas que justo a la hora de negociar el convenio de divorcio descubren de repente que su marido era un maltratador. Y que con sus cínicas denuncias falsas frivolizan los verdaderos malos tratos que otras mujeres sí sufren. O acorralan económicamente a hombres inocentes (poniendo de paso a pagar las facturas y los platos rotos a sus nuevas parejas, es decir, a otras mujeres; hay feminismos con muy poco sentido de la responsabilidad colectiva).
Es posible que DSK merezca algún tipo de escarnio, pero la prioridad de la camarera nunca fue hacer justicia. Era meramente sacar dinero.
Lo cual nos lleva a una nota a pie de página inquietante: ¿qué habría pasado si Dominique Strauss-Kahn no hubiera tenido todo el dinero del mundo para probar su inocencia, o, más precisamente, para resistir mientras se disipaba su culpabilidad?
Menos mal que estas cosas no les pasan a los pobres. O no muy a menudo.
¡Si todo delincuente pagase con cárcel sus desafueros, a las cárceles, únicamente irían los decentes…!
¡Por falta de espacio, claro!
El depredador se ha convertido en un ángel. DSK dará más que hablar mientras no cure su peligrosa adicción.
Roberto iba con Alcázar y Pedrín. El del Lobo era Perico. Pero la historia que usted cuenta está muy bien.
He leído que el acto sexual duró 9 minutos. Pues sí, DSK debe ser un gran seductor. O eso o un violador en toda regla.
A mí me molesta mucho eso de etiquetar a la gente para siempre. No hay segundas oportunidades ni nada. Pues que nadie se equivoque jamás (si puede).
Respecto a la conducta de Anne Sinclair y a tu debilidad, Anna, por DSK, me temo que es sólo una cuestión de mal gusto.
Creo que las circumstancias excepcionales de la detencion (en caso de duda, con el tio en un avion para salir del pais, te guste o no, hay que deternerlo primero y preguntar despues), precipitaron este caso que en circumstancias normales no hubiera llegado donde llego. Como mujer, me decepcionan y me averguenzo de las que abusan de la condicion para sacar provecho. DSK no es un santo pero pretender una violacion es una falta de respeto para las mujeres que si que lo han sufrido.