La seguridad nunca fue el punto fuerte de los noruegos. Lo sabía el asesino de Utoya y las bandas de ladrones que, periódicamente, robaban alguna versión de El grito de Munch y se permitían dejar notas de agradecimiento a las autoridades por las facilidades que encontraban en su trabajo. Un país que tiene cárceles en cuyos patios los árboles son más altos que los muros y en el que la profesión de escolta no ofrece salidas profesionales demuestra que la seguridad no está entre sus obsesiones. Quienes han visto al rey Harald en Mallorca sin más compañía que una cerveza dan fe de ello.
Más que en la coerción, la vida en Noruega se basa en la confianza. El Estado confía en que los ciudadanos no tengan necesidad de robar el coche al vecino y en que no habrá nadie que la emprenda a tiros con sus semejantes. Los noruegos, a su vez, confían en las instituciones y en sus políticos, a los que pueden ver por la calle sin cita previa. Es posible, como se ha demostrado, que alguien rompa brutalmente ese clima, pero eso no debería poner en cuestión un modelo de convivencia que ha antepuesto la libertad al miedo.
Desde hace una década ese miedo sirve de coartada en Occidente a un progresivo recorte de los derechos individuales. La situación habitual es la de alerta, y aceptamos cualquier humillación con la excusa de que contribuye a la seguridad. Si uno de los objetivos del terrorismo islamista era modificar nuestros hábitos de vida puede decirse que perdimos la batalla. Vigilamos a los demás y ellos nos vigilan a nosotros, mientras miles de cámaras vigilan a todo el mundo. Y si no fuera porque se ha abusado mucho de las alarmas y estamos algo insensibilizados, rehusaríamos salir de casa o abrir el correo, por eso de que el ántrax siempre llega por carta certificada.
Nadie niega que el deber de cualquier Estado es proteger a sus habitantes y conjurar potenciales amenazas, pero ello no justifica poner a la democracia bajo la custodia de un régimen policial en el que todos son sospechosos. Indiscutiblemente, Noruega tiene ahora un problema, que no es la ultraderecha sino la paranoia.
Por favor pedir a amigos,conocidos,familiares que no voten ni al psoe ni al pp pasarlo por favor.Si nadie vota a estos dos partidos los que ganen tendran que cambiar las cosas sin posibilidad de no hacer nada.Estarian obligados a cambiar la justicia y la leyes electorales la clave es que psoe y pp no tengan ni un voto.GENERACION NI NI,NI PSOE NI PP PASARLO PORFAVOR,hablar de ello con familiares y amigos y que nadie les vote y TODOS A VOTAR.Que voten a quien sea menos psoe y pp gracias.
NI PSOE NI PP POR ESTO,corruptos 730 y los librados,29 años de gobierno,mitad salario de Francia,Alemania,Italia,Inglaterra etc,se regalan coches,trajes,VPOS,viajes y joyas,se perdonan sus deudas,colocacion hijos,primos,amigos,control medios y analistas de TODAS las tertulias y debates,se niegan saldar piso por hipoteca, incumplimiento programa electoral,(manipulacion ceoe,ccoo,ugt,iglesia,tv,periodicos,todos a sueldo)¿JUSTICIA?¿existe una justicia justa?NO..NI PSOE NI PP,PERO VOTA.GRACIAS.