Parecía aquel termómetro que se me rompió de pequeña. En el suelo quedaron esparcidas decenas de gotitas de mercurio. Despacio, con mucho cuidado, había que ir rodándolas con el dedo para agruparlas: la gota de Aravaca, la de Colmenarejo, la de Batán, la de la Prospe. Por el camino, al ir desplazándose las gotas, se les adherían briznas aún más pequeñas: ciudadanos en grupos de dos, ocho o doce personas que esperaban en una esquina para sumarse.
Ayer por la mañana en Madrid, el 15M resultaba un imán que atraía a cientos de ciudadanos a su paso: la gota de Las Rosas, la de Torrelodones, Arganzuela, Chamberí. Y en cada gran plaza de intersección, una nueva emoción: la bola se duplicaba de golpe, se triplicaba. La gota de Leganés-Getafe-Fuenlabrada confluía con la de Debod-Oeste-Moncloa en la Puerta de Toledo. Aplausos, gritos de júbilo, silbatos ardiendo. La bola crece y crece.
La cabecera va mutando, pero la reivindicación permanece: no al pacto del euro, no a los recortes sociales, no al desempleo ni la precariedad, no nos representan, y “vuestra crisis no la pagamos”. Por la Ronda de Valencia, tambores, palmas, bailes. Los lemas se parecen a los de otras manifestaciones del 15M, salvo por las pancartas contra la violencia y un nuevo grito: “No somos violentos, somos divertidos”. La movilización está tan organizada que los encuentros de las distintas columnas se van ajustando al horario previsto.
Pues si que hay perroflautas en Madrid, pienso cuando ya se ve una multitud que abarrota la Ronda de Valencia. Y me dispongo a hacer algunas entrevistas para confirmar el carácter marginal de los indignados. Carlos, 51 años, profesor de pintura: “Estoy aquí contra esta clase política al servicio de las grandes esferas de poder, los bancos, las petroleras. Y también contra los medios, que son cooperadores necesarios”. Juan Manuel, 52 años, traductor de inglés e impulsor de la Comisión de Limpieza de Sol: “La primera noche yo era el más viejo pero luego ya no. Soy parte del 15M, me siento identificado”. Un mes después, personas de todas las edades marchan hacia Neptuno, familias enteras, con niños, sin miedo. Katty, 32 años, comercial, consulta las redes sociales para saber qué ocurre en otras zonas de Madrid: “Está todo muy tranquilo”. Lo confirma Guillermo, de la Comisión de Respeto de Leganés: “No hemos tenido ninguna anomalía en todo el camino. Se ha coordinado bien lo del tráfico y la policía ha colaborado”.
Carabanchel Alto, Oporto, Marqués de Vadillo. En la Glorieta de Atocha, se subsumen la gota de Vallecas, Moratalaz, Retiro, Villaverde, San Blas. Más aplausos. Rostros emocionados de pura incredulidad. Una lágrima cae en el asfalto. “Y luego diréis que somos cinco o seis”. El ambiente es jovial, festivo, pacífico. Los cánticos suenan cada vez más fuerte, los silbatos pitan más. Tambores, panderetas. Cuando se enfila el Paseo de Recoletos, los primeros han llegado ya al final. Chamartín, Tetuán, Colón. Ya no hay principio ni final. Neptuno: la bola de mercurio se ha rehecho.
Ahora el problema: ¿cómo introducir el mercurio en el termómetro roto? ¿Cómo lidiar con el estallido social? Las puertas del Congreso quedan lejos en su blindaje, pero el aullido es tan potente que no se puede desoír. Las terminales mediáticas de los poderosos han probado todas las estrategias. Intentaron ignorarlo confiando en que se diluiría por sí solo, pero ya es multitudinario. Lo quisieron marginalizar: “Son perroflautas antisistema”. Trataron de desprestigiarlo: “Son violentos, son totalitarios”. Y hasta recurrieron al propio movimiento para negarlo: “Se ha desvirtuado la protesta inicial”. Han querido hablar de los medios para eludir los fines del movimiento. Se han centrado en las formas para hurtar el fondo del asunto. Han explotado consecuencias perversas, como la violencia, para escamotearnos las causas de este malestar. Ahora que han comprobado que el 15M se crece ante las adversidades, sólo les queda escuchar.
Una de los cosas buenas de este movimiento es que es nacional. Ayer en Zaragoza también estuvimos mucha gente en la calle. Puede leer que en Barcelona también, y en otros muchos sitios. Gente de todas partes cabreada con una clase política que se ha pasado varios pueblos.
«la mezquina rapacidad y el espíritu de monopolio de los mercaderes no son ni deben ser los gobernantes de la humanidad». Esa rapacidad de los mercaderes, curiosamente ahora son “ingenieros financieros” que no arriesgan su dinero, sino el nuestro, referido a los EEUU donde se planificó meticulosamente a conciencia la crisis, tiene al menos el limite sacrosanto de pagar hasta el último centavo al fisco, saben que de lo contrario irán a la cárcel. Aquí esos mismos mercaderes, se permiten el lujo de ganar tanto como ellos y además eludir sus obligaciones fiscales, saben que nunca irán a la cárcel. Estos días tenemos en nuestra sufrida España el ejemplo de un banquero que ha defraudado 200 millones de euros al fisco, al que siguen tratando con toda deferencia y respeto, en lugar de llamarlo delincuente, defraudador y chorizo y encerrarlo durante años. El periodismo, la política y los jueces, al servicio servil del poderoso. Indígnate.
Maravillosa tu participación en la Tertulia de Luis sobre «¿Han perdido fuerza los indignados?». Creo que, aunque de forma indirecta, una de las flaquezas que el movimiento del 15-M está destapando en nuestra democracia es, desgraciadamente, la de la ‘clase’ periodista. Gente muy poco formada (o que no sabe comunicar bien su formación) opina y juzga con demasiada y pagada facilidad sobre todo o casi todo. A falta de imparcialidad, uno hecha en falta por lo menos un mínimo de sensatez. Gracias por tu doble contribución a este respecto.
Muy bien dicho Irene, ahora les toca escuchar y yo añadiría y empezar a actuar en consecuencia para dar satisfacción a las justas demandas