Después de hojear el periódico diría Juan de Mairena a sus alumnos en clase de Geografía e Historia: “A ver, señor Bono, salga a la pizarra y escriba algo sobre Guinea Ecuatorial”. El alumno escribe: “Guinea es un país católico y polígamo”. Mairena: “No está mal”. El alumno: “Se me olvidaba, tiene mucho petróleo; convendría darse una vuelta por allí”.
El oro negro y la posibilidad de hacer buenos negocios ha empujado al presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, a pasar el fin de semana en Malabo y Bata, las dos poblaciones más importantes de la antigua colonia española, en compañía del presidente de la Comisión de Exteriores, Josep Antoni Durán i Lleida (CiU), el portavoz del PP Gustavo de Aristegui y el vicepresidente de la Comisión Mixta para la Unión Europea, Alex Sáez (PSOE).
La importancia institucional de la visita es elevada. El jefe del Legislativo español y sus acompañantes obedecen a una invitación del dictador-presidente Teodoro Obiang, quien se asiste de un Parlamento con un centenar de miembros de su tribu y partido, más uno de la oposición, lo que demuestra que desde que sucedió a su tío Macías, fusilado ante una tapia, ese señor no ha hecho más que evolucionar hacia la democracia.
Antes de que los norteamericanos y los franceses pinchasen la bolsa de petróleo, llegaron a Madrid unos súbditos de Obiang, procedentes de la isla de Anobon. La policía y los militares entraron a saco, les apalearon, mataron a varios y expulsaron a los supervivientes. Obiang había vendido la isla a los alemanes para que depositasen allí sus residuos nucleares. Las denuncias de aquella pobre gente no surtieron ningún efecto, lógicamente.
Después, cuando empezó a manar petróleo a razón de 300.000 barriles diarios, la evolución de Guinea Ecuatorial hacia la democracia adquirió muchísimo interés. El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, visitó el país, saludó efusivamente al dictador y le ofreció cooperación. A través del Banco Africano para el desarrollo, España sufraga proyectos por valor de unos 50 millones de dólares para ayudar a ese señor a poner en marcha su administración civil y policial.
No importa si un hijo de Obiang vive dispendiosamente en Miami o si sus familiares llevan una vida regalada en Europa con el dinero que mana del subsuelo. Lo importante es que brotan petrodólares y que España puede ayudar a que algunas migajas lleguen a la gente. Así, por ejemplo, puede vender 700 libros de temática guineana a la flamante Biblioteca Nacional de Malabo por el módico precio de 300.000 euros; instalar kioscos de chapa y metacrilato a precio de oro en el paseo marítimo de la capital para que la gente pueda comprar revistas; construir viviendas dignas, como ha hecho en Seseña (Toledo) el Pocero de Vallecas, amigo de Bono y, en fin, recuperar algunas fincas cafeteras que expropió Macías a unos catalanes amigos de Durán.
¿Este no será el mismo Aristegui que en El Mundo critica a Mubarak o a Chavez por sus actitudes antidemocráticas?
¿Por qué van a cumplimentar a un dictador en vez de sumarse a los manifestantes en El Cairo?
Lo de esos tipos es de verguenza ajena.
Y pensar que los americanos obligaron a decir que no había petróleo hasta que lograron sacar a Repsol de allí… manda gónadas.
¡Quédense!