Del ministro de Industria y Turismo, Miguel Sebastián, no se acuerda casi nadie para bien, debido a la “fuerte y excepcional” –según José Luis Rodríguez Zapatero-- subida del precio de la energía eléctrica. Además de por el “tarifazo” del 10%, “algo más de dos cafés”, Sebastián es noticia porque no ha puesto en marcha una sola medida efectiva del plan de ahorro energético en los edificios públicos que aprobó el Consejo de Ministros hace más de un año.
En efecto, después de su famosa polémica con José Bono a cuenta del calor –que no color-- de la corbata, y de la luminosa idea de “regalar” una bombilla de bajo consumo por hogar, con un coste de varias decenas de millones de euros y unos resultados dudosos, pues cientos de miles de lámparas se perdieron por el camino, anunció un brillante plan de ahorro energético en 330 edificios de la Administración General del Estado. Aquello fue en el Consejo de Ministros de 11 de diciembre de 2009.
El 26 de enero, el plan de publicó en el BOE. En el plazo de tres meses se iban a seleccionar 95 edificios para comenzar a instalar los sistemas de calefacción, aire acondicionado y luz que permitiesen ahorrar un porrón de millones y reducir las emisiones de CO2. El 24 de marzo, Sebastián citó en el salón de actos del Ministerio a representantes de las empresas de servicios energéticos, conocidas como ESEs, y acudieron más de 300. Dispuso que se les dieran 6,7 millones de euros del Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDAE) a modo de apoyo y fomento del “diálogo competitivo”.
La idea de Sebastián era tan brillante que además, no iba a costar un euro. Las ESEs realizarían la inversión y la amortizarían con el resultado del ahorro energético durante el tiempo de duración del contrato. Y puesto que se iban a crear muchísimos puestos de trabajo, el propio Zapatero no dudó un instante en echar las cuentas y proclamar que España estaba en disposición de crear “un millón de empleos verdes”. Acto seguido, en el Consejo de Ministros del 16 de julio de 2010, aprobó un “plan de impulso a la contratación de servicios energéticos” que iba a afectar a 2000 edificios públicos de las tres administraciones.
La derecha política se interesó por el asunto. Lógico. María Salom y otros cuatro diputados del PP formularon preguntas sobre el magnífico plan de Sebastián y su aplicación real. La última pregunta la registró María Amparo Ferrando, que además es concejala de cultura y patrimonio en Alcoy (Alicante). Y la respuesta la recibió unas horas antes de acudir ayer a la cabalgata de Reyes, la más antigua de España. “No se ha realizado ninguna inversión en medidas de ahorro energético en los edificios de la Administración General del Estado”, le dice Sebastián. “¡Qué decepción!”, exclama Ferrando. Sin embargo, tras un año en blanco, el ministro no considera que el proyecto haya fracasado. Lo que pasa, añade, es que “no ha transcurrido el tiempo suficiente para cumplir con las diferentes fases de ambos planes”. Y concluye: “Todavía no han vencido los plazos para sacar a concurso los contratos de servicios energéticos”.
Por lo menos habrán puesto lámparas de bajo consumo…¿o no?
Hagan una investigación de lo que se hizo del plan bombillas y se llevarán una buena sorpresa de cómo se lo llevaron crudo, despreciando ofertas de reparto económicas y eficaces.
Si es cierto que miles de bombillas sebastianas se quedaron por el camino, como afirma usted, don Luis, habría que investigar a quién ha beneficiado ese despiste. El símil con lo que pasa en los países subdesarrollados de gobiernos hipercorruptos, tipo Tanzania, es inevitable. Por otra parte, el ejmplo público no puede ser peor: así va en España lo de ahorrar en favor de la Tierra.
Ramón, ¿no podría ser usted más explícito? La historia suena a mucha chicha.