Alfredo Pérez Rubalcaba, el gobierno, y José Blanco, el partido. Ese es el reparto. A grandes rasgos, el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha reordenado sus fuerzas en el Ejecutivo, así como en su partido, para tratar de remontar la peor valoración ante la ciudadanía con que se ha enfrentado desde su llegada a la secretaría general del PSOE, en 2000. Ahora que tiene garantizada la estabilidad parlamentaria para acometer las reformas económicas que se ha propuesto llevar a cabo, ha puesto en marcha la reestructuración que pensó acometer antes del verano, pero que tuvo que envainarse, mientras los mercados financieros dejaban contra las cuerdas a la economía española y en un rincón sus convicciones sobre las políticas de izquierdas. Para esta nueva etapa, sus hombres de confianza (aunque hayan demostrado que no son infalibles, al embarcarle recientemente en la derrota de las elecciones primarias en Madrid) son Blanco y Rubalcaba. Son sus hombres fuertes.
Además, cuando Zapatero sigue manteniendo la incógnita sobre su continuidad como cartel electoral en 2012, la remodelación que acaba de acometer en su gabinete deja en primera posición de salida, en caso de que haya que buscar un sucesor, al incombustible Rubalcaba. Claro que en el PSOE la designación “digital” de candidatos nunca ha salido bien. Pero, de producirse, todavía falta mucho tiempo y muchas encuestas para que llegue el momento de tomar o no esa decisión.
El cambio de gobierno tiene varias lecturas y guiños implícitos. El primero, a los barones del partido, angustiados ante la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas y a sus potenciales votantes, desmovilizados, desmotivados y convencidos de una derrota segura. El cambio es una señal: se puede remontar, con peso político y dejando el margen de error en cero. Para ello, ¡quién mejor que el Fouché del siglo XX y XXI, Alfredo Pérez Rubalcaba! Eso es lo que debe haber pensado Zapatero. A Rubalcaba sigue confiándole la política antiterrorista, que va razonablemente bien, pero le encomienda la tarea que, desde que llegó al gobierno, confió a Teresa Fernández De la Vega: coordinar la acción del Ejecutivo y explicar, comunicar y hacer mucha pedagogía sobre las tareas a acometer en los próximos tiempos.
Contra Fernández De la Vega han pesado las evidentes descoordinaciones en el seno del gobierno, que se han vivido en los últimos tiempos y la guerra desencadenada entre ella y la vicepresidenta segunda y titular de Economía, Elena Salgado. No había química entre ellas y sí mucho vitriolo. Tanto que, en las múltiples quinielas que se han ido anticipando sobre hipotéticas crisis de gobierno, se simultaneaba la salida de la una o de la otra del Ejecutivo. Pero permanecer juntas, nunca. Finalmente, la batalla la gana la vicepresidenta segunda, pero eso se debe, según opina un alto dirigente del PSOE, a que “esta crisis lleva el sello de Rubalcaba, con alguna aportación de Blanco, pero sobretodo, es cosa de Alfredo”. Y en ese puzle, hay que recordar que Elena Salgado llegó al gobierno, como ministra de Sanidad, a sugerencia de Alfredo Pérez Rubalcaba y que fue Rubalcaba quien sopló también su nombre a Zapatero cuando hubo que relevar a Pedro Solbes. Caída en desgracia ante la opinión pública por sus escasas dotes parlamentarias, amén de ciertas descoordinaciones y errores atribuidos al ministerio de economía, Rubalcaba le ha echado la penúltima mano (la anterior se la ofreció cuando le facilitó algunos reproches que lanzar a la cara a Mariano Rajoy en el debate de la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado y la vicepresidenta, con una agresividad renovada, se los espetó uno a uno al líder de la oposición)y Salgado se mantiene en el gobierno, con el camino despejado, ahora que tiene garantizado el apoyo para sus reformas económicas.
Rubalcaba, miembro de la “vieja guardia” va a hacer, según han asegurado fuentes del PP a cuartopoder.es “lo mejor que se le da: de enterrador de gobiernos del PSOE”. Pero más allá de eslóganes, la tarea encomendada a Rubalcaba, según fuentes gubernamentales, es otra bien distinta. Dada por segura la derrota del PSC y el final del Tripartito, de Rubalcaba espera Zapatero que, con sus malabares, sea capaz de rescatar amistades e intereses de CiU, con una mano, mientras con la otra y con la ayuda del hasta ahora eurodiputado Ramón Jáuregui (que fuera su estrecho colaborador cuando Rubalcaba ejercía de portavoz parlamentario y pactaba a dos manos con casi todos los partidos de la Cámara) mantiene amistades y acuerdos con el PNV.
El guiño a los sectores de izquierda y sindicales que destila la nueva la composición del gobierno , lo aportan la nueva ministra de Agricultura, Medio Ambiente y Marino, Rosa Aguilar y el nuevo ministro de Trabajo, Valeriano Gómez. Ella, procedente de IU; él , ex secretario general de empleo, procedente de UGT y uno de los asistentes a la manifestación del pasado 29 de octubre con motivo de la huelga general contra la reforma laboral. Ambos son aportación exclusiva del presidente del gobierno, preocupado como está por el abandono de los votantes de izquierdas y en un intento por recuperarlos.
En cuanto al partido, la incorporación del todavía presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, a la secretaría de organización, no tiene otra lectura posible que la recuperación de Blanco de las riendas, con Leire Pajín ya fuera de la estructura. Marcelino Iglesias, presidente saliente, quien decidiera en su día limitar su mandato y dar paso a Eva Almunia en el cartel electoral del PSOE de Aragón, mantiene excelentes relaciones y sintonía con Blanco y conoce bien a todos los barones, así como sus inquietudes a 7 meses de las elecciones. Iglesias será correa de transmisión del ministro y vicesecretario general del PSOE, José Blanco y su misión, poner a punto el partido para evitar que la catástrofe de 1995 se repita.
Con todo, Zapatero quiere dar la batalla a las encuestas y a un PP que se las prometía muy felices, esperando ver pasar el cadáver de su enemigo, si no en 2010, en 2012. Ahora habrá que ver si el presidente consigue su objetivo, apoyándose en Rubalcaba y Blanco, y si, como comenta con ironía un dirigente del PSOE, “este muerto está muy vivo y el PP se equivocará si se empecina en tratarle como a un cadáver político, porque, con Zapatero…antes de cantar victoria ¡hay que comprobar si el cadáver sigue frío 24 horas después del funeral!”
a los españoles siempre nos quedara Portugal y al PSOE Rubalcaba.Está claro que no hay ni acta de defunción ni rajoy es firme ganador.habra que esperar…
¡Enhorabuena, Esther! Un puntazo adelantar lo de Leire Pajín en el mes de junio. https://www.cuartopoder.es/depixieadixit/zapatero-hara-ministra-a-pajin-y-recortara-ministerios-y-vicepresidencias/177
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El orden de los factores no altera el resultado. Por mas que Zapatero cambie ministros no altera el resultado de un gobierno desgastado. Esto responde a una campana de relaciones publicas. El cambio real es un cambio de gobierno porque de eso trata la democracia.
En Democracia los camb os de gobierno se hacen o en el Parlamento mediante una moción de censura, o en las urnas,mediante unas elecciones. ¿Por qué no se atreve el PP a presentar una moción de censura a ZP? ¿No será acaso porque carece de programa y de candidato competente, aceptables ambos para la mayoría de los parlamentarios?