Coincido en CNN+ con Carlos Sánchez, del colectivo Iglesia sin Abusos. Una sola de sus frases bastaría para ilustrar el desconcierto de los católicos. “Cuando asisto a una junta de vecinos”, me dice, “discutimos y votamos para decidir. Cuando estoy en mi parroquia, ni puedo discutir, ni votar, ni decidir”. Puesto que, para los creyentes sinceros, Dios es más importante que la pocería de su comunidad, me hago cargo de su desilusión.
Debió de sentir una frustración parecida al leer la carta del Papa Benedicto XVI a los católicos irlandeses, en la que proponía “algunas medidas concretas para afrontar la situación”, es decir, para abordar la pederastia en el seno de la Iglesia. Por ejemplo: “Con la oración ferviente ante la presencia real del señor, podéis llevar a cabo la reparación por los pecados de abusos que han causado tanto daño”.
La frase revela cómo la Iglesia sigue sin admitir que la única reparación posible de los abusos sexuales a menores se da cuando la justicia civil persigue y condena a los agresores, que son delincuentes para todos, además de pecadores para una cierta proporción de la humanidad. Esta resistencia a aceptar la justicia civil es una de las causas del encubrimiento, la complicidad y el silencio con que la Iglesia ha favorecido durante décadas a los curas abusadores en todo el mundo.
Además, otros rasgos propios de la institución obligan a considerar la pederastia como un problema estructural de la Iglesia -no masivo, si se piensa en los 400.000 sacerdotes católicos que predican por esos mundos de Dios- pero sí estructural porque lo alimentan dos cualidades específicas de la organización de la Iglesia: la jerarquía y la impunidad.
La visión jerárquica del mundo, propia de todas las religiones, concibe las relaciones humanas en términos de poder, por eso Carlos Sánchez no puede discutir ni votar en su parroquia. Es verdad que se dan muchos casos particulares de curas que conciben su trabajo como servicio y no como dominación. Pero por desgracia, no se ve así entre los dirigentes católicos, que buscan perpetuar su influencia no sólo sobre los creyentes, sino sobre toda la sociedad. Allí donde hay relaciones de poder, hay abuso de poder, cuya encarnación más aberrante es la pederastia.
En cuanto a la impunidad, a estas alturas requiere poca demostración. El caso más ilustrativo es el del propio Benedicto XVI que, siendo cardenal, tuvo sobre su mesa el caso del padre Murphy estadounidense, y no hizo nada por ponerlo en manos de la justicia, sino que buscó una “solución pastoral” pese a que se acusaba al cura de haber abusado de 200 niños, sordos además, para hacer más evidente el abuso del poderoso frente al débil.
Todo esto que resulta tan claro, la Iglesia no lo ve. Y además tiembla ante la sola idea de renunciar a esa estructura que le ha concedido la hegemonía social durante siglos. Por eso no va a reflexionar sobre su visión jerárquica de las relaciones humanas o su inevitable sometimiento a la ley civil, sino que va a aferrarse a su estructura anquilosada. Por eso seguirá habiendo curas pederastas.
En España, los seminarios y internados de frailes han sido (no sé si son todavía) centros de abusos sexuales de la curia durante muchos años, cuando ni se podía protestar ni, mucho menos, denunciar. Haría falta valentía para hacer un libro de muchas páginas, desde luego.
Irene, alguna cosilla de esto ya comentamos. Apuntas muy bien las condiciones que lo facilitan: poder (abuso de) e impunidad. Insistiré en la materia de fondo: SEXO. Que salvo en un plano místico y/o sublimado en «Santa» Teresa «de Jesús» o «San» Juan de la «Cruz», el celibato y la prohibición de joder, por decirlo fino, produce en hermanos y hermanas, padres y altísimos todos esos pecadillos que el Papa aún cree reparar con 4 padrenuestros fervorosos…
Besote.
Seguirá habiendo curas pederastas porque seguirá habiendo hombres pederastas.
El artículo dice: «La visión jerárquica del mundo, propia de todas las religiones, concibe las relaciones humanas en términos de poder».
Pienso al respecto que cualquier relación humana esconde relaciones de poder.
Dices que la pederastia es un problema estructural que «lo alimentan dos cualidades específicas de la organización de la Iglesia: la jerarquía y la impunidad». Además, la iglesia tiene otro problema fundamental, que es considerar el sexo como algo pecaminoso en si mismo, con el corolario del celibato obligado para los sacerdotes.
el problema es la estructura de la iglesia católica, su burocratización
Hay católicos de base muy piadosos, humildes y conscientes de la sociedad en la que viven. Comprometidos
Los curas de base está muy cerca de sus ciudadanos, viven sus problemas. La gerarquía católica, la que sigue las consignas del vaticano (de la que se desentienden ciudadanos y curas de base) es la que mantiene una actitud más prepotente. Están interesados en el poder, el dinero y en mantener sus privilegios. Si hay que justificar la pederastia, se justifica, si hace falta se justifica el franquismo y el nazismo. Y en lugares como euskadi se mantiene una actitud insolidaria con las víctimas del terrorismo