DÍA MUNDIAL DE LOS TRABAJADORES / Entrevista con el secretario general de Comisiones Obreras por el 1 de mayo
Unai Sordo: “Ciudadanos tiene un concepto peligroso de lo que es una democracia»
Unai Sordo (Barakaldo, 1972) llegó a la secretaría de Comisiones Obreras (CCOO) hace casi un año. Su nombramiento sugería una renovación, una nueva página en blanco dentro de un libro con capítulos brillantes y otros más grisáceos. El sindicato no pasaba por su mejor momento, tras una crisis institucional, que acrecentó la desconfianza de los ciudadanos, y una crisis económica que arrasó con todo, también con los derechos laborales.
Ahora, a las puertas de la recuperación, CCOO exigirá para el 1 de mayo mayores cotas de igualdad, mejores salarios, menos precariedad y pensiones más altas. Sordo es consciente de que para que su mensaje cale, especialmente, entre los más jóvenes, tiene que hacer una “pedagogía nueva para unas generaciones de españoles que no entienden para qué sirve un sindicato”. Los trabajadores recién llegados no han crecido en la Transición, pero sí en el 15-M. En ello están.
Durante la entrevista, cuartopoder.es charla sobre las plataformas digitales, los falsos autónomos, los trabajadores pobres o los parados de larga duración.
— 2018 es un punto de inflexión con respecto a los años de crisis anteriores, ¿cuál será el mensaje de CCOO para el 1 de mayo?
"O hay distribución o va a haber un conflicto creciente"
— Es cualitativamente distinto. El año anterior aún persistían las secuelas poscrisis, aún existía un poco de la psicosis de la crisis económica. El mensaje ahora tiene que ser nítido: este país crece, pero no reparte el crecimiento. Produce más bienes y servicios que antes de la crisis y las empresas ganan 36.000 millones más de euros más. Sin embargo, los salarios siguen sin aumentar, a las pensiones se les aplican subidas ridículas y la precariedad laboral sigue instalada en una parte muy importante de la clase trabajadora. Hay que repartir el crecimiento. O hay distribución o va a haber un conflicto creciente.
— ¿Ese conflicto creciente acabará en una huelga general en 2018?
— Yo no descarto ese escenario. Creemos que tiene que haber una secuencia natural. Tenemos que poner propuestas encima de la mesa, ir a un proceso de movilización creciente, ver qué respuesta tiene y ver qué voluntad hay de cambiar la orientación de las políticas. Alguno dirá que el Gobierno no tiene voluntad y yo también lo creo, pero lo que sí tiene son debilidades. Si somos capaces de ir moviendo la calle e ir generando propuesta con un amplio de consenso social, podemos acabar modificando la políticas de Gobierno y de la patronal.
— ¿En qué momento se encuentra ahora esa negociación con ellos?
— En un momento de ‘impasse’. Al Gobierno le gusta intentar llegar a acuerdos de perfil bajo, como intentó con la brecha salarial, que eran propuestas cosméticas. Por tanto, el Ejecutivo en esa clave está dispuesto a hablar, pero nosotros pensamos que esa fase ha quedado atrás. No vale. La patronal está absolutamente cómoda después de las últimas reformas laborales. Se le han dado muchas bazas y poder para reducir salarios, despedir, bloquear la negocación de los convenios colectivos… El empresario tiene pocos incentivos para llegar a acuerdos. Por eso es importante la movilización creciente.
— Hablando de orientación de políticas, ahora hay otro partido que puede desbancar al PP en su nicho electoral, Ciudadanos. En estos meses, hemos podido ver ya algunas de sus propuestas, ¿qué opinión les merecen a los sindicatos?
"Si el PP es una taza, Ciudadanos es taza y media, en lo laboral y en lo económico"
— En general, me parece que si el PP es una taza, Ciudadanos es taza y media, en lo laboral y en lo económico. Es un partido que tiene un concepto liberal de la economía, quiere desregularización y que las relaciones laborales sean mercantiles. No tiene un concepto de diálogo social, ni de la capacidad de los trabajadores, a través de los sindicatos, de ser interlocutores sociales. Es un partido que las propuestas que hace públicas no pintan nada bien para los intereses de la mayoría de los trabajadores. Me preocupan más las que no hace públicas. Tiene un concepto peligroso de lo que es una democracia en sentido amplio, que va más allá de los partidos y que tiene otras instituciones y otros espacios de intervención, como el diálogo social, la negociación colectiva, los sindicatos o de las organizaciones empresariales. Tiene una visión dogmática liberal, que les lleva a pensar que el mercado de trabajo es un mercado más, donde hay trabajadores y empresas como podría haber tornillos y tuercas.
— Hemos hablado precisamente de la desregularización del mercado. En los últimos años se ha hecho mucho más complejo y lo sindicatos tienen menos armas…
— En los últimos años han tratado de quitarnos las armas más potentes. Sin embargo, durante la negociación de las condiciones de trabajo, el sindicalismo sigue teniendo un protagonismo claro allí donde está más implantado. Es verdad que hay muchos miles de trabajadores que están en pequeñas empresas o en nuevos modelos empresariales, donde las herramientas de regulación colectiva clásicas no son tan útiles porque la legislación ha hecho que no sean tan útiles. El empresariado en España se ha acostumbrado a trabajar con colchones de temporales muy grandes, que cuando hay algún problema se les despide. Esta cultura tan nefasta de la gestión de empresas debilita el sujeto colectivo del trabajo. Eso es el sindicato.
— Otro problema importante, los falsos autónomos y las plataforma digitales, ¿cómo interviene el sindicato cuando no hay centro de trabajo y se dan relaciones tan abusivas?
"Lo que la empresa ha desintegrado, el sindicato tiene que reintegrarlo"
— Primero se pasó de la empresa integrada a otra más fragmentaba cuando los centros de trabajo comenzaron a funcionar en red y en cadenas de subcontratación. El siguiente paso es incluso desmaterializar el centro de trabajo. Se dan situaciones de todo tipo, donde conviven trabajadores clásicos con autónomos o autónomos dependientes. Cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas. Habrá que buscar nuevas fórmulas de organización, a través de plataformas y digitalización. Al final se trata de construir un sujeto colectivo. Lo que la empresa ha desintegrado, el sindicato tiene que reintegrarlo. La sección sindical de una empresa tiene que trabajar también en red con los trabajadores que pivotan en su entorno, donde hay precarios, gente que no está más de 3 meses en la empresa o falsos autónomos. Tenemos que intervenir ahí. Vincular lo fuerte con lo debilitado es fundamental.
— Si un rider o un falso autónomo lee esta entrevista se estará preguntando si puede acercarse al sindicato…
— Sí, tiene que acercarse al sindicato. Por muy nombre en inglés que tenga su trabajo, pertenecerá a alguna actividad concreta. Hay organizaciones sindicales en pueblos y ciudades para que se acerque, aunque no sepa ni qué actividad tiene. Tenemos que ver cómo le ponemos en relación con otros trabajadores que estén en su situación, quién es la empresa para la que trabaja, con quién se pueden negociar sus condiciones…
— Otro gran problema: un 14% de trabajadores pobres.
— Muchos de los trabajadores pobres tienen que ver con las actividades que se han externalizado y precarizado aún más. Hay que poner dos medidas sobre la mesa. La primera, la subida de los salarios, particularmente, de los más bajos. Ha llegado el momento de plantear que tiene que haber salarios mínimos de convenio, que no todas las subidas pueden ser solo porcentuales. Un 2,8% de un salario de 2.000 euros tiene cierta envergadura, pero en un sueldo 700 euros es una subida menor. Hemos hecho un primer intento con el aumento del salario mínimo interprofesional, que en España siempre ha sido ridículamente bajo. Hay estadísticas preocupantes. Si comparas salarios de 2008 con 2015, en una cesta de puestos de trabajo iguales, la caída de salario real es del 7,6%, pero en el 10% de los salarios más bajos la caída es del 22,4%. Ahí está el trabajo parcial, las categorías más bajas, el trabajo femenino, etc. Por eso se ha producido la dualidad social de España.
— Hay muchas personas que perdieron su empleo durante los años más duros de la crisis. Sin embargo, hay determinados trabajos que, pese a la recuperación, no van a volver, ¿hay suficiente protección para esta gente?
— Es otra línea de reflexión interesante. Es cierto que desaparecerán muchos puestos de trabajo, pero yo creo que se sustituirán por otros. A partir de algunas edades habrá personas que, por muy bien que se hagan las políticas de reciclaje, se quedarán fuera del mercado laboral. Hay que impulsar dos medidas. La primera, mejorar las políticas activas de empleo. Yo no lanzaría un mensaje de resignación. Creo que España tiene mucho margen de mejora en este terreno para que ocurra lo menos posible. Ahora bien, como sabemos que sucederá, hay que abrir el debate de las rentas mínimas. Creo que la prestación de desempleo no sirve para el parado de larga duración y más, a partir de ciertas edades. Esta prestación está pensada para pasar como mucho hasta dos años, pero luego queda desbordada. Ahí hay que ampliar el universo de prestaciones. Ahí hay otra pregunta, ¿cómo se paga esto?
— Con los impuestos.
"El populismo fiscal está muy extendido y es frecuente oír que hay que bajar impuestos"
— Eso es. Si estos temas se desligan del debate fiscal, se quedan colgados. El populismo fiscal está muy extendido y es frecuente oír que hay que bajar impuestos o que el dinero donde mejor está es en los bolsillos del contribuyente. Para el que gana 200.000 euros seguro que sí, para el que gana 800 euros, 3 euros más no le soluciona nada, pero tener acceso a unos buenos servicios públicos, sí.
— En las últimas semanas se debate sobre la libertad de expresión, ¿usted cree que durante los últimos años se ha criminalizado la protesta?
— Sí, a partir del año 2012, con las dos huelgas generales y el movimiento de protesta espontáneo que surgió en las calles se produjo un ejercicio de persecución de algunas libertades con penas absolutamente desproporcionadas. Esto no es una casualidad, tiene que ver con el momento histórico. Estamos sufriendo el desmontaje de una parte no menor del modelo social que hemos conocido en Europa en los últimos años. Es un proceso económico que están generando mayores cotas de desigualdades y esto acaba generando protesta social. Se ha promovido a través de las leyes mordaza o algunos artículos tardofranquistas del Código Penal.
— Muchos se preguntan estos días por qué los sindicatos mayoritarios y las coordinadoras de pensiones no van juntas a las protestas, ¿por qué esa desunión?
— En algunos sitios hemos convocado juntos porque, de hecho, en algunas coordinadoras hay personas de los sindicatos. En otros sitios no ha sido posible. Hay algunas personas que coordinan estas organizaciones que prefieren no confluir con organizaciones, en general, y con organizaciones sindicales, en particular. Yo no creo que, en la cuestión de movilizarse, la disputa sea si hay que llevar banderas o no, lo importante es generar una fuerte movilización social de rechazo a las políticas de recortes y tener todos altura de miras para saber que en siglo XXI las formas de expresión del descontento son distintas a las de hace 30 años. El sindicalismo juega un papel y otras formas de movimiento social, otro.
— Otro tema que supongo que os ha dado algún dolor de cabeza es el 8 de marzo. Habéis explicado varias veces por qué no se convocó la huelga, ¿por qué elegisteis paro?
— Dolor de cabeza ninguno. Yo he disfrutado mucho preparando el 8 de marzo. Creímos que el 8 de marzo tenía que tener un paro laboral porque la desigualdad de género no se puede entender sin entender las brechas en el mundo del trabajo. Pero no se explica sólo desde ese prima. También hay elementos sociológicos y culturales en una sociedad donde está muy arraigado el patriarcado. Queríamos esa dimensión laboral, pero que no fuera una respuesta laboral al uso. Por eso, convocamos los paros de 2 horas, que cumplieron con su función. Llevó el debate de la brecha salarial y la desigualdad a los centros de trabajo. Convocar una huelga es relativamente sencillo, organizarla en los centros de trabajo es bastante más complicado. Yo estoy satisfecho de que en estos centros se hayan hecho asambleas, paros parciales para hablar de brecha salarial, techo de cristal, segregación ocupacional, el contrato a tiempo parcial feminizado… Sabíamos que el 8 de marzo iba a haber una movilización social histórica.
— Cambiamos radicalmente de tema. Vamos a Cataluña. Usted ha dicho que no considera presos políticos a los exconsellers, ¿cuál es exactamente la posición de CCOO en Cataluña?
— En primer lugar, hay que decir que en Cataluña hay un conflicto político. Los conflictos políticos se deben conducir y solucionar en espacios de negociación y diálogo político y no judicializando la vida política. Cuando hay actuaciones que están fuera de las leyes, un responsable político sabe que puede contraer una responsabilidad penal.
"Pensamos que se abusa de la prisión preventiva en España"
En segundo lugar, hemos dicho que no compartimos la estrategia del procés. En nuestra opinión ha polarizado la sociedad catalana y después, por reacción, la española. No estamos por la vía de la unilateralidad ni por la independencia, siendo ésta un objetivo político legítimo.
No estamos de acuerdo con la posición del Gobierno. Ha estado un lustro mirando para otro lado. En España tendría que haberse acometido un debate sobre el modelo territorial y una reforma constitucional. Es un contexto muy diferente al del 78, han pasado muchas cosas en este país, como la entrada en la Unión Europea. Tendría que haber tenido una actitud más proactiva.
La actuación del sistema judicial tiene elementos de exceso y determinadas tipificaciones no estaban bien hechas. No es que lo digamos nosotros, es que probable que lo acabe señalando en el ámbito judicial europeo. La tipificación de rebelión iba a traer problemas. También pensamos que se abusa de la prisión preventiva en España.
— Estos días se ha publicado que esta posición de CCOO sobre Cataluña les ha producido una pérdida de afiliados, ¿es así? ¿les preocupa?
— A mí me preocupa que un solo afiliado se dé de baja. Entiendo que son temas que han creado mucha controversia y hay gente que se sienta incómoda, pero no hay ningún proceso de bajas masivas en CCOO. Hay algunas decenas de personas que nos han explicado que no están de acuerdo, pero creo que la posición que tenemos recoge el conjunto de visiones plurales. Es verdad que es un tema que ha tensionado. El dato certero de cuánta gente se ha dado de baja no lo tendremos hasta junio. Los goteos del día a día son muy minoritarios, unas decenas.