El sueño neoliberal de Esperanza Aguirre ha sido – y todavía es- una realidad maravillosa para muchos de sus votantes. Ha superado incluso los portentos revelados por José al Faraón de Egipto, que fueron estrictamente vitalicios y de duración inferior. La condesa de Bornos y grande de España cumplió cuando le tocaba los deberes del matriarcado y legó a su hijo político –el hoy preterido González- la mejor de sus fantasías oníricas. La Faraona de Madrid –con permiso de Lola Flores- acuñó una moneda de oro que aún tiene curso legal. Siete años de vacas gordas eran suficientes para la antigua economía egipcia. No para Esperanza Aguirre. Ella quería más y lo ha conseguido. Sin embargo, ya suena la hora del adiós. Sic transit gloria mundi.
La mayoría absoluta que tiene el Partido Popular en la Comunidad de Madrid se remonta al año 1995. Desde ese momento, y hasta la actualidad, sus dirigentes han disfrutado de forma ininterrumpida de un poder incontestable en la región. Pero esa línea de continuidad orgánica no es unidimensional según una clasificación ideológica. La línea recta se curva en 2003 con la llegada a la presidencia de la Comunidad de Esperanza Aguirre y su revolución neoliberal. Se aceleran entonces en los dirigentes madrileños su desconfianza hacia el sector público, sus técnicas administrativas de gestión empresarial a la última, las privatizaciones… Y, sobre todo lo demás, se da un giro copernicano a la política tributaria.
Los hitos principales de esa inversión de los valores transforman de manera programada y constante el Impuesto sobre Sucesiones. Primero fue, en 2004, la eliminación casi absoluta de las herencias para los descendientes de edad inferior a 21 años. Pocos años después ocurriría lo mismo con las adquisiciones mortis causa del cónyuge, ascendientes y descendientes, sin ninguna condición o requisito de edad. Esperanza Aguirre, entre tanto, ya había otorgado el mismo trato de favor a las donaciones efectuadas en el núcleo de la familia. Los conservadores siempre alegan que es un abuso inmisericorde gravar las herencias, importunando a los allegados, en medio de su sufrimiento, con otra dolorosa. Doña Esperanza, sin embargo, demostró con sus medidas para las donaciones que tenía soluciones indoloras para los grandes traspasos patrimoniales sin necesidad de lágrimas y exequias a los difuntos. Como si fuera una película, la muerte puede esperar en Madrid.
La reducción de la tarifa del IRPF, las ayudas fiscales a la enseñanza concertada y privada, y la bonificación del 100 por 100 en la cuota del Impuesto sobre el Patrimonio, completaron la reordenación de la estructura fiscal y el oportuno trasvase de recursos públicos a favor, gradualmente, de los madrileños más ricos. No olvidemos que todos los tributos citados son de naturaleza directa y progresiva. Las vacas gordas de doña Esperanza, antes y después de la recesión, han devorado las hierbas más caras que les ofrecen los fértiles prados de Madrid. Se trata de una fertilidad bien entendida, claro: redes de corrupción aparte (como la Gürtel), el erario madrileño tiene un desagüe que “optimiza” las decisiones económicas de las personas que verdaderamente cuentan en la región.
¿Invalidan las conclusiones que preceden la legitimidad democrática de la política fiscal de Aguirre y González? En absoluto. Lo que verdaderamente demuestran es la insuficiencia argumental de conceptos demasiado simples. Como el de “casta”. La estrategia fiscal del PP madrileño, pese a ofrecer una ventaja comparativa al segmento social más rico, ha sido un relato libremente aceptado en las urnas por unas mayorías continuas y abrumadoras. La aparente contradicción recupera toda su racionalidad dentro de una estructura social que impugna incluso su misma existencia orgánica al constituir una suma desagregada de átomos excesivamente individualistas y con poca visión de conjunto. Esperanza Aguirre ha tenido éxito porque, a corto plazo, sus recetas fiscales benefician a casi todos los contribuyentes. Socialmente, son regresivas. Sin embargo, han calado en muchos individuos que no ven, en sus cálculos económicos, otro término de comparación que no sea su propia posición antes y después de cada oferta política del partido de la gaviota.
En mi opinión, la política tributaria del PP crea unas distorsiones inaceptables. Es insolidaria con los ciudadanos de los territorios menos desarrollados, pues la relativa pujanza económica de Madrid, unida a sus prácticas de dumping fiscal, deslocalizan a su favor cuantiosos recursos de aquellas comunidades. Las ventajas externas se consolidan gracias a la producción de la siguiente anomalía: por los mismos impuestos y en una situación económica idéntica, tributa bastante más un residente en una región deprimida que un contribuyente domiciliado en la Comunidad de Madrid.
Pero las distorsiones también se producen en el interior de la Comunidad. Del lado de los ingresos las cargas fiscales están mal repartidas a favor, como ya se ha dicho, de las personas y familias más prósperas. Del lado del gasto esa deficiente distribución se acentúa por la insuficiencia de los recursos públicos para atender las necesidades básicas de los individuos que, por la escasez de sus medios, no pueden proveerse de los bienes esenciales en los mercados.
Según todas las previsiones electorales, Cristina Cifuentes no revalidará la mayoría absoluta del Partido Popular en Madrid. En el horizonte se vislumbra -sólo hace falta esperar unos meses- la necesidad de una política paccionada que, por la identidad doctrinal de los diversos agentes que van a competir en los comicios, hará muy difícil la continuidad del vigente sistema tributario de la Comunidad; incluso si Cifuentes obtiene un resultado estimable en la contienda electoral.
Termino con dos apuntes adicionales. Muchos madrileños permanecen asfixiados por la crisis y están agobiados por las cargas fiscales que no son autonómicas, como el IVA o el Impuesto sobre Bienes Inmuebles. Serán necesarias explicaciones convincentes, grandes dosis de sinceridad y mucha pedagogía política en la presentación de las ofertas electorales (y después) si esos agentes, como parece inevitable, deciden derogar las costumbres fiscales de Esperanza Aguirre. Por último, dadas las actuales circunstancias políticas, resulta obvio el efecto anuncio de un escenario legal de incertidumbre que tienen las elecciones del 24 de mayo. Se barrunta que ese escenario se va a mover, pero nadie conoce el sentido y la dirección de un cambio profundo en la política fiscal de Madrid que parece inevitable y relativamente próximo en el tiempo. Yo apuesto por la decisión de algunos “privilegiados” sobre la oportunidad (quizás única) de realizar donaciones apresuradas a sus hijos para aprovechar las ventajas fiscales de un marco legal puesto en entredicho. Más de un notario me está confesando estos días que no soy el único que ha intuido esos remedios de última hora.
Gran artículo
Muy bueno, Bornstein. Lástima que mi hijo no tenga un padre que pueda dejarle una herencia ni nada por el estilo. Pero ha quedado muy claro.
Espero que los ciudadanos de MADRID dejen de escuchar los falsos cantos de sirena neoliberales de las dos rubias-Aguirre y cifuentes-envueltas en la bandera de su «queridisima España» y siempre dispuestas a acudir en socorro de los ricos,la vieja dama indigna Aguirre accedió al poder tras el tristemente celebre TAMAYAZO QUE NUNCA LLEGO A ESCLARECERSE-al PP no le interesa nada que se haga la luz…tiene mucho que perder-y durante años se ha rodeado de corruptos e indeseables ¡¡¡sin enterarse de nada¡¡¡ o esta sra es idiota o es tan corrupta como los que la rodeaban,me inclino por lo segundo,se puede ser tan corrupto como el que mas si tu permites el latrocinio desaforado a tu alrededor y no haces nada para impedirlo y esta loba neoliberal es de esas pèrsonas