En Ariel Sharon se cumple la sentencia de Heráclito de que “el carácter de un hombre es su destino”. Y si el carácter humano tuviera que ver, como parece probable, con las circunstancias del nacimiento a la vida, el militar y político israelí que dejó de existir este sábado sería la pareja antitética de Thomas Hobbes, del que le separaba todo menos el feroz pesimismo que ambos compartieron. Hobbes fue conocido como “el hijo del miedo” (su madre le dio a luz prematuramente al divisar la supuesta Armada Invencible de Felipe II acercándose a las costas inglesas). Ariel Sharon, el popular Arik, fue “el hijo de la violencia”. Arik nunca tuvo miedo y, como los héroes de Carlyle, sólo confió en su poder personal y en su fuerza.
Sharon nació en 1928, un año antes de la matanza de Hebrón, en la que un centenar de judíos fueron asesinados o gravemente heridos en sus propias casas por grupos armados árabes. Los incidentes de Hebrón significaron el punto de no retorno en las siempre complicadas relaciones entre los árabes y judíos de Palestina, agravadas después de la Primera Guerra Mundial por la disolución del Imperio Otomano, la presencia colonial de los mandatarios británicos (con su doble juego frente a los árabes y los sionistas) y la masiva afluencia a la región de judíos centroeuropeos en el tercer decenio del siglo XX. En aquella época todavía no se hablaba de “halcones” y “palomas”, sino de sionistas “carnívoros” y “vegetarianos”.
En 1923 se publicaron dos artículos de Zeev Jabotinsky, padre intelectual de la derecha israelí y del Gran Israel, reunidos bajo el título de El Muro de Hierro. El núcleo de las ideas de Jabotinky era la imposibilidad, en aquellos tiempos, de un acuerdo entre las partes. El futuro Estado de Israel debería sojuzgar a los palestinos y a sus vecinos árabes con un poder aplastante que les hiciera perder cualquier esperanza de victoria sobre los sionistas. Sólo entonces –con el reconocimiento de su inferioridad- los árabes se avendrían a negociar y a desear coexistir en paz con los judíos de Palestina. En el Muro de Hierro se dice esto: “el único modo de conseguir un entendimiento en el futuro es evitar que se llegue a un acuerdo en el presente”.
No voy a caer en la tentación, tan huérfana de rigor, de sostener que el destino está escrito. Ni el destino de las personas ni el de los pueblos. Entre otras cosas porque, sobre Oriente Medio, la visión de Jabotinsky era minoritaria entre los sionistas (que tenían también otra versión escrita de las cosas) y completamente eurocéntrica. Además, como es obvio, los árabes (con intereses internos que no siempre coincidían) disponían de libertad de iniciativa. Pero no se pueden negar dos cosas. En primer lugar, que los errores de unos y otros aterrizarían parcialmente sobre el guión previo de Jabotinsky. Y que, en este caldo de cultivo, intelectual y fáctico, se formó el joven Ariel Sharon.
Arik, que poco antes de la Guerra de Independencia de Israel y de sus prolegómenos (1947-49) había sido un adolescente conflictivo y huraño, estaba predestinado a ser el mejor ejemplo de oficial carnívoro del Ejército de Israel. Sus actos los conocemos todos. Quizás no su contexto en el tiempo histórico. Aunque yo creo que en Sharon existe una línea de continuidad, conviene distinguir dos etapas por separado.
Como militar
Arik se presenta en la historia militar de Israel como el comandante de la Unidad 101. Es el responsable de devolver el horror a Jordania, de la que salen en los años 50 del siglo pasado los comandos palestinos que hostigan la frontera oriental de Israel, poblada y defendida por supervivientes de la Shoah, mal adiestrados en el uso de las armas y desmoralizados por su tragedia personal. En 1956 interviene con sus paracaidistas en la Campaña del Sinaí al tomar el paso de Mitla, aunque comete la primera de sus imprudencias, y ya en 1967 (Guerra de los Seis Días), bajo el mando de Isaac Rabin, se convierte en uno de los principales héroes militares de su país. El clímax lo alcanza en 1973 (Guerra del Yom Kippur), cruzando el Canal de Suez y dejando cercado al cuerpo del ejército egipcio que defendía el interior de su país, lo que libró a Israel de una situación muy comprometida.
Como político
En la cúspide de su prestigio militar, Sharon puede elegir. Y, en 1977, con la llegada al Gobierno del partido Likud, lo hace por la organización de Menahem Begin y bajo su égida comienza con todas sus consecuencias el pudridero de la colonización de Cisjordania (a la que los israelíes mesiánicos siguen llamando Judea y Samaria) y de la Franja de Gaza. En 1982- ya como ministro de Defensa- engaña a Begin (que sólo había autorizado una campaña militar limitada en el sur de El Líbano) y permite, con su aquiescencia, las matanzas de civiles palestinos en los campos de Sabra y Chatila por las falanges cristianas, en lo que constituye la página negra de la historia de Israel (y por ello fue reprobado, en 1983, por la Comisión Kahan). Desde el año 2001, en que resulta elegido Primer Ministro, todo su empeño lo dedica a liquidar la cruenta Segunda Intifada palestina (que, a su vez, destruyó casi todos los restos de la maltrecha izquierda israelí). En 2005, poco antes de sufrir el infarto cerebral que le dejaría en coma hasta su muerte, Sharon evacua a la fuerza a los colonos de Gaza. En el breve discurso con el que justifica la desconexión, Arik habla, como nunca hasta entones lo había hecho un dirigente israelí, del sufrimiento inferido por el Estado de Israel al pueblo palestino y, más allá de Gaza, extiende su mano de paz al conjunto de los palestinos. Un proyecto que le obliga a romper con el viejo partido Likud y a fundar Kadima.
Su muerte cerebral en 2006 cierra el libro de Sharon y abre los interrogantes de muchos analistas sobre su posible pragmatismo y sus caprichos y vaivenes ideológicos para seguir en el machito político. Pero, si regresamos por un momento a Jabotinsky, quizás observemos en las supuestas veleidades de Arik cierta unidad de propósito (de fondo) en la política israelí de los últimos noventa años, con independencia (coyuntural) de sus representantes en cada momento. “El único modo de conseguir un entendimiento en el futuro…”.
En medio de las frustradas primaveras árabes, el Estado de Israel se ha consolidado como la gran potencia militar, económica y tecnológica de la zona. Postrado en su cama hospitalaria con una vida vegetal desde el año 2006, Sharon no pudo contemplar las dos campañas devastadoras emprendidas posteriormente por el Estado que Arik ayudó a fundar contra sus enemigos de Hamas y Hezbollah. Muerto Sharon, no parece que lo esté el sharonismo. Quizás Sharon (héroe para algunos, criminal para otros) no sea más que un producto de las convulsiones del Oriente Medio en el último siglo. Un ser excesivo e irrepetible si los actores vivos de la región apuestan por la sensatez que no tuvieron sus padres.
Si el PP ha mandado a su ministro del interior a rendir honores al funeral del terrorista responsable de la matanza de Sabra y Satila, espero que sea consecuente y haga lo mismo con otros tipos de su calaña. !Luego estos hipócritas se llevan las manos a la cabeza cuando se hacen homenajes a los presos vascos que salen de la cárcel, cuando ellos hacen lo mismo !!Que gentuza!!
Ya lo dice el refran….dios los cria y ellos se juntan….pero bueno pijadas aparte, a mi lo que más me jode es que vaya como representante de un pais que es el mio,me guste o no.
Si quiere rendir homenaje a un tirano y asesino que lo haga a titulo personal,y no como representante de los que habitamos la piel de toro, del ya solo nos han dejado lox cuernos….