El 15-M se lanza a por las agencias de rating después de provocar una reacción en Botín

Los indignados continúan a todo ritmo, pero lo que es más importante, comienzan a hilar fino. La crisis es tozuda y se empeña en aflorar a la superficie las cuestiones peliagudas, pese a que nuestros gobernantes, en manos de los lobbies casi todos, se empeñen en soterrarlas. Consuela ver que hay gente dispuesta a exigir soluciones para esos problemas.

El movimiento 15-M, señalado por algunos de manera interesada como un simple grupo de perroflautas con ganas de bronca, comienza a ir de lo general a lo particular. Ayer, en un movimiento inédito, tuvo lugar la primera manifestación de la historia contra las agencias de rating, con parada técnica en el Banco de España. Menos mal que eran pocos, porque poco antes, el Banco Santander que preside Emilio Botín lanzó una mediática medida, consistente en la carencia hipotecaria para parados, algo que todo el mundo identificó como un guiño a los indignados.

Este movimiento será lo que tenga que ser, ya que nace carente de una ideología y una naturaleza concreta. Pero tiene la dignidad de buscar un cambio que no se produce, pese a que la humanidad sufre la mayor crisis económica y política conocida de su historia reciente. Y está poniendo sobre la mesa algunas reformas urgentes a abordar.

La maquinaria del Santander no ha tardado en darse cuenta de que aquí puede estar gestándose algo serio y dio un paso al frente con todos los fastos posibles, lo que, por supuesto, generó los recelos de su gran rival, el BBVA, siempre menos ruidoso. Habrá que ver si todo queda en fuegos artificiales o hay algo de más calado en realidad.

Denunciar el modelo de negocio de las agencias de rating es poner el dedo en la llaga. Fracasaron estrepitosamente en el pasado con casos como Enron, Parmalat, Lehman Brothers, Bear Stearns y demás banca de inversión, pero lo ocurrido hace apenas tres semanas no tiene nombre.

Unos inoportunos informes de Standard & Poor´s sobre Grecia e Italia se llevaron por delante los visos de acuerdo europeo sobre el rescate al país de Platón y, sin comerlo ni beberlo, metieron a la nación transalpina en la pomada de los desheredados, con lo tranquilo que estaba Berlusconi en ese sentido.

Noquearon a los mercados sin que hubiera nueva información por medio y acercaron el fantasma del rescate o incluso la suspensión de pagos a España y demás países periféricos, entendidos estos como todos los que no son Alemania o Francia.

Los italianos demostraron de nuevo que son de todo menos parados y anunciaron un importante paquete de medidas de choque, entre las que destaca un fuerte copago sanitario. Un drástico recorte social, cuya chispa puede haber sido ese documento, aparentemente independiente, de S&P.

De nuevo, más presión al ciudadano, que no ha sido partícipe de los beneficios milmillonarios de los pasados ejercicios, pero ahora le toca ser pagano de la fiesta. Mientras, no se contempla el paso por la justicia de ejecutivos y/o políticos corruptos, ni ceses fulminantes por malas prácticas o incompetencia.

Ni siquiera se atisban intentos de reforma de las causas que generaron la crisis. Tampoco nuestros políticos son capaces de alcanzar lo que tanto demandan los inversores: un pacto de estado. No llegó en Portugal, ni Irlanda, ni Grecia y lo que es peor, no llega en EE UU, que tiene de plazo hasta el martes para evitar la suspensión de pagos.

Imaginen lo grave que es la situación, que hasta los prebostes de las grandes firmas financieras estadounidenses están metiendo prisa a sus políticos para llegar a un acuerdo. Si tienen miedo ellos, el resto del mundo que se meta debajo de la cama.

Con el movimiento de las agencias de rating, el 15 M ha apuntado bien. Es una de las reformas urgentes a abordar. Habrá que ver si la solución es una agencia europea, exigirles responsabilidad sobre sus informes o lo que tenga que ser, pero así no se puede continuar.

Y, por cierto, como sin duda continuarán con sus movilizaciones, modestamente les sugiero el itinerario de la próxima: desde la Torre Picasso (Merrill Lynch), hasta Serrano 55 (Morgan Stanley), hasta bajar a Castellana 21, sede de Goldman Sachs. No son los únicos culpables de la crisis, pero sí los más visibles y ahora están demasiado ocupados con las colocaciones y fusiones de nuestras cajas de ahorros. Eso aquí, porque en EE UU se dedican a inflar las materias primas.

El siguiente movimiento sería exigir los ceses de los antiguos gestores de las cajas de ahorros, que ahí siguen después de unas aceleradas fusiones con cargo a los españoles. Las caídas de CCM, Cajasur y CAM corren el riesgo de ser algo anecdótico, como todo en este país. Sin ir más lejos, ¿será posible que el gran cerco a la corrupción se vaya a saldar con la caída de un político por tres cochinos trajes? Eso no es. Hay mucho más y más grave.

La sociedad civil debe imponerse a la tiranía de los políticos y los pretendidos financieros. Las redes sociales han abierto un resquicio por el que puede colarse la ciudadanía, para supervisar a nuestros gobernantes. Eso es calidad democrática, no populismo barato.

Esta crisis debe provocar un cambio hacia una sociedad más sostenible y menos corrupta. Los causantes de la misma se resisten, pero el daño causado es tan grande que la evolución será inevitable. Es cuestión de tiempo, aunque cuanto más pase, menos pacíficos serán esos cambios. Pero, al menos, estos movimientos surgidos espontáneamente, garantizan que los responsables de los quebrantos no podrán descansar tranquilos. Por algo se empieza. Cuando el propio Santander lanza una campaña de cariño hacia  los parados por su sensibilidad por los indignados es que hay marea de fondo.