Es urgente desmontar el SkyNet que domina los mercados

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Cosechadora en una explotación de trigo, uno de los productos de primera necesidad objeto de especulación. / Kalipedia.com

Confieso que me gustan mucho algunas películas de Arnold Schwarzenegger, actor con una reputación demasiado mala. Se le pone a la altura de Stallone, pero a mi me han encantado obras como Conan, Mentiras Arriesgadas y me parece magnífica la trilogía de Terminator. Una historia alucinante, que tiene como argumento el triunfo de las máquinas sobre el hombre, merced a una mega red informática y de inteligencia artificial llamada SkyNet que toma conciencia de si misma y decide exterminar a la humanidad.

Recuerdo que en un periódico en el que he estado hasta hace poco, a la red interna para entrar en el sistema editorial la llamábamos también SkyNet en clave de coña, porque de vez en cuando nos hacía algo raro, aunque demasiado poco era, teniendo conectados como tenía a 80 cafres trabajando a toda máquina. Entre ellos yo, claro.

De esta manera, SkyNet; algo que en teoría era bueno, creado como un avance tecnológico de ultimísima generación, casi llega a devorar al hombre. Y un pequeño chaval avispado llamado John Connor, que de niño se dedicaba a golfear en los billares, fue quien lideró la resistencia humana hasta la victoria final. Esta metáfora se puede aplicar un poco a los mercados de futuros actuales.

Los futuros existen desde ya mucho tiempo (más de un siglo, tal vez dos incluso) en las lonjas y mercados de materias primas, y servían para cubrirse de subidas o bajadas de precios demasiado pronunciadas. En definitiva, se trataban de algo tan tradicional como puede ser un seguro. Pero han terminado por ser un instrumento maligno que nos está devorando.

Un futuro supone una opción de compra a precios actuales de algo que al vencimiento de dicho contrato tendrá otra cotización. Los especuladores sólo procuran que ese contrato suba o baje, en función de sus intereses, y liquidar la posición antes de que venza y le entreguen el subyacente.

Ahora hay futuros sobre todo lo posible e imaginable: divisas, acciones, tipos de interés, bonos; sobre créditos, sobre la posibilidad de pago de la deuda de un país... Por supuesto, materias primas, que son ahora las víctimas de esa gran especulación.

Por ejemplo, los presuntos titulares de contratos no mercantiles sobre el crudo sólo pretenden que suba para vender poco antes y, por supuesto, que no le entreguen ni en broma los barriles de petróleo. Por tanto, sólo logran beneficio e inflar el precio. Lo malo es que esa subida de precios se la come la ciudadanía. Está pasando: pese a que las economías están de pena, los precios de los carburantes han alcanzado máximos históricos. Ganan unos pocos. Pierde el resto del mundo.

En los últimos años se ha instrumentalizado el crecimiento vertiginoso de esta economía artificial que ha crecido exponencialmente, y ahora tiene que seguir haciéndolo, devorando a la real. Lo llevo denunciando mucho tiempo: el encarecimiento brutal de las materias primas es el gran asunto a tratar ahora mismo por las aurtoridades económicas mundiales ahora mismo. Pero ya.

Hay que desmontar este imperio de la banca de negocios, que gana así muchísimo dinero pero cuando deja de hacerlo, directamente quiebra, por lo que hay que rescatarla, no vaya a crear un colapso financiero. Con dinero de todos. Privatización de beneficios, socialización de pérdidas.

La reforma de los mercados de futuros es algo urgente. La prensa anglosajona habla de ello todos los días, pero en la Europa del euro no se habla en exceso del tema, y menos en España.

Es precisa una reforma en la que quien quiera tomar posiciones en derivados ponga más dinero. Controlar la volatilidad y los ataques especulativos. No puede ser que los brokers puedan jugar a ‘tumbar una divisa’, ‘hundir una cotización’ o, al revés, ‘llevar un precio a máximos’.

Por supuesto, las materias primas deben ser el primer objeto de la reforma. ¿Es de recibo que se caliente artificialmente el trigo, el algodón o el petróleo? Tampoco que se hunda. Es la economía real la que debe fijar precios.

Los derivados son un SkyNet que nos está corroyendo la vida, a cambio de unas ganancias espectaculares para un selecto grupo de banqueros de inversión y hedge funds (son prácticamente lo mismo). Pero acabarán por llevárselos por delante también a ellos. Ahí están las sombras fantasmagóricas de Lehman o Bear Stearns. A Morgan Stanley y Merrill Lynch hubo que rescatarlas, porque también se iban al hoyo. Ojalá los movimientos de rebelión civil en el mundo lo tengan en cuenta y logren que se deje en paz a la economía real.

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