El último 17 de abril será recordado en Cataluña como el Domingo de las Tres Erres. El día 17 no sólo ha sido el Domingo de Ramos en El Principado, también fue la festividad de las rebajas fiscales (por la mañana) y, casi sin solución de continuidad, el séptimo día de la tercera semana del mes de abril del año 2011 ha sido igualmente el día de la celebración de las rectificaciones y del mea culpa del Govern (entonado poco antes de la puesta del sol) de lo que había dicho el responsable de sus finanzas en un instante de euforia, que suele coincidir con la hora del aperitivo. A pesar de ese acto de contrición imperfecto y un poco tardío, un nacionalista catalán –de la zona alta de su capital- diría que el fin de semana que le ha regalado el Govern al pueblo soberano de Cataluña ha sido para la cuadrilla de la burguesía del país el broche soñado de la Semana de Oro de El Corte Inglés. Enhorabuena para los afortunados. Bien, pero pese a quien pese, seguiremos narrando la cruda realidad de los hechos. Según la entendemos los neutrales con buena disposición hacia todas las partes.
Las rebajas: el consejero de Economía, Andreu Mas-Colell, anunció el Domingo de Ramos la supresión en la presente legislatura del aumento de los tipos máximos del IRPF aprobado por el Tripartito hace escasamente un año; con lo que los contribuyentes catalanes con rentas anuales superiores a 120.000 euros volverán a tributar al tipo de gravamen del 21,5% en el tramo autonómico del Impuesto (en vez de al porcentaje actual del 23,5%); para los contribuyentes con rentas superiores a 175.000 euros, el peldaño máximo del IRPF bajará del 25,5% al 21,5%. Palabra de Mas-Colell. La paz sea con él.
La rectificación: ante el clamor de los partidos a la izquierda de CIU, sin olvidar tampoco a los sindicatos y sobre todo a la sufrida indignación ciudadana de Cataluña, fuentes no identificadas de la Consejería dirigida por Mas-Colell matizaron pocas horas después lo dicho por el consejero bajo los efluvios del descanso dominical. Ya que, aun siendo firme la intención gubernamental de acometer dicha rebaja antes del término de la legislatura, el espíritu neoliberal de los señores Mas y Mas se hará carne -los tipos reducidos entrarán indefectiblemente en vigor aunque la Generalitat sólo haya pasado del castaño oscuro de la recesión al tímido color lila que es el color de lo que uno quiere ver como preludio de la resurrección de las finanzas nacionales- cuando despegue la economía catalana y ya no resulten necesarios -¿para quién, para Leo Messi, quizás-?, los ajustes presupuestarios y la dieta a palo seco que ha cocinado el nuevo Gobierno catalán en las últimas semanas. Goal de Artur Mas por la escuadra derecha en la portería de Artur Mas. En propia puerta y sin la intervención de Cristiano Ronaldo. La gente del poble menut está un poco amostazada con Mas-Colell. Pero todo tiene su explicación.
La justificación de fondo de las rebajas: Mas-Colell fundamenta la reducción del IRPF en el riesgo de deslocalización hacia otros territorios del Estado (léase Madrid y en menor medida Valencia) de una parte considerable de los 50.000 contribuyentes catalanes de mayores recursos, sobre todo los altos directivos de empresas, al gravar esas autonomías a sus residentes con tipos más bajos. También aduce el consejero, con las razones transcritas, la posibilidad de que directivos extranjeros de empresas residentes en España decidan instalarse en la capital del Reino como alternativa a Barcelona. Todo ello facilitado por la rapidez del transporte y de los desplazamientos personales entre las dos ciudades que concentran la riqueza nacional, una tentación demasiado seductora para que los gerentes de empresa y sus inmediatos subalternos no se hagan los tontos y, echando un vistazo al mapa, decidan escribir negro sobre blanco sus cábalas para fijar, por motivos fiscales, en uno u otro sitio de la piel de toro (con perdón del partido animalista) su residencia aunque el centro de su trabajo se encuentre en la otra capital del Estado español, sea la de la meseta o la de su fachada al Mediterráneo occidental.
Sacaré el BOE y una calculadora para poner en tela de juicio los miedos del consejero catalán. Supongamos un alto directivo de empresa con una base liquidable de 150.000 euros, es decir, con unos ingresos muy superiores a dicha cifra pues la base liquidable es una magnitud de la que previamente se han restado los gastos (la Seguridad Social y la reducción por rendimientos del trabajo), otrosí las aportaciones a planes de pensiones e igualmente ya se ha liquidado el mínimo personal y familiar exento de tributación. Le queda, por tanto, a ese alto directivo una base neta de 150.000 euros anuales (una suma que sin contradicción posible no está al alcance de todos). Y recordemos que el IRPF es un impuesto compartido al 50% entre el Estado y las Comunidades Autónomas. Si ese directivo tributara en Madrid su cuota íntegra autonómica importaría la cifra de 28.554,19 euros. Y, si lo hiciera en Barcelona, su cuota sería de 30.740,16 euros. Con una diferencia, por tanto, a favor de la tributación madrileña de 2.185,97 euros. ¿Justifica ese moderado refrigerio fiscal la resolución de cambiar de domicilio, con todo lo que ese traslado significa, para una persona con los mencionados niveles de renta, precisamente en unos momentos en los que la tributación de las herencias y las donaciones en Cataluña (que es la que comporta la decisión más importante a efectos de deslocalizaciones territoriales) está próxima a su fin? Yo, sinceramente, lo dudo. Realmente lo dudo mucho. Y más si tenemos en cuenta la serie de variables personales y familiares (de toda naturaleza, no sólo las económicas) que propician los cambios de domicilio.
Menos aún se sostiene la preferencia (por motivos estrictamente fiscales) de Madrid para los ejecutivos extranjeros. La razón es muy simple: la Ley del IRPF (artículo 93) permite a estas personas, durante un período de seis años, tributar por el Impuesto sobre la Renta de No Residentes. Lo que, siempre y en todo caso (con independencia de la ciudad española en la que residan), les supondría la bicoca de tributar -sólo al Estado- al tipo de gravamen fijo y minimalista del 24%, ya tengan su casa abierta y su domicilio en Puertollano o en Girona.
En mi modesta opinión, el Govern de Artur Mas está siendo presionado por las asociaciones patronales y por los círculos de altos directivos de Cataluña para que baje los impuestos a toda costa. No hay más, no existe ningún otro motivo de racionalidad económica. Mucho menos de justicia tributaria, en unos momentos en los que la tijera gubernamental de Cataluña está recortando todos los capítulos del gasto y de los servicios públicos a su población. Pero siempre queda el grito estentóreo, al estilo más fidedigno de don Ramón Serrano Suñer, de “Rusia es culpable”. Es una suerte maravillosa de la que sólo disfruta el irredentismo ibérico, sea cual sea su localización geográfica en la rosa de los vientos de nuestro Estado español (sea central, federal o confederal, da lo mismo). La culpa de lo que les pasa, a sus partidarios y a quienes les gobiernan (en el país catalán), desde Pujol hasta la fecha ya demasiado avanzada del año 2011, la tiene Moscú, la capital del imperio zarista bañada por el río Manzanares. Muy bien. ¡Que viva la rumba nacionalista, per saecula saeculorum, amén!