Cancelar la hipoteca devolviendo el inmueble puede ser bueno, pero obligará a ahorrar

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El portavoz parlamentario de ERC, Joan Ridao conversa con la vicepresidenta económica, Elena Salgado, el pasado día 16, en el Congreso. / Chema Moya (Efe)

No sólo EE UU tenía hipotecas subprime o de baja calidad. España tenía lo mismo o peor, aunque nos beneficiaba a ojos de los mercados que la devolución del piso no cancelaba la deuda, como ocurre al otro lado del Atlántico. Eso hacía que la banca estuviera en una posición de más fuerza. Pero ahora se está planteando replicar el modelo estadounidense.

De entrada eso sería bueno en un mundo idílico a partir de ahora, porque frenaría por un lado la especulación y por otro, la voracidad bancaria. La especulación, porque en años anteriores ha hecho mucho daño la teoría de que “con el ladrillo nunca se pierde”. Así, una enorme cantidad de pseudo inversores acumuló pisos “como inversión”.

Era penoso intentar comprar algo en 2003-2004 en cualquiera de las zonas del todavía inacabado PAU de Madrid: todo estaba vendido de antemano. Uno se daba cuenta de que, además de la demanda, había un montón de amiguismo ahí. Los vendedores confesaban por lo bajo que había gente que se había comprado “cinco, diez e incluso 50 pisos”, gracias, por supuesto, a contactos con la promotora. Eran tiempos en los que si se acudía al banco con un puñado de pisos, eran financiados sin mirar. Otra cosa es que fuera sólo uno y para vivir: entonces exigían entradas, avales, etcétera.

Respecto a la voracidad bancaria, habría una mejoría clara, ya que el actual modelo lleva primero a cobrar intereses y después principal. Así, pasado un tiempo, cuando se quiere amortizar parte del préstamo (o devolver el inmueble), la entidad financiera esgrime que no se ha pagado aun nada del importe de la vivienda, sólo intereses. No se ha reducido nada del importe ‘mollar’. Ya se sabe, la banca gana.

Lo malo es que imponer eso es complicado, debido a muchos excesos cometidos en el pasado. Por ejemplo, las hipotecas infladas, con la connivencias de las dos partes, para meter en el saco el coche de lujo, las reformas y otras cuestiones relacionadas con el consumo, pero no con la hipoteca.

O las firmadas sin ningún importe ahorrado anteriormente, es decir, financiadas al 100% o incluso más, con unas simples nóminas. Aquí, la gestión de riesgos de la banca sucumbieron, y de qué manera, a los objetivos comerciales. Eso se ha terminado hace tiempo, pero ha sido demasiado tarde.

¿Y los inmigrantes que trajaban en la economía sumergida a los que se les daba financiación para una casa, si aseguraban que algunos miembros más de la familia en su misma condición también iban a cooperar en el pago? Así, sin más.

Arreglar eso sería ahora misión imposible. Resulta cómico ver el garaje de una urbanización semi nueva (no más de 10 años), todo lleno de coches de alta gama que ya van teniendo cuatro o cinco años... y lo que van a tardar en ser renovados, porque fueron comprados por encima de las posibilidades de sus dueños, con cargo a una hipoteca que parecía soportarlo todo. Es uno de los signos de nuestros tiempos.

Si la banca se viera obligada a ofrecer hipotecas con cancelación automática con la entrega de las llaves, las exigencias para la firma se elevarían automáticamente... algo que sería bueno, claro, y ajustaría el mercado a las posibilidades del comprador, en un escenario correcto. Nadie debe comprarse lo que no puede pagar.

La iniciativa de Joan Ridao (ERC), en cualquier caso es buena y es el tipo de debate que debería afrontarse en la actualidad, a pesar de que aplicarla de golpe es casi imposible. Hay un enorme número de inmuebles vacíos en los balances de los bancos, así como un ingente saldo de titulización hipotecaria viva. Como bien decía Zapatero en el Congreso esta semana, está bien apretar a los bancos, “lo malo es que el dinero de la buena gente está ahí”. Pero es mucho más sano plantear estas cosas que bajar la velocidad a 110.

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