Las personas asexuales quieren aceptación: “Hay sexo sin amor y amor sin sexo”
Las personas asexuales son la A de las siglas LGTBQIA, aunque muchas veces las siglas suelan abreviarse a LGTBQ+ y la mayoría de las veces a LGTB (lesbianas, gays, trans y bisexuales). Este es uno de los colectivos más desconocidos, pero su activismo está empezando a visibilizar una orientación sexual que todavía despierta mucha incomprensión y suspicacia. Estos días de celebración participan también, aunque con dificultades, en algunas manifestaciones como la del Orgullo Crítico del pasado 28 de junio.
Las personas asexuales no sienten atracción sexual o la sienten con poca frecuencia o intensidad, y la comunidad considera que se trata de una orientación sexual hacia ningún género o sexo. Sin embargo, tienen líbido o deseo sexual aunque no esté dirigido a otras personas. Esta característica no impide, al contrario de lo que se puede pensar, que se enamoren. Pueden tener una orientación heteroromántica, homorromántica o birromántica dependiendo del sexo o del género con el que prefieran tener una relación, y también pueden tener identidades trans o no binarias. Las posibilidades son múltiples.
Históricamente la asexualidad se ha tendido a patologizar, es decir, a considerarse una enfermedad o un trastorno, pero la comunidad científica ya reconoce que existe. Un estudio británico realizado por Anthony F. Bogaert en 2004 concluía que el 1% de las 18.000 personas encuestadas nunca se había sentido atraída por ninguna otra persona. De ahí que se suela decir actualmente que 1 de cada 100 personas es asexual, con todo el margen de error que esta cifra pueda tener. “La sexualidad en el siglo XXI está acabando de definirse. Viene mucha gente a consulta que no tiene traumas y simplemente no siente deseo de relacionarse sexualmente con otros. Un trastorno es algo que genera malestar y, como estas personas no manifiestan malestar, se baraja la posibilidad de que la asexualidad sea una orientación más”, explica María Beatriz Pereira, psicóloga de adultos de ISEP Clinic en Barcelona.
Muchas personas del colectivo tienen en común sentir un gran alivio al dar con la definición de asexualidad. Es el caso de María, activista de Asexual Community España (ACEs), que decidió investigar en Internet tras pasar una noche de fiesta con los amigos y sentir, una vez más, que algo no encajaba. “Hasta que no tenía 24 años no descubrí la palabra asexual. Estuve mucho tiempo sin saber donde estaba y eso no quería decir que no me enamorase ni que tuviera una incapacidad de tener relaciones sexuales. En el momento fue todo un descubrimiento”, relata.
Relaciones y pareja
A menudo las personas asexuales que llegan a su terapia, explica Pereira, no acuden por un malestar propio, sino porque consideran que no están a la altura de las expectativas de su pareja en la cama. Sienten amor y cariño por la persona amada, pero tienen un desinterés general hacia las relaciones sexuales. “Vienen por una dificultad en la pareja que tiene que ver con la frecuencia sexual, la pasión o la curiosidad porque, al no tener esa atracción, hay ámbitos que no exploran”, añade.
Sin embargo, se da el caso de que las personas asexuales llegan a acuerdos con parejas alosexuales –término como se conoce a quienes sienten atracción sexual--. “Pueden abrir la relación para que la persona alosexual pueda buscar relaciones sexuales fuera de la pareja o que la persona asexual pueda acceder a tener relaciones y tomarlas como un juego. Aunque no haya atracción inicial, sí existe la excitación una vez que comienza el contacto físico”, explica María.
La comunicación es importante en todas las relaciones, pero entre alguien asexual y alguien alosexual es una pieza fundamental. La claves es, según explica María, “no tener miedo y confiar en que cada une tenemos una forma diferente de demostrar el amor y el cariño”. Al igual que estamos intentando romper con que el sexo no es solo coito o penetración, “la intimidad puede ir más allá de tener relaciones sexuales”, sostiene.
“Si ya se reconoce que hay sexo sin amor, ¿por qué no se reconoce que puede haber amor sin sexo?". Es la frase que le sirve a María para explicar que este colectivo puede ayudar a comprender mejor la sexualidad y las relaciones humanas. Profesionales como Martina Gonzalez Veiga, una de las sexólogas más familiarizadas con el tema en España, contemplan la asexualidad como un campo poco explorado que podría ayudar a comprender mejor las relaciones sexuales. En una sociedad donde el sexo juega un papel central, la visibilización del colectivo asexual podría servir, por ejemplo, para dejar de asociar la pérdida de deseo o libido en la pareja a la falta de amor, fantasea María.
Salir del armario
Entre el colectivo se observa también un gran número de identidades trans y no binarias (no se identifican con el género hombre o mujer). “No sabemos muy bien por qué. Quizás vemos más fácilmente que el género es una construcción cultural y lo desarmamos. También puede ser por la importancia que tiene el género binario en la sexualidad, el rol hombre-mujer", señala María.
Tanto si encarnan una identidad trans o no, las discriminaciones o estigmatizaciones que sufren las personas asexuales son muchas. La patologización o la medicalización que enfrenta el colectivo, al considerar que la asexualidad es una enfermedad o un trauma mal resuelto, recuerda a los problemas que han enfrentado también gays, lesbianas y trans. “En la comunidad científica estamos ahora en la fase que yo llamo de condescendencia. No vamos a decir que tienen una patología, pero son raritos. Tampoco les prestamos atención ni mucho espacio en los congresos”, lamentaba Gonzalez Veiga en una de sus charlas.
“Salir del armario” es difícil para este colectivo porque también temen la incomprensión y el alejamiento de las personas queridas. En ACEs ya ponen cara a unas doscientas personas asexuales en España, pero tan solo consiguen reunir a unos pocos manifestantes. Cuando salen a la calle encuentran insultos como “feos, aburridos o no os gusta follar” incluso dentro del colectivo LGTBIQA, donde no siempre se sienten seguros. Otras veces creen que su lucha no es reivindicable porque no sufren opresión. “Muchas veces me argumentan que no me pegan por la calle porque no se me nota, pero la invisibilidad no es un privilegio. Lo ideal es que todo el mundo sepa lo que soy y me acepte”, indica María.
Sin embargo, una comunidad de activistas muy nutrida en Internet y con seis o siete rostros que encabezan la lucha en España continúa su tarea para visibilizar la A en la sigla LGTBIQA. Forman parte de la Red internacional para la Educación y Visibilidad de la Asexualidad (AVEN). El objetivo es que más gente se acerque al concepto de asexualidad para desnudarse de prejuicios y que otras personas puedan también encontrarse en la definición.