Se abre el telón y aparece La Manada

  • Hoy se estrena 'Jauría' en Avilés y estará en el Pavón Kamikaze de Madrid desde el 6 de marzo al 21 de abril
  • Jordi Casanovas, dramaturgo, recoge literalmente pedazos de las declaraciones de La Manada y la víctima en el juicio

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Cinco hombres rodean a una muchacha en un portal. Cinco hombres rodean a una muchacha en un juzgado. "No pedí auxilio porque no pensé que iba a suceder lo que luego sucedió. Empecé a tener más miedo cuando me agarraron así de la mandíbula para acercarme y que le hiciera una felación. Noté cómo otro me cogía de la cadera y me bajaba los leggins y el tanga". Recuerda ella.

Jauría, la obra teatral de Jordi Casanovas dirigida por Miguel del Arco, basada en el juicio de La Manada en la Audiencia de Pamplona, cuyos diálogos son extractos literales de las declaraciones de la víctima y los verdugos, está llamada a ser una de las obras cumbre del panorama teatral de los próximos meses, y a remover la conciencia de una sociedad que se mira en el espejo y, parece, no se reconoce en los últimos tiempos.

Esta tarde, a partir de las 20 horas, se estrena esta obra teatral en Avilés, en el Teatro Palacio Valdés. La jauría seguirá su camino por la geografía española y llegará a Madrid el 6 de marzo. Desde esta fecha y hasta el 21 de abril estará programada en el Teatro Kamikaze Pavón de la capital. Cinco hombres, cinco actores: Álex García, Martín Rivas, Raúl Prieto, Ignacio Mateos y Fran Cantos. Una mujer, la actriz María Hervás, que pronuncia las palabras que la víctima dijo en el juicio con contundencia, ante la mirada de manada y jueces.

La compañía ha estado ensayando durante las últimas semanas en el propio teatro Kamikaze. La obra asciende a los escenarios una de las historias que ha convulsionado a la sociedad española en los últimos años. Teatro documento, teatro verbatim. Una historia que los medios de comunicación han reproducido hasta la saciedad, que las redes sociales han amplificado y deformado, ahora se pone al servicio del sutil prisma del escenario, que todo lo selecciona, que todo lo engrandece, que todo lo intensifica, que todo lo conflictúa y lo aleja de los tiempos (ir)reales mediáticos de hoy. Dirigido por Del Arco, el director que llegó en 2010 con La función por hacer para revolucionar la escena española y llegó, además, para quedarse.

El pasado 8 de marzo, la huelga de trabajo, consumo y cuidados de mujeres consiguió traspasar los muros del activismo para llevar a la mayoría de la sociedad un claro mensaje: el patriarcado se encuentra presente en todas las facetas de nuestras vidas y perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres y contra esto cabe la acción. El desborde social del 8-M supuso una de las principales movilizaciones sociales de los últimos años. Sin embargo, ha sido el caso de La Manada y las decisiones judiciales sobre la misma las que han llevado al movimiento feminista a centrar la mirada de sus protestas sobre uno de los poderes del Estado: la Justicia.

"Basta ya de justicia patriarcal". Las manifestaciones se han sucedido en distintas ciudades en diferentes momentos claves del juicio durante los últimos meses. El movimiento feminista ponía en tela de juicio al sistema judicial, tachándolo de ser cómplice con los vicios machistas y sexistas del conjunto de la sociedad.

En un momento, además, en el que distintos grupos sociales ven en el judicial una prolongación de los estratos del poder, que castiga a la disidencia política, el movimiento feminista, concretamente las protestas por el caso de La Manada, han extendido la crítica a determinados comportamientos de la Justicia. Un mal año para el judicial: presos políticos independentistas, reconsideración del Tribunal Supremo para que los impuestos de las hipotecas caigan al bolsillo de los clientes y no de la banca, tuiteros condenados por tuitear, raperos por cantar...

Llega Jauría a los escenarios, otorgándole al teatro una de sus funciones más preciadas desde la antigüedad, la capacidad hamletiana dramática de poner un espejo frente al público, a la sociedad, en el que se ve su reflejo, sus deformidades, sus incapacidades y mutilaciones. El teatro es una síntesis de la realidad, una selección de lo más sublime, en un acotado periodo de tiempo se reproducen historias que duran años, siglos. Jauría es teatro documento, documental, especialidad en la que ya brilló Casanovas con Ruz Bárcenas, cuyos diálogos eran pedazos de la declaración del ex tesorero del PP ante el juez Ruz.

Ahora, cuando las fake news campan a sus anchas por las pantallas de teléfonos móviles, cuando las principales televisiones han narrado el caso de La Manada con pelos y señales, adentrándose donde no permite el pudor ni el sentido común, tal y como demostró el colectivo Homo Velamine y contamos en cuartopoder.es, quizás sea el teatro, la obra Jauría, la que haga relacionarse al público de una manera más auténtica que nunca con lo que ocurrió aquella noche de sanfermines del 2016 en Pamplona y las consecuencias que esto tuvo.

Consecuencias para la víctima, para los verdugos, para la justicia, para los medios de comunicación, para la totalidad de la sociedad española. Hay historias que se convierten en símbolos de un momento histórico, que hacen mella y marcan los capítulos de la historia política y social de una comunidad. El caso La Manada, sin duda, lo ha hecho en España por su trascendencia política y social. Y ver Jauría en los escenarios enfrenta al público a una tremenda contradicción. En el teatro, los personajes vuelven a ser de carne y hueso, se encarnan en los cuerpos de actores y actrices. Los intérpretes profundizan en los personajes y su psicología, en la víctima, en los integrantes de La Manada, y les dotan de una humanidad carente en la mayoría de tertulias televisivas, donde el que habla no debiera ser el protagonista, sino lo que este dice.

El público se verá sumido en la incontestable contradicción de encontrarse al monstruo humanizado, de que el horror que generaron aquellos cinco hombres que rodearon en un portal a una muchacha y le obligaron a mantener prácticas sexuales contra su voluntad son parte de la sociedad misma, hijos de la misma sociedad, de la humanidad. El horror de una sociedad que no sabe mirarse en el espejo. Y que para no mirarse en el espejo es capaz de taparse los ojos y negar la evidencia, y llegar a afirmar que no existe violencia de género y machista.

Apaguen sus teléfonos móviles, hagan como que no han visto la televisión y aprovechen el directo, el espectáculo. El tiempo transcurrirá a distinta velocidad. Y el tiempo dramático se entremezclará entre los recuerdos de la víctima y los miembros de La Manada. Las versiones de lo que sucedió aquella noche, las reflexiones de la maltrecha Justicia, el recorrido por las calles de Pamplona. Y los arquetipos que han mostrado las televisiones, se convertirán en humanos con sus dudas, contradicciones y temores. Se abre el telón y aparece La Manada.

1 Comment
  1. ninja45 says

    En quién podemos confiar?. En los jueces?. Ojalá. En mayor o menor medida
    siempre y en todos lados, exhiben una tendencia a dar el beneficio de la
    duda a los ricos o a los poderosos. Como dijo una vez un juez británico:
    «las justicia está abierta a todos, como el hotel Ritz». Eso fué hace
    cien años, pero no hay que ir tan lejos. Hoy en día los jueces inspiran
    menos confianza que los árbitros de fútbol, que al menos tienen la excusa
    de verse obligados a tomar decisiones, no en meses sino en segundos. Más
    bien, algunos de ellos se han convertido en «hooligans». Por un lado
    está aquel que no ve ningún delito sexual en el caso de «La Manada» donde
    cinco hombres acorralaron a una chica de 18 años como lobos a su presa y,
    valga la redundancia, sin su consentimiento la penetraron por todos los
    orificios posibles. Por otro lado tenemos a los execrables jueces Lamela
    y Llarena, títeres de los fascistas y corruptos, que acusan de rebelión
    violenta, meten en la cárcel «preventivamente» con la excusa de
    «reincidencia» y amenazan con penas de 30 años a unos políticos, que no
    han matado ni violado a nadie, ni han herido, ni han tirado una piedra,
    ni directa ni imdirectamente. En los casos de estos jueces lo que vemos
    es gente muy alejada de cualquier sentido común, condicionada y abducida
    por un Estado de Desecho que les paga un generoso sueldo y anclada en un
    punto de vista que es incapaz de imaginar y mucho menos ver, el punto de
    vista del otro o cualquier hecho que cuestione sus ideas fijas. Cuando la
    justicia come de la mano de los corruptos, apága y vámonos. Intolerable
    y vergonzoso. A la m. con la Injusticia Española prevaricadora. Si me
    pegan, me divorcio. Som República !!*!!

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