La monarquía se basa en la superioridad intrínseca, tan irracional como irrebatible, de unos pocos individuos sobre el resto. Son mejores, piensan reyes y compañía, y ahí se acaba el debate. Punto final. Ellos están por encima, y el resto a obedecer y a pagarles la broma. Son tan superiores, tan infinitamente más válidos e importantes que el resto del populacho, que en demasiadas ocasiones nos toman por tontos. Algunas veces tienen razón, puesto que seguimos manteniendo su medieval invento, pero otras cometen un grave error menospreciándonos de manera tan burda. Por ejemplo, cuando envían a los medios de comunicación un retrato de familia incompleto como si no pasase nada. Una fotografía capada, en la que ha sido suprimida si el menor pudor alguno de sus miembros gangrenados.
Para celebrar el 80 cumpleaños del rey Juan Carlos I organizaron una juerguecita en la Zarzuela. Lo normal: un banquete para setenta familiares. La mayoría de medios de comunicación se arrodilló, elogió el legado de Juan Carlos I y publicó el retrato de familia. Un retrato en el que faltaban, si no se ve no existe, la infanta Cristina, su marido Iñaki Urdangarín y sus cuatro hijas. Y mira que podían haber asistido perfectamente los seis: el que tiene menos movilidad es Urdangarín, y está en libertad condicional hasta que el Tribunal Supremo resuelva el recurso que presentó contra la sentencia que le condenó a seis años y tres meses de cárcel por el caso Nóos.
No es un invento nuevo. Stalin ya eliminaba de las fotos a aquellos que no eran de su agrado. Lo que sucede es que este tipo de mutilaciones resultan especialmente dolorosas cuando los miembros amputados pertenecen a tu cuerpo, son carne de tu carne y sangre (azul) de tu sangre (azul). Alguien podría pensar que la familia real española busca la excelencia, no puede soportar una mota de polvo sobre su intachable forma de hacer las cosas. Pero no es verdad: ahí tienen a don Juan Carlos y doña Sofía, el matrimonio perfecto en la distancia, posando como si nada.
Un retrato de familia de los Borbón sin Cristina y sin Iñaki es una estafa. Un insulto a la inteligencia de aquellos que pagamos la foto, el banquete y todo lo demás. Queremos ver al rebaño completo, ovejas negras incluidas. ¿La parte buena? Aquella que nos recuerda a una novela de Agatha Christie en la que los personajes van despareciendo poco a poco hasta dejar el escenario vacío.
En ello están Javier: La estulticia real hacen piña para que haya opiniones rosas; cuando nosotros lo vemos muy negro.
En un País que tuvo un montón de dictaduras, y dos Repúblicas Democráticas: Que te vengan con milongas reales; cuando la realidad es un cartón pintado » al gusto » de un dictador, que nos metió en el pack este nudo gordiano irreal.
Ellos mismos se arropan porque la debilidad del momento, se olvida uno hasta de la querida; que bien podian suplir las ausencias ( si son queridas ).
El Pueblo Griego, nos dió un ejemplo: Monarquía, o República: Nos mandaron ha Constantino, y Ana María de Grecia… Para su manutención real. Un Pueblo ( como este ) que núnca decide nada; que delegamos la democrácia en dictadorzuelos prevaricadores y picaros. Que son la cuarta fortuna estatal… Desganas y harcadas tenemos las gentes humildes; sin odios ni guillotinas. Solo queremos votar, ( si no es mucho pedir ). ¡ Que la palabra, Javier suene con melodía de: Riego ! ¡ Viva la República ! ¡ Gora Errepublika !.