Era quizá miércoles, y los lectores pávidos e impávidos del diario El Mundo asistían a la epifanía del neomarianismo, oficiada por Salvador Sostres en su columna El pequeño Artur Mas: “Un presidente Rajoy, circunspecto, gallego, con mala leche y con humor, prudente y sin demasiada prisa, ha hecho bien no entrando al trapo [en el aquelarre secesionista catalán] y volverá a ganar las elecciones sin perder la camisa”. Salvador Sostres es un periodista muy famoso y reconocido por su afición al olor que desprende el sexo de las mujeres no siempre mayores de edad: “Las chicas jóvenes, de 17, 18, 19... –suspiró el opinador mientras grababa un programa de Telemadrid en 2010--. Es ahí donde está la tensión de la carne... Esas vaginas que aún no huelen a ácido úrico, que están limpias...". Como Rajoy, tan limpio que "volverá a ganar las elecciones sin perder la camisa".
Traigo aquí a colación tan estupefacientes declaraciones porque, aún separadas en el tiempo, lo de la victoria de Rajoy y lo de las vaginas tienen mucho en común: que Salvador Sostres habla sin conocimiento de ambos asuntos.
Ese mismo día y en el mismo periódico en el que Sostres profetizaba las victorias de Rajoy, se editorializaba también muy vehementemente sobre el olor de la butifarra secesionista, no sobre el aroma pubescente. Así se las gasta El Mundo: “La temeridad de Mas, […] de llevar a término este órdago, sometería al Estado a una presión desconocida desde el golpe del 23-F”.
Pocas veces en un solo periódico, y por 1,40 euros, había podido yo atisbar dos apocalipsis simultáneos por el mismo tema: una nueva victoria de Mariano Rajoy y la reencarnación del teniente coronel Antonio Tejero Molina.
Con tales precedentes mercuriales, se prometía muy feliz la edición de El Mundo del jueves, pero esa misma tarde dimitió Ana Mato, a la exministra de Sanidad y jaguaresa de la Gürtel, y ya no pudimos leer en el periódico de Casimiro Jota Abadillo que Barak Obama y unos extraterrestres muy interesados en la unidad de España se disponían a invadir Badalona si Sir Artur Mas sigue escenificando L´Estaca 4.0. La objetividad ha sido siempre una ciencia muy exagerada, sobre todo en el asunto catalán.
La cabecera de Marhuenda y la cabeza de Ana Mato
El gran periodista es el que anticipa la noticia. Y el director de La Razón, Francisco Marhuenda, se anticipa tanto que da las noticias incluso antes de que se hayan producido. Esto puede parecer una ironía, pero no lo es. Es imposible hacer ironía cuando se habla de La Razón. En su clarividencia, Marhuenda intuyó que el juez Ruz invitaría este miércoles a Ana Mato a la platea de banquillos gürteliana. Y también adivinó que Ana Mato, a pesar de ser inmune al ébola y saber navegar sobre las más procelosas mareas blancas, dimitiría esa misma tarde de miércoles. Y con estas sabias y precisas premoniciones de gran periodista decidió Marhuenda hacerle un favor al jefe: “Coño, Mariano. Que el jueves presentas tus medidas contra la corrupción. ¿Por qué no me escribes una portada salvaje contra la corrupción antes del debate en el Congreso, y quedamos los dos de puta madre? ”. O algo así.
Y Mariano la escribió. Una portada como dios manda que quedará ad aeternum en las hemerotecas del 27 del 11 de 2014.
Sin citar jamás a Ana Mato, escribe nuestro presidente del Gobierno una nota de suicidio en la página cinco de La Razón de ayer. “La corrupción que nos escandaliza es mala; en cambio, el escándalo que nos produce la corrupción es bueno, al activar en nosotros el vigor moral necesario para hacerle frente […]. Toca ahora recuperar la confianza en el Gobierno y en sus instituciones y apuntalar su ejemplaridad. El Gobierno se ha puesto a la cabeza en este empeño”. Se supone que Rajoy se está refiriendo a la cabeza de Ana Mato, que aun formaba parte de su Gobierno menos de 12 horas antes de la salida a los kioskos de este bello texto presidencial.
Debajo de tan jugoso artículo, la portada de La Razón imprime una foto de la cabeza de Ana Mato sobre fondo negro y negro titular: “Moncloa fuerza el cese de Mato ante el debate contra la corrupción”.
Al cierre de esta edición, y no es temprano, Mariano todavía le debe de estar agradeciendo a Marhuenda una portada que lo retrata tan bien.
La cabeza de Ana Mato también fue tema de reflexión muy principal para El Mundo este jueves. Pero no porque haya rodado, sino porque no tenía. Y por eso no se dio cuenta de que su marido Jesús Sepúlveda guardaba en el garaje de su casa un Jaguar, de que viajaban de gorra a todas partes, de que Francisco Correa no le regalaba vuittones por guapa, y tal. Lo que quiero decir es que la columnista de El Mundo Lucía Méndez nos lleva a pensar que el periódico de Abadillo intenta exculpar a Ana Mato por su cabeza escasa: “Seguían viviendo juntos [Sepúlveda y Mato] porque a ella siempre le costó tomar decisiones por sí misma”. Pues vaya currículum para una ministra.
Tampoco alaba la cabeza de Mato lo que cuenta la adjunta al director Victoria Prego en el mismo periódico: “Es verdad que Ana Mato está pagando por los desmanes de su marido. Esto es lo que el juez le reprocha, que se haya lucrado involuntariamente”.
El lucro involuntario es una dolorosa enfermedad de espantosas consecuencias: compras, comes angulas, gastas miles, cobras millones, viajas lejos, te enjoyas, regalas, transfieres fortunas, te siliconas, taconeas, bailas, bebes, ríes, ordenas, extraes ilimitadamente del cajero, ves aparecer billetes inopinados en tu bolso, esquías sin querer por las moquetas de los bancos de Suiza, pero todo involuntariamente. Todos estos terribles síntomas produce el virus del "lucro involuntario" del que nos ilustran Ruz y Victoria Prego. El lucro involuntario es una enfermedad que padecen muchos españoles, sobre todo de las clases medias-bajas, y por eso el pueblo llano ha de ser comprensivo con quien lo sufre en silencio. Aunque sea una exministra.
Por tanto no se entiende la rencorosa iniquidad de ayer del diario El País cuando aborda el tema de la dimisión de la ministra. El País también habla de cabezas. Aunque esta vez no de la cabeza rodante o inexistente de Ana Mato. El País está pidiendo la cabeza de otra persona: “Se hace difícil pensar que la legislatura en curso pueda continuar un año más”. De ahí a sugerir un adelanto electoral falta una coma, Mariano, según los más turbios exégetas. El editorial, por cierto, se titula Rajoy suelta lastre. ¿Suelta lastre también El País?
Con faldas negras y a lo loco
Si algo ha conseguido en tres años este beatífico gobierno del PP, es que se vuelva a sentir la pujanza de la otrora avejentada iglesia católica entre los jóvenes españoles. Sobre todo de cintura para abajo. Esta semana han puesto en libertad con cargos a tres sacerdotes y un profesor de religión en Granada por supuestos abusos sexuales, y el arzobispo de Zaragoza ha dimitido a instancias del Papa por los mismos lúbricos y presuntos motivos. Ni siquiera el cardenalicio suplemento religioso Alfa Omega de ABC ha podido evitar dar la foto del arzobispo de Granada tirado en el suelo (ellos dicen postrado) de su Catedral. El arzobispo Martínez se tiró al suelo, o se postró, para pedir perdón públicamente en nombre de los pederastas ensotanados de Granada.
Con muy mala idea, Valme Cortés escribió en El País una crónica sobre la postración arzobispal que termina con unas palabras del propio arzobispo Martínez: "El mal es mal y hay que erradicarlo, y cuando ese mal afecta a inocentes hay que erradicarlo decididamente, absolutamente, en la medida de nuestras fuerzas, pero no hay que juzgar nunca, porque nunca sabemos qué historia hay detrás de quien obra el mal, nunca sabemos, solo Dios conoce el fondo de nuestro corazón".
¿A quién "no hay que juzgar nunca", arzobispo? ¿Solo a los curas pederastas, o también a las mujeres que necesitan abortar y a las que se amenaza con excomuniones, multas y cárceles? A veces las disculpas de los arzobispos inspiran preguntas muy poco correctas.
como puede haber gente que a todo le da una reflexion pero cuando es del otro lado le da el pecado mortal