No todos los ladrones somos gente honrada, desmintiendo a la vieja obra de Jardiel Poncela. Varios estafadores han intentado sacar provecho de los supervivientes del accidente del Alvia del pasado 24 de julio de 2013 en Santiago de Compostela. Aquel día murieron 79 de los 218 pasajeros que viajaban en el tren. Muchos de ellos conservan (y muchos las conservarán siempre) secuelas físicas y psíquicas de aquel impacto a 192 kilómetros por hora. Y los estafadores consideran que pueden rastrear a personas con suficiente vulnerabilidad como para caer fácilmente en el engaño. Algunos de estos timos son muy burdos. Pero otros no.
Este es el contenido de una carta recibida sin remite, en su buzón de correos, por uno de los supervivientes. Al provenir de un supuesto abogado luso, los errores gramaticales apoyan su veracidad: "Mi nombre es G. A. Bell, un abogado profesional desde Lisboa (Portugal). Por favor, mantenga esta información secreta y confidencial. He venido en Madrid-España para buscar al miembro de la familia extendida de mi cliente fallecido extranjera Sra. Manuela López. Ella fue una de las víctimas del accidente de tren de Santiago el 26 de julio de 2013 [la fecha corresponde a su muerte en un hospital compostelano dos días después del descarrilamiento: las identidades de las dos víctimas que aparecen en la carta son reales, aunque cuartopoder.es utiliza nombres supuestos para preservar su intimidad]. Dos meses antes de su muerte, [la fallecida Manuela López] hizo un depósito en el fondo secreto de 1.850.000 euros con una empresa privada de seguridad aquí en Lisboa", arranca la carta destinada a varias de las víctimas del tren cuyo apellido, muy común, coincide con el de la mujer que supuestamente depositó tan apetitosa cantidad en el supuesto fondo secreto.
El resto de la propuesta es sencilla. El estafador asegura ser el "testigo" de dicho depósito. Y nadie, dice, ha reclamado el dinero hasta la fecha. Y añade que la presunta compañía de seguros, cuyo nombre no se cita, firmó el acuerdo con la condición de que el depósito de 1.850.000 "no excederá más de seis meses con la empresa de seguridad". A la hora de recepción de la carta, ese margen de tiempo ya se había cumplido.
"Me gustaría presentarles a la empresa de seguridad como familiares de mi difunto cliente", concluye el estafador, advirtiendo a los posibles estafados de que esos fondos no reclamados, en caso de no ser tramitados, pasarían a las arcas del Gobierno de Portugal. Y les ofrece un reparto del botín.
En este caso concreto, la identidad de la fallecida que realizó ese improbable depósito de casi dos millones de euros no fue elegida al azar. Su marido, que también murió en el accidente, ejerció varios cargos de responsabilidad política. Dato que el estafador podría utilizar para convencer a la víctima de su timo de la veracidad de la existencia de unos fondos ocultos tan elevados. Hoy no resulta difícil convencer a nadie de que un ex cargo público pueda haber desviado casi dos millones de euros a una cuenta opaca en Portugal. "La única persona que sabe acerca de este depósito fondo secreto era su difunto esposo Alberto Jiménez y murió en el mismo accidente de tren", explicita la carta del estafador.
Cuartopoder.es puso en conocimiento de la Policía Nacional de Santiago de Compostela este intento de estafa, aunque replican que no pueden actuar porque esta clase de timos "no son perseguibles hasta que no se han consumado. Escribir esa carta no es delito", señalan. En conversación telefónica, el propio presidente de la Asociación de Perjudicados por el Accidente Ferroviario de Santiago de Compostela (Apafas) admite que ha recibido al menos cuatro cartas de distintos timadores ofreciéndole participar en negocios opacos a costa de otras víctimas. "Yo he recibido otras de otros remitentes. Tres o cuatro, por lo menos. Pero no te las puedo dar porque las he tirado. No es que me duelan. Es que me molestan", dice Cristóbal González Rabadán. También confirma que numerosos supervivientes del Alvia han rechazado muy sabrosas ofertas de todo tipo por parte de presuntos abogados. La Policía Nacional recomienda reunirlas y presentarlas en comisaría a través de la asociación.
Este periódico intentó sin éxito ponerse en contacto telefónico y vía mail con el despacho lisboeta del presunto abogado. Del evidente estafador. Cuyo nombre no es rastreable por Internet. Aunque sus direcciones postal y email existen. "Sólo te van a contestar por mail si eres una de las personas a las que se las han enviado, que las eligen. Suelen ser intentos de estafa muy burdos y se estafan generalmente pocas cantidades", señalan las fuentes policiales consultadas. "El truco consiste en ir enviando documentación de apariencia legal, falsificaciones con sellos oficiales escaneados y ese tipo de artimañas. Y después se solicita un pequeño depósito en garantía. En cuanto haces el depósito, ellos dejan de visitarte. Ese depósito es lo que se llevan. Por supuesto, el éxito de la estafa consiste en dar con gente con muy poca formación y muy crédula. En este caso concreto del Alvia, es todavía más cruel. Hay gente muy vulnerable porque está recuperándose de lesiones y a lo mejor tiene miedo por su futuro, por no poder volver a trabajar, y piensa que recibiendo el porcentaje que le prometen de esa herencia no le está quitando nada a nadie".
En este caso, la insistencia en la confidencialidad es evidente desde un primer momento, cuando el timador escribe al final de su carta: "Todos los documentos del fondo están intactos conmigo y no hay ningún riesgo en esta transacción. Todo lo que necesito de usted es mantenerla secreta y confidencial". En otros casos es más sutil. No todos los ladrones somos gente honrada, ya se ha dicho.