Liquidación
- "Con el cierre de cuartopoder yo pierdo algo importante, pero la verdad es que lo perdemos todos"
- "En los últimos años, muy pocos, el periodismo especializado en cine ha sido liquidado"
- "Yo lo intenté, vaya que si lo intenté. Hasta que me harté. Por eso ésta es una despedida a cuartopoder y también a Madrid"
Mi novela Liquidación está protagonizada por un veterano crítico de cine que se queda sin trabajo en su periódico. Su liquidación personal transcurre en paralelo a la liquidación del cine y el periodismo tal y como él los conoció y a la liquidación de un país quebrado económica y moralmente. Hoy, con el cierre de Cuartopoder, vivo algo parecido.
Lo que no pude predecir en mi novela, obviamente, es una pandemia mundial que ha acabado rematando a los cines y a la prensa que no vive de las pagas oficiales o de la casta política. La prensa independiente es hoy una hazaña quijotesca que nada tiene que ver con esos diarios que nacen de la noche a la mañana gracias a una generosa entrada de cientos de miles de euros para comenzar sus trabajos de cloaca.
En los últimos años, muy pocos, el periodismo especializado en cine ha sido liquidado. Sin olvidar la intrascendencia y el despreciable nivel de programas de radio y televisión, la revista Fotogramas cerró sus oficinas catalanas, Imágenes ya no se publica, en Cinemanía son dos y el del tambor y los despidos en las redacciones siguen estando a la orden día.
Con el cierre de cuartopoder yo pierdo algo importante, pero la verdad es que lo perdemos todos. Porque el cierre de un periódico es mucho más grave y peligroso que el cierre de un bar, de los que estamos bien servidos. Cuartopoder no ha tenido el respaldo suficiente para seguir adelante y finalmente ha sucumbido. Mañana llegará el llanto y el crujir de dientes de cierta gente de izquierdas, progresista a tope, que nunca colaboró por su supervivencia. Nada nuevo.
Ha sido, eso sí, un honor escribir para este diario, en el que entré gracias al escritor y periodista David Torres, que me recomendó al entonces director Paco Frechoso. Necesitaban un tipo que supiese de cine y también escribir y Torres le dijo que yo era su hombre. Mi labor continuó bajo la dirección de Fernando Lizundia y de Sato Díaz, siempre bien escoltado por María Fernández Sánchez, Sara Montero y Miguel Muñoz.
Todos ellos me permitieron jugar a ser un profesional de la crítica de cine. Y digo jugar porque yo nunca he cumplido el sueño de que te fiche un periódico y que te paguen un buen sueldo por ir a ver películas a Cannes, Venecia o San Sebastián, donde te puedes bañar en La Concha, comer manjares y regresar al hotel para ver una de Schwarzenegger y así desenchufar del cine iraní. O que te paguen una buena lana por levantarte para ir a una sala de cine en vez de a una oficina.
No conozco nada más excéntrico, envidiable e inalcanzable. Yo lo intenté, vaya que si lo intenté. Hasta que me harté. Por eso ésta es una despedida a cuartopoder y también a Madrid, cuidad a la que fui, como buen provinciano con sueños absurdos, a presentarme a las pruebas de acceso de la Escuela de Cine. Me admitieron y en la escuela disfruté de los años más intensos de mi vida. También los más inocentes.
Ya no vivo en Madrid y no la echo de menos, aunque sí echo de menos a los grandes amigos que allí he dejado. He disfrutado de ella, de sus noches, sus pases de prensa, los estrenos, las entrevistas, las presentaciones de mis libros, los rodajes, los proyectos de pelis que nunca salieron… Pero Madrid nunca fue amable, ni justa conmigo. Siempre sentí que era un extranjero allí, alguien que se había colado en una fiesta de pijos a la que no había sido invitado.
Les engañaría, también hay que decirlo, si les dijese que siempre he disfrutado de mi trabajo porque no es cierto. No es tan idílico levantarte por la mañana para ir a ver una película que es una puta mierda, trivial, soporífera. Desde hace demasiados años la mayor parte del cine que se estrena me parece demoledoramente fatuo. Pero no le pasa solo al cine, es una decadencia generalizada, vivimos tiempos de youtubers, streamers, TikTok, televisión para menguados cerebrales, música infecta, pasto literario y cine exánime.
Y de bulimia. En su día pensé que la experiencia cinematográfica se moriría de pena, por abandono, por raquitismo. Pero como soy un visionario de mierda, ha sucedido exactamente lo contrario: el cine se va a morir por un gran atracón, por obesidad mórbida. Nunca antes se hizo más cine y más televisión, nunca antes hubo tanta gente dispuesta a engullirlo todo, nunca tantos medios y facilidades para rodar y tantas cadenas, plataformas y sitios piratas. Y nunca fue todo tan gris y la crítica tan cómplice con esta masiva insulsez.
El cine se ha convertido en una mercancía más, consumo atropellado, comida rápida. El espectador come, vomita y sigue tragando y olvidando completamente lo que vio la semana pasada. Saturado de información.
La experiencia del cine como una ceremonia en una sala oscura se acabó. Se esfumó el placer de esperar al viernes para ver una película en un gigantesco pantallón para luego comentarla con calma. Y volverla a ver si era la de dios. Hoy los chavales lo ven todo en casa y cuando sean mayores harán lo mismo. Por eso, sencillamente, esto se acabó.
A cambio tenemos plataformas en las que hay tanto dinero como poco coraje, ninguna intención de innovar, sorprender, escandalizar y hasta ofender si hace falta. Cómplices de los tiempos blancos, cobardes, represores y censores que vivimos, escupen semanalmente subproductos fáciles y vulgares que están haciendo un daño pavoroso. Porque esos productos hechos como churros, en una cadena industrial, gustan, son deglutidos por millones en las pantallas de sus televisores, tablets y móviles. Y esos millones tragan, no mastican, no hacen la digestión, se lo meriendan todo sin criterio. Y piden siempre más para estar a la última y poder comentar lo que ven en su Twitter.
Pero aunque el cierre de un periódico es un puto cataclismo, no me quiero despedir de forma amarga porque en Cuartopoder he vivido muy buenos momentos. Sé, porque me lo han agradecido personalmente, que en estas páginas hemos ayudado a unos cuantos cineastas que no eran conocidos. A que se les escuchase, a que se viese su peli. Ha merecido la pena recomendar cine independiente, diferente, nuevo, hecho con talento, pasión, agallas. También ha merecido la pena publicar reportajes dedicados a Perdición, Las uvas de la ira, Espartaco, Apocalypse Now, El padrino, Taxi Driver, Grupo salvaje, La naranja mecánica, El precio del poder, Cinema Paradiso, El show de Truman… ¡tantas grandes películas!
Además, gracias a este periódico he conocido, entre otros muchos, a personas tan interesantes como Antonio de la Torre, Mariano Barroso, Luis López Carrasco, Georgina Cisquella, Almudena Carracedo, José Sacristán, Andrés Rábago (El Roto), Víctor García León, Borja Cobeaga, Mabel Lozano, José Luis Gómez, Jose Mari Goenaga, José Luis Cuerda, Roberto Álamo y Enrique Urbizu.
A todos, gracias. También a vosotros, lectores. Hasta siempre.
Qué cierto y qué triste. Un abrazo.
Cosas de la vida.
Que grande eres Reguera, deseo que tu momento llegue. La intuición me dice que la literatura va a ser tu piedra angular. Como bien dices el cine aquí está perdido y la tele es el colofón de los menguados (me encanta ese adjetivo), pero el talento para escribir es único y personal y en algún momento esa conexión editorial-autor sucederá.
Siento muchísimo el cierre de Cuarto Poder y que usted deje de escribir aquí. Me gustaría saber dónde poder seguirle. Gracias a sus artículos, he visto películas que me han encantado, y también gracias a ellos me he ahorrado muchas bazofias. Cuando por estos lares aparece en las pantallas alguna película española, solía buscar aquí su crítica para hacerme una idea de si merecía la pena perder la tarde.
Muchas gracias por todo, le deseo todo lo mejor ¡y mucho buen cine!