Untouchable: se acabó

  • La estocada final a Weinstein ha llegado en el lugar en el que levantó su imperio: el Festival de Sundance.
  • En su 36ª edición se presentó Untouchable, el documental sobre su escándalo, dirigido por la veterana documentalista Ursula Macfarlane.

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En 2015 el entonces todopoderoso productor Harvey Weinstein visitó la sede de la Academia de cine en Madrid. Era el gallo más garboso del corral, aunque más que de gallo Harvey tiene pinta de puerco. En aquel encuentro con cineastas y estudiantes de cine el fundador de la compañía Miramax no estuvo cómodo, nos quiso despachar rápido y, de hecho, acabó la charla antes de lo previsto para ver a unos amigos: el entonces embajador norteamericano James Costos (ex vicepresidente de la poderosa HBO) y su pareja Michael Smith.  
Paradojas de la vida, la estocada final a Weinstein ha llegado en el lugar en el que levantó su imperio: el Festival de Sundance, localidad de Park City en la que el gallo del cine independiente descubrió a su gallina de los huevos de oro: Quentin Tarantino. En su 36ª edición se presentó Untouchable, el documental sobre el escándalo Weinstein y dirigido por la veterana documentalista Ursula Macfarlane.

Sundance fue el feudo de los hermanos Weinstein durante veinte años. Allí compraron las películas fundacionales del llamado “cine independiente” como las estupendas Sexo, mentiras y cintas de vídeo o Reservoir Dogs. Y en Sundance empezó la pesadilla y las maniobras de acoso: tres mujeres aseguran que el productor las violó durante su estancia en el certamen, entre ellas Rose McGowan, actriz en Scream, Grinhouse, Death Proof o Machete.

Antes de las revelaciones de The New York Times y de The New Yorker, en octubre de 2017, el primero que destapó, sin entrar en detalles sexuales, las malas maneras de los hermanos Weinstein (“esos ordinarios bárbaros de Buffalo”) fue el escritor Peter Biskind en su libro Sexo, mentiras y Hollywood. En este riguroso ensayo Biskind descubrió que el “cine independiente” tenía poco de independiente. Todo empezó con dos películas que aluden al sexo en sus títulos: con el gran éxito de Sexo, mentiras y cintas de vídeo en Cannes y con el estreno de un documental tremendamente rentable llamado En la cama con Madonna.

Tras este pelotazo, los Weinstein llegaron a estrenar el doble de películas que cualquiera de los grandes estudios. Biskind fue también el certero denunciante del tocomocho que era eso del “cine independiente”: al igual que Miramax, Sony Classics, October, Fine Line, Goldwyn, Gramercy, Fox Searchlight o Paramount Classics dependían de los grandes estudios. Es decir: el cine supuestamente independiente no era mas que una tapadera de los de siempre, un filón para quedarse también con el mercado de películas “de festival”. Jugada maestra.

En Untouchable Macfarlane habla de acoso, chantaje, abuso, agresión y hasta de violación y descubre al monstruo pero también la vergonzosa complicidad de la industria del cine más grande del planeta ante sus abusos. Una complicidad a muchos niveles y que afectó a centenas de mujeres que no podían hablar o su trabajo en el cine acababa en la línea de salida. Weinstein fue para muchos fenicios de Hollywood un semidiós que se forró arruinando la vida de decenas de personas.

Los grandes protagonistas del documental son los periodistas que investigan a Weinstein y todos sus obstáculos: fuentes que no quieren ser reveladas y hasta amenazas de Weinstein y de sus muchos y bien remunerados espías para que no se destape lo que van descubriendo.

Untouchable se pregunta cómo pudo estar silenciado el acosador durante décadas, cómo pudo manipular a tantos poderosos, silenciarlos, hacerlos sus cómplices. Y sobre todo si la culpa es más amplia, si la propia sociedad permite la impunidad de estos depredadores que pueden llegar incluso a presidentes de la nación más poderosa del planeta. Ya lo denunció Tom Hanks hace dos años: “En Hollywood hay gente que se mete en el negocio porque el poder le excita, hay depredadores por todas partes”.

Harvey Weinstein no se diferencian tanto de otros productores que usaron su poder más allá de su trabajo como David O. Selznick, Harry Cohn o Jack Warner. La diferencia es que a Weinstein le han cazado y, afortunadamente, vivimos otros tiempos. O como bien dijo Rosanna Arquette, una de las primeras en acusar al productor en un artículo de la revista The New Yorker: “Hubo un cambio de paradigma y no vamos a volver; se acabó”.

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