Conocí a Koldo Serra hace muchos años en Algorta, mi pueblo. Siempre que me topaba con él por la calle lo veía grabando, concentrado, a su pandilla de skaters. Más tarde coincidimos en el estupendo Cineclub de Getxo, formidables proyecciones de cine indie con debates posteriores, a veces encendidos. A sus eficientes organizadores les debo muchas noches de muy buen cine.
Tras rodar los cortometrajes Amor de madre y El tren de la bruja, Serra dirigió nada menos que a Gary Oldman en Bosque de sombras. Diez años después y tras hacer mucha tele y publicidad, Serra regresa al cine con Gernika, que lleva días promocionando con una paliza de 14 entrevistas diarias, cinco días durmiendo cinco horas.
Gernika no es un proyecto sencillo, más bien es una locura, toda una osadía. Rodada en menos tiempo que Bosque de sombras, esperaban producirla con 10 millones y rodarla en 10 semanas. Y la han rodado con menos de 6 'kilos' y en 7 semanas y media. Pero a pesar de todo, y algunas carencias, la película luce en pantalla y acaba emocionando al recordar la salvajada nazi que se cometió en ese emblemático pueblo con la complicidad de los fascistas españoles.
— La película es pionera para estar ambientada en un episodio tan universal. Sobre este horror sólo existía Gernika bajo las bombas, una miniserie. Mientras los americanos tienen enseguida sus películas sobre Snowden, Bin Laden o Lehman Brothers, nosotros tardamos en llevar al cine nada menos que 79 años algo que conoce todo el planeta. Un poco vergonzoso, ¿no?
— Cuando me llamaron Carlos Clavijo y José Alba pensé que, obviamente, habría otras pelis que tocasen el tema, aunque fuese tangencialmente. La miniserie ya la había visto pero no hay nada más. Es vergonzoso que sigamos con el sambenito de “otra película de la Guerra Civil”.
— Lo curioso es que esta sí que es una película de la guerra civil, sobre la que se ha rodado más bien poco. En España se han hecho muchas pelis sobre la posguerra, pero sobre la guerra hay pocas.
— Claro, ésta transcurre de verdad en la guerra. Al año se hacen más comedias románticas como género, pero tenemos ese estigma.
— El estigma que alguien inculcó como un virus. A nadie se le ocurre decir a un americano que han hecho demasiadas películas sobre su Guerra Civil.
"La gente piensa en la Guerra Civil y lo relaciona inmediatamente con películas tristes, ocres, aburridas..." |
— Y en España no hay tantas. Pa negre, Miel de naranjas... ¿Una al año, dos? Y hemos intentado que formalmente la película tampoco fuera local, que fuese universal. Quería un aspecto de peli de Segunda Guerra Mundial, no como de Guerra Civil como la entendemos, o de posguerra. La gente piensa en la Guerra Civil y lo relaciona inmediatamente con pelis tristes, ocres, aburridas...
— Con humedades y desconchados en las paredes.
— Exactamente. Gernika parte de ciertas prácticas de los nazis preparando la Segunda Guerra Mundial. Es una película pre Segunda Guerra mundial, por decirlo de alguna manera. Las referencias son más de peli bélica, no sé si la expresión es “a la americana”.
— “A la americana” porque es la industria por excelencia, pero todos tenemos nuestras guerras y a nuestros cineastas para reconstruirlas.
— La guerra es universal.
— Metéis el horror de una checa en Gernika y a los comunistas asesinando como auténticos gangsters. ¿Qué hay de verdad y de ficción en esto?
— En Gernika, al parecer, debió haber una checa, pero supongo que es más una licencia de Carlos Clavijo, guionista y productor. Incluso llegó a haber una checa en un barco, en la ría de Bilbao. Eso Carlos lo puede explicar mucho mejor, pero no se hacía exactamente lo que se ve en la película. La peli no pretende ser objetiva, pero sí es ecuánime en el tratamiento de los bandos. Ésta no es una película de buenos y malos, en los dos bandos hay buenos y malos.
— No es una película sectaria.
— Eso es, la película reparte en ambas direcciones.
— Dais mucha caña a los rusos. Me ha dicho Clavijo que a los de Gara no les ha gustado la peli y dicen que es ¡anticomunista!
— Anticomunista y “rusofóbica”. Me quedé flipado.
— El personaje de María Valverde al principio de la película cae mal, es una censuradora del bando republicano.
— Por circunstancias de la vida y del momento, está obligada a hacer lo que tiene que hacer.
— Los personajes están inspirados en gente de la Oficina de Prensa de Madrid. Constancia de la Mora es la inspiración del personaje de Valverde y George Steer, el del personaje de James D’Arcy.
— De la Mora era la jefa de prensa republicana en Madrid, que estaba en el edifico de Telefónica. El personaje de María está inspirado en ella. No había una persona así en Euskadi. El del personaje de D’Arcy está inspirado en George Steer, que lleva a la portada del Times el bombardeo. Es un personaje que se parece más a Hemingway por su cinismo y su alcoholismo. En una de las críticas decían: “Han convertido a Steer en un borracho”. No, porque no es Steer, sino un personaje de ficción.
— La película me parece un milagro. Hacer esto con menos de seis millones de euros, para una producción que necesitaba, por lo menos, 15 o 20 millones. Es de locos. De hecho, has tachado a sus productores de “chalados”. Al ver Gernika, me he dicho: qué pena que no tuviesen más pasta porque luce, pero se nota la fata de dinero. ¿Cómo contactas con los “chalados”?
— Me llamaron Alba y Clavijo. Les había pasado mi teléfono Eugenio Mira (Gran Piano). Me dijeron que estaban buscando un director que fuese capaz de rodar una peli internacional en inglés, que hubiese rodado ya una producción internacional... Luego vi que uno de los guionistas es el de Viernes 13. Último capítulo y el de Sabrina, cosas de brujas, la serie que echaban en Antena 3. Y me dije: ¡Qué marcianada! Luego leí el guión, vi que estaba muy bien y les dije que encantado, sobre todo de aportar todo lo relacionado con Euskadi.
— Ellos tenían en su lista a directores internacionales para dirigir Gernika y les convenciste para hacerte con el proyecto. ¿Cómo lo haces?
— Lo de los otros directores me lo contaron después. Cinco directores, todo extranjeros. Y yo les dije: coño, qué menos que la ruede un tío de Bilbao.
— Una bilbainada, les coges un poco por el RH negativo.
— Eso es. Lo tiene que hacer uno de Bilbao y yo soy la persona.
— Tras mucha pelea, conseguisteis que Sony entrase en la producción. Y te implicaste viajando con los productores, peleando por la peli. Eso no lo hacen muchos directores. ¿Cómo fue esa experiencia?
— Hasta ahora nunca había estado en este tipo de eventos mercantiles. Me fui con los productores a Cannes a vender la película. Teníamos un huevo de reuniones. Y en Alemania lo mismo, porque hubo un momento en el que parecía posible una coproducción con Alemania.
— Y visteis hasta decorados y todo.
— Sí, sí, estuvimos hasta en los decorados de La historia interminable y El submarino. Está bien ver la otra cara, saber lo mal que lo pasan los productores.
— El bando de los sublevados fascistas sale poquito, sobre todo aparecen los nazis. Has dicho que “hay gente que no quiere que se sepa lo que pasó”. ¿A quién te refieres?
"No hace falta cargar las tintas sobre los responsables porque todo el mundo sabe quiénes fueron" |
— No, no, es por lo de las dos Españas. Ves que alguien saca el tema de las cunetas y salen chispas. En la película se les menciona poco porque el punto de vista está casi siempre en el bando republicano. Se meten cuando hacen alusión a ellos los alemanes. Sólo hay una secuencia con los sublevados, con un sargento y W. von Richthofen. No hace falta cargar las tintas sobre los responsables porque todo el mundo sabe quiénes fueron.
— Los estrenos de Gernika han sido emocionantes. Una señora, a la que no le salían las palabras de la emoción, te abrazó durante más de un minuto, sin soltarte. Vivir eso tiene que ser acojonante.
— Ayer fue el último pase, en Barcelona. La gente salía con lágrimas en los ojos. Muchas personas se me acercaron, como una mujer, diciéndome: “¡Cuánto hijo de puta hemos dejado todavía por ahí!”. Una señora de unos 65-70 años estaba tan emocionada, que no podía ni hablar. Me dio un abrazo, casi un minuto abrazada. Yo no sabía qué hacer, casi quería romper a llorar también.
— Tras diez años haciendo tele y publicidad y tres preparando la peli, tenías muy claro cómo iba a ser visualmente Gernika. ¿Lo puedes resumir?
— Veía melodrama clásico, narración elegante en los dos primeros tercios de la película. Alguien hablaba de David Lean, que ya me gustaría. Pero me refiero a buscar ese contraste con lo que sucede al final, con derroteros bonitos e incluso preciosistas a veces. La idea era ver Euskadi o Gernika de forma preciosista para que afecte la destrucción de todo.
— Como la escena del caserío, con Elena Irureta e Irene Escolar.
— Sí, se busca empatizar con esos personajes. Si no, no vas a sentir nada cuando ocurra el bombardeo.
— Gernika es muy Eusko Label: apoyo del Gobierno vasco, ayuntamientos, acceso a fabulosos edificios públicos, vecinos volcados... no te quejarás de tu gente.
— Hemos tenido una suerte total de tener todo a nuestro lado. Primero por la gente, que nos ha permitido rodar en sus calles y pueblos. Hemos rodado en Lekeitio, hemos cortado el Arenal de Bilbao, la Plaza Nueva ... y la gente ha tenido una paciencia infinita. Y tiene que ver con el tema que trata la película. Las instituciones vascas nos han ayudado muchísimo. Hemos cumplido sueños como rodar en el Teatro Arriaga o dentro del Ayuntamiento de Bilbao.
— O en la Sociedad Bilbaína, cuyo interior es alucinante, muy cinematográfico.
— Claro, y eso le da un valor de producción incalculable, nunca hubiésemos podido hacerlo en decorados. La película gana rodando en escenarios naturales reales. El baile en el Salón Árabe del Ayuntamiento de Bilbao es imposible de recrear.
— ¿Cuánto de improvisación hay en el rodaje y cuánto de planificado, dibujado? Tú dibujas y bastante bien.
— Las secuencias del bombardeo las tengo hace cuatro años dibujadas y están prácticamente clavadas en la película. Me encanta el trabajo previo. No te voy a decir que me aburro en un rodaje porque sería mentirte, pero la parte que más disfruto es la parte previa. El porqué de las cosas, la razón de que sean de una manera o de otra. He trabajado con un guión técnico que cada día mandaba por mail a los equipos de cámara, arte, dirección y fotografía. Luego, claro, en las localizaciones puedes cambiar cosas: las interpretaciones, que un actor que en el guión estaba sentado se ponga de pie... Pero mejor ir siempre preparado para poder cambiar.
— ¿Te preocupaba el efecto Pearl Harbor? Me explico: generar demasiada expectación en el bombardeo, que todo el mundo espera todo el rato y caer en lo previsible. Y decepcionar.
— En alguna crítica ya ha aparecido la comparación, pero ya en cuanto a presupuesto no son comparables. Lo importante es que el bombardeo estuviera lo mejor realizado posible para que la gente que va al cine tenga su bombardeo. Gernika es mucho más que un bombardeo, pero lo tiene, igual que Titanic tiene su naufragio.
— Has tardado una década en volver al cine, aunque es algo que a muchos les pasa. Desgraciadamente, es algo normal en España. Has dicho: “La ilusión y la energía suben y bajan, siempre les pido paciencia a los chicos a los que doy clase y ya quieren ser directores de cine”.
— Sí, he tardado 10 años. A veces hablo de “la segunda primera película”. Diez años es un periodo en el que muchos hubiesen tirado la toalla y, posiblemente, sea lo más inteligente. Pero esto es una carrera de fondo, nunca hay que perder la ilusión.
Esta película hay que entenderla como la veda que se abre más que como otra cosa.