La de ayer fue una noche rara. Thierry Fremaux, director del Festival de Cannes, anunciaba la muerte del legendario director de cine Michael Cimino pero los medios tardaban en confirmar la noticia. Parecía un bulo, otra de las trolas que rodearon al excéntrico realizador y guionista norteamericano en vida. Poco a poco se fue confirmando la triste noticia.
Los últimos años de Cimino fueron un puro esperpento. Cada aparición pública significaba un nuevo rumor, una nueva sesión de fotos con un aspecto grimoso, como de señora mayor, anoréxica y recién operada. El runrún que aseguraba que se había cambiado de sexo lo perseguía hacía ya años. No era de extrañar, sólo había que ver esa cara sin arrugas, con esos pómulos y labios hinchados, esas cejas depiladas y esa nueva nariz.
Su aspecto era espantoso y su vida privada un misterio. Cimino fue muy bien acogido en París durante años (publicó varias novelas de éxito), pero vivía solo en su casa de Los Ángeles. También tenía un rancho en Montana (y buenos amigos vaqueros) y un apartamento en Manhattan. Pocos conocían su vida sexual o familiar.
Cimino, que no estudió en una escuela de cine como Scorsese o Coppola y que empezó trabajando en publicidad en California y ganando una pasta, tuvo a Hollywood a sus pies en tres años y sólo en ocho fue expulsado del paraíso. Pocas carreras han existido tan exitosas como efímeras. El cajón de los guiones no rodados por Cimino es para echarse a temblar. O a llorar.
Hagamos un repaso. Además de una nueva adaptación de la novela de Ayn Rand El manantial, de la que llegó a escribir 27 borradores, escribió la película romántica Perfect Strangers, un guión sobre la vida de Dostoyevski (nada menos que junto a Raymond Carver) y otro guión sobre Janis Joplin (titulado Perla y que acabó siendo La rosa, de Mark Rydell). Igualmente pudo adaptar a Truman Capote (Dino De Laurentiis le ofreció hacerlo con Hand Carved Coffins) y la novela The Yellow Jersey (proyecto para Dustin Huffman).
También trabajó en el musical Porgy and Bess, en trasladar a la pantalla la vida de los gangsters Frank Costello y 'Legs' Diamond y en adaptar nada menos que La condición humana, de Andre Malraux. Y hay más en su cajón: una saga de películas sobre el líder independentista irlandés Michael Collins y Nacido el 4 de julio. Cuando leyó este guión, de su amigo Oliver Stone, le entusiasmó tanto que se ofreció a los productores del proyecto para rodarla incluso gratis. Pensó en Al Pacino para interpretar a Ron Kovic. Finalmente, los productores se decantaron por Stone como director y por Tom Cruise como Kovic.
Además, Cimino pudo rodar la adaptación de Motín a bordo (que se ofreció inicialmente a David Lean), estuvo a punto de dirigir El rey de la comedia (que acabó rodando Scorsese) y también La zona muerta, pero su relación con Stephen King, autor de la novela, terminó en una bronca monumental. La película la acabó rodando David Cronenberg.
La carrera de Cimino, que ya había escrito el maravilloso guión de ciencia ficción Naves misteriosas, empezó gracias a Clint Eastwood, que le contrató para reescribir el libreto de Harry, el fuerte. Tras este trabajo alimenticio, Eastwood le dio su gran oportunidad: dirigir Un botín de 500.000 dólares.
Después de este inesperado éxito de taquilla, Hollywood recibió con entusiasmo su proyecto El cazador, para el que logró un presupuesto de 15 millones de dólares de la época y un reparto de campanillas. Logró cinco Oscar de nueve nominaciones y un film absolutamente magistral, pura poesía. Su obra maestra.
Y cuando lo tenía todo, a Cimino se le cruzaron los cables, se le subió el éxito a la cabeza y se dispuso a rodar (rodeado de dementes caprichos y horribles broncas con el equipo) La puerta del cielo, famosa por acabar arruinando a todo un estudio: la United Artists. Si alguien quiere profundizar en este desastre, que se lea el libro Moteros tranquilos, toros salvajes, de Peter Biskind. No tiene desperdicio.
Tras este histórico batacazo, deprimido y desollado por la crítica y la prensa, Paramount Pictures le ofreció rodar el musical juvenil Footloose, pero sus extravagantes exigencias (otra vez relacionadas con la construcción de los decorados, su gran obsesión) hicieron que el estudio lo despidiese de manera fulminante. A partir de ese día, Cimino no levantó cabeza y jamás pudo hacer otra película con un gran estudio, con un amplio presupuesto y total libertad.
El año pasado, en el festival de Locarno, donde fue homenajeado, Cimino habló sobre una película que siempre quiso hacer y jamás logro levantar: la citada nueva adaptación de El manantial, inspirada en el arquitecto Frank Lloyd Wright. La obsesión de Cimino siempre fue la arquitectura, que veía muy ligada al cine.
De este proyecto nunca rodado, Cimino dijo: “Mi héroe de juventud era Lloyd Wright. Para mí el momento crucial de El manantial es aquel en que el protagonista, Howard Roark, contempla el proyecto que no le han dejado llevar a cabo y en sus ojos se nota el ansia por construir. Es un momento terrible. Alguien con un talento increíble a quien no se le permite trabajar”.
Igual que su querido Roark, Cimino acabó sus días contemplando grandes proyectos de otros, tipos más mediocres que él. Igual que Roark, fue alguien con un carácter difícil pero un talento increíble y a quien no se le permitió trabajar.
Basura de artículo. Era preciso remarcar que tenía buenos amigos vaqueros. Pr favor, un respeto. Este hombre fue un genio no reconocido.