No ha sido una gran semana para Almodóvar, que ante la aparición de su nombre y el de su hermano en los Papeles de Panamá anuló las entrevistas concertadas y el posado en que se iba a fotografiar junto a sus nuevas chicas Almodóvar: Emma Suárez, Adriana Ugarte, Inma Cuesta y Michelle Jenner. En un comunicado, los Almodóvar explicaron el desplante a la prensa por “la prioridad informativa en temas ajenos a Julieta” y advirtieron: “Estaremos atentos al contenido de la información que se publique de cara a los juicios de valor que pudieran realizarse con vulneración de nuestros derechos”.
No sé que daño hará a la taquilla de Julieta estas revelaciones periodísticas, pero bien no le van a hacer, desde luego. Aun así, Almodóvar siempre cuenta con sus fans incondicionales y sus mariliendres mediáticas (ya se notó en el pase de prensa). Es un tipo que vende sus películas a medio mundo y tiene el talento y la fortuna de hacer el cine que le da la gana y hacer caja con él. Otra cosa, eso sí, es que un productor que recibe dinero de todos los españoles para financiar sus películas (algo que podría hacer sin subvención alguna) ahora se esconda de la prensa (a la que tan bien ha usado) por un chiringuito financiero que su hermano cerró en los noventa.
Vuelve Almodóvar y lo hace con la mayoría de la crítica haciéndole la ola. He leído que el hombre “se ha reinventado”, que ha hecho una obra “madura, concentrada y precisa” y que estamos ante “otro tour de force cien por cien almodovariano”. Aunque no veo ninguna reinvención en este señor que lleva repitiéndose un cuarto de siglo, sí es cierto que en Julieta sorprende su frialdad, su sequedad, su falta de humor, y no digamos ya de esos giros absurdos que suele sacarse el director de la manga. Julieta es una película que parece hecha por un hombre triste, cansado y autocomplaciente, que es lo que me parece Almodóvar en sus últimas entrevistas.
Originalmente, Julieta se iba a titular Silencio y estaba pensada en inglés. Y la productora de Almodóvar, El deseo, llegó incluso a ver localizaciones en Canadá. Según el manchego, “el escenario era demasiado desolador”. Así que se decidió por Madrid y Galicia para rodar un drama inspirado en tres relatos de la escritora Alice Munro y sustentado en el problema de la pérdida y su superación.
Mi primer pero a Julieta: pretende emocionar, pero no lo consigue. En ella hay pérdidas desgarradoras en la vida de una mujer, pero tal y como me las cuenta no me llegan, no me calan. Sigo sintiendo la misma indiferencia ante los dramones del manchego desde Carne trémula y nunca entenderé el éxito de crítica y público de películas tan ridículas como Todo sobre mi madre o Hable con ella.
Mi segundo pero: me harta el “universo almodovariano”. Estoy cansado de la música de Alberto Iglesias, de Chavela Vargas, de sus referencias culturales (esa tendencia presuntuosa que tiene a mostrarnos sus libros y sus discos, su “cultura”), de los inevitables colorines, de las casualidades en sus guiones, de las subtramas innecesarias (aquí la visita al pueblo de los padres de Julieta), de los saltos en el tiempo en estructuras escritas a modo de puzzle, de los personajes vestidos con modelitos a la última, de los diálogos abigarrados y metafóricos y en general del absoluto alejamiento de este hombre de la realidad que le rodea.
Mi tercer y último pero: lo peor que le puede pasa a un cineasta es que se tome demasiado en serio y sobre todo que se repita. La figura madre-hija, siempre bastante loca, distorsionada y tremenda, es uno de los ejes del repetitivo cine de Almodóvar. Sólo hay que recordar, entre otras, a las madres de Mujeres al borde de un ataque de nervios, Tacones lejanos, La flor de mi secreto, Todo sobre mi madre o Volver. Esta vez ha optado por una madre profesora de griego que se encoña de un pescador gallego con acento catalán, le hace una hija, la niña se hace amiga de una pija, la madre se busca una casa para que las niñas estén más juntas, de repente la pierde no sabemos muy bien por qué y por culpa de quién, luego la busca y así todo. Y encima contado en una narración gélida y antojadiza, muy caprichosa. Todo en Julieta es un poco porque yo lo valgo.
Por lo demás, técnicamente es más que correcta, todos los actores están bien (sobre todo Adriana Ugarte y la niña, Priscilla Delgado), está rodada con gusto y tiene algunas secuencias bastante cuidadas. Vamos, que no provoca vergüenza ajena, como sus tres últimas películas. Es todo un paso.
Yo también estoy un poco cansada del universo Almodovar
El universo Almodovar envejece mal, he revisitado sus películas antiguas: Tacones Lejanos, la Flor de mi Secreto, Todo sobre mi madre o qué he hecho yo y realmente me quedo con las dos últimas, las otras no me han gustado nada. De las últimas, sólo me ha gustado Volver, los abrazos rotos o los amantes pasajeros me han aburrido soberanamente. Otras ni las he visto: La piel que habito o la mala educación. No creo haberme perdido nada.
¿Demasiado desolador el escenario de Canadá?
Este hombre es muy de su pueblo.
El cine del manchego es ridículo hasta el hartazgo.
Pues qué le vamos a hacer. El cine de Almodovar me gusta