‘B’: de breve y brillante

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Esto es cine español. Cine porque está hecho para verlo, si es posible, en una sala. Español porque se enfrenta con valor y responsabilidad a la historia más reciente y vergonzosa de los españoles. Solo por eso, y porque está bien rodada y mejor interpretada, B es una película que debería proyectarse en las escuelas de este país, para que los chavales conozcan mejor las páginas más oscuras de la historia reciente de nuestra España y para, si cabe, no repetirlas. Si aprenden lo que son los diezmos romanos o de la iglesia, ¿por qué no van a saber cómo se financia el Partido Popular, empresa de la que han salido nada menos que dos presidentes?

Lo curioso de B es que no nos podemos enfrentar a ella como una película convencional ya que no tiene guión. De rodaje claro que lo tiene. Me refiero a un guión canónico con su arranque, nudo y desenlace y sus diálogos escritos por un guionista. B es la adaptación de una obra teatral basada íntegramente en la transcripción literal de lo que sucedió un famoso 15 de julio de 2013 en la Audiencia Nacional. Aquel día el ex tesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, fue trasladado desde la prisión de Soto del Real para declarar. Hasta ese día había negado relación alguna con los famosos "papeles de Bárcenas", pero tras más de dos semanas en la trena decidió cantar.

Y aunque eso pueda parecernos limitado narrativa y sobre todo dramáticamente, el film funciona porque no te puedes creer lo que se llegó a decir en esas cuatro paredes, en aquella austera sala mal acondicionada para un personaje de la envergadura de Luis Bárcenas y el tamaño y trascendencia judicial de su caso.

Así, todo lo que suelta el extesorero por su boca, todos esos datos contables, todas esas pruebas, le vuelven a dejar a uno con la boca abierta por mucho que le suene el asunto, por mucho que lo haya leído ya. Escuchar en una sala de cine nombres y apellidos como los de Mariano Rajoy, tu actual presidente, o Federico Trillo, o Jaime Mayor Oreja, o María Dolores de Cospedal, o Álvarez Cascos, o José María Aznar o los nombres de grandes empresas del país que supuestamente financiaron al PP, produce una sensación extraña y sobre todo agridulce, deprimente.

La razón es sencilla: cuando Alan J. Pakula estrenó la fabulosa Todos los hombres del presidente, habían pasado dos años de la dimisión de Richard Nixon, pero esto es demasiado reciente. Y ojo, estamos hablando de un presidente metido en un trapicheo de escuchas ilegales, no de cobrar, supuestamente, dinero B en sobres con pasta recaudada gracias a las aportaciones de empresarios. El caso Watergate comparado con el caso Bárcenas es una película de Disney. De ahí lo agridulce y deprimente: esta gente sigue no solo libre de toda responsabilidad judicial o penal, además siguen ganando elecciones con cientos de miles de ciudadanos españoles que los respaldan. Y no digamos Bárcenas, campando a sus anchas.

Lo mejor de B es, sin duda, el actor Pedro Casablanc. Borda la voz, la mirada y los movimientos de Bárcenas, esa inteligencia y rapidez suya, esa soberbia, esa seguridad que da estar entre los elegidos, entre los que se han creído durante décadas que este país es de su propiedad, la de todos esos chulos de Serrano o la Castellana, los de las patillas, el chófer, la criada filipina, las monterías y los fines de semana en la nieve. Casablanc, que va directo a por el Goya al mejor actor del año, ha cazado a Bárcenas, lo ha bordado. Solo por él merece la pena ver la película. Por cierto: chapó también al trabajo del estupendo Manolo Solo como el juez Ruz.

La sensación general que transmite la muy breve B (menos de 80 minutos que pasan volando) es la cutrez. En la sala, entre los testigos, con ese calor de espacio mal acondicionado, con la chapuza del servicio de seguridad dejando que se filtren noticias en las redes sociales a tiempo real... todo muy pobre, de país tercermundista. Y todo unido al asco que produce recordar, y en pantalla grande, que en el seno de uno de los dos partidos mayoritarios del país haya tanta basura junta.

B, película honesta y pequeña, es una celebración para el cine español. Primero por lo ya dicho (es necesaria y valiente) y segundo porque está hecha al margen de la producción 'industrial' española. El film, de 370.000 euros de presupuesto, ha sido costeado gracias a un exitoso crowdfunding. Gracias a gente anónima que quería ver esta triste página de nuestra historia en pantalla.

Puede que su única pega sea que es demasiado televisiva (David Ilundain, su director, es un hombre que ha hecho mucha tele y se nota), pero B es un film que merece la pena ver. En una sala o en casa. O en un colegio.

Qué bonito sería pensar que algún día se pudiese escribir y rodar nuestro particular Todos los hombres del presidente. Esperen sentados porque no la van a ver. No estamos capacitados.

Avalon (Vimeo)

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