“La tragedia del Hollywood hoy en día es que los grandes apostadores están muertos. Los viejos productores eran valerosos, apostaban, derrochaban. Hoy existe una paranoia. La gente tiene miedo. Los que están en los altos puestos directivos son incapaces de decir OK o No OK. Los asustados aceptan un gran riesgo. Y esto es muy duro cuando estás haciendo cine. Todas las películas son un riesgo”.
Estas palabras no son de un crítico o un historiador, sino de Steven Spielberg, nada menos. Es paradójico, y muy cínico por su parte, que el artífice de la saga de Transformers hable del daño que hace al cine la falta de ideas y el riesgo, pero la verdad de su reflexión es indiscutible. El cine de Hollywood lleva décadas en manos de matarifes del cine que, acojonados, se limitan a repetir fórmulas que han funcionado en forma de remakes innecesarios y sagas alargadas hasta el agotamiento.
Ahora nos llega la cuarta entrega de Parque Jurásico, con largartos más grandes que nunca y la receta de siempre. Todo empezó en 1993. Aquel año Spielberg maravilló al mundo gracias a algo que todos desconocíamos: los efectos llamados CGI. Lo logrado por el estudio de Stan Winston hizo historia y a partir de ahí el cine americano de grandes presupuestos fue invadido por los efectos digitales. Parecía que con ellos se podía hacer todo, pero el abuso de los CGI no evitó camuflar la gran carencia de casi todas las películas de los estudios: sus mediocres historias, sus esquemáticos personajes y sus pobres guiones.
A pesar de sus incuestionables aportaciones técnicas, no considero Parque Jurásico una buena película, o al menos ese gran hito del genero fantástico del que muchos hablan. La película primigenia, escrita por David Koepp y Michael Crichton, autor de la novela original, podría haber sido una gran película de terror. En manos del director de Tiburón, una película de dinosaurios hambrientos hubiese sido fabulosa, pero Spielberg optó por una muy desafortunada fusión de película familiar y de terror y le salió un híbrido empalagoso. Su primera hora es floja, ñoña y didáctica y solo se salva por su segunda mitad, muy entretenida. Por eso Tiburón es una obra maestra del terror y Parque Jurásico una película para toda la familia muy poco valiente. Es el signo de los tiempos, supongo.
Hoy, 22 años y dos mediocres secuelas después, Universal nos vuelve a traer la Isla Nublar a las pantallas, regresa con el original universo creado por Crichton. Dirige un director con poco cine detrás pero bastante eficiente (Colin Trevorrow) y la protagonizan el simpático cachas Chris Pratt y Bryce Dallas Howard (la pelirroja hija de Ron Howard). El guión lo firman cuatro guionistas (mal asunto): Rick Jaffam, Amanda Silver, Derek Connolly y el propio Trevorrow.
La verdad es que la peli es espectacular y tiene buen ritmo, pero tampoco se han vuelto locos con esta nueva entrega. Jurassic World, como todas las secuelas, es una clonación de la original, no vaya a ser que a algún ejecutivo le de por arriesgarse demasiado y se quede sin su asiento VIP para ver a los Lakers. Ahí van los 15 ingredientes básicos para la clonación de una peli jurásica:
- Mucho dinero. En este caso entre 160 y 180 millones de dólares.
- Muchos efectos CGI. Hasta hartarse.
- Banda sonora de John Williams, aquí sustituido por Michael Giacchino, que hace un montón de “homenajes” a la partitura original del maestro.
- Niños. A poder ser repelentes. En este caso dos hermanos: uno adolescente y el otro más niño. El adolescente se pasa la película con cara enfurruñada o en celo, mirando a chicas de su edad. El más niño es un sabelotodo de los dinosaurios y hace pucheritos porque (y aquí entra el impuesto revolucionario made in Spielberg) sus padres se van a divorciar.
- El malo, siempre codicioso. Aquí Vincent D’Onofrio pasando por caja e interpretando a un paramilitar pirado que pretende (atención) usar dinosaurios ¡como soldados! La idea es un refrito porque ya se usó en uno de los guiones escritos para Parque Jurásico 3.
- El gordo seboso, que solo por ser gordo y seboso va a ser, evidentemente, devorado por los dinosaurios.
- La tensión sexual no resuelta entre el chico y la chica de la peli. Aquí entre una pelirroja workaholic que manda bastante en el parque y un adiestrador de dinos que es una mezcla entre Frank de la Jungla y Ángel Cristo. Los dos habían tenido mandanga pero ya no, aunque todos sabemos que el roce hace el cariño.
- El científico escéptico que duda de la viabilidad del parque y los usos científicos para reproducir animales extinguidos. Aquí repite BD Wong, que aparecía en la primera película.
- El dueño del parque, que cree apasionadamente en su proyecto pero es un poco lerdo porque no percibe que los dinos se van a ir de pintxos con personas humanas.
- Un móvil que suena en el momento más inoportuno.
- Muchas escenas con dinos echando el aliento a los protas. Parece que se los van a comer, pero al final no porque si se los comen no hay película.
- Una gota de sangre que cae en la mano de unos de los cazadores. El dino está arriba, idiota. Mereces morir.
- Una sala de control que enseñe las zonas del parque y cómo se va a ir todo al carajo.
- Mostrarlo todo, no dejar nada para la imaginación del espectador a excepción de algunas ramas que se mueven violentamente en la jungla. El anticine.
- Que la película sea la mejor excusa para levantar por todo el planeta parques de atracciones con los bichos de la película. Ese es el verdadero negocio.
Y eso es lo que hay. ¿Qué esperaban? Parafraseando a Tom Hanks, Hollywood es un lugar muy spielbergiano. Allí solo quedan tiburones y dinosaurios.
Bien descrito y creo que no te ha faltado nada en la coctelera. La primera vez que entré en una sala de cine fue con 13 años y vi Jurassic Park, salí blanco de la sala, lo que más me asombró fue el sonido y estuve toda la película temiendo de que se cayera el techo abajo. Le guardo un recuerdo especial, vista de niño se ve con otros ojos. Esto es una mala mezcla de un éxito, no creo que la vea en cine.