Daniel Guzmán ha sido el gran triunfador del último Festival de Málaga logrando los premios a la mejor película, director, actor secundario y el especial del jurado y de la crítica. Un buen remate para un proyecto que le ha tenido ocupado nada menos que 10 años y que se ha llevado por delante parte de sus ahorros y de sus nervios.
A cambio de nada no aporta nada especialmente novedoso a los dramas adolescentes, un subgénero muy tratado en nuestro país y atractivo si se maneja con talento. En España tuvimos el inicio de una cosecha de buenas películas sobre el tema con Los chicos. En los setenta llegaron las entretenidas películas de quinquis (cutres, pero grandes documentos sociales todas ellas) y en los ochenta, sin censura, las películas de iniciación sexual, como El año de las luces. Los noventa fueron los años de Historias del Kronen y Barrio y los 2000 de El bola, Krámpack o 7 vírgenes. Para el olvido quedan bochornos comerciales como 3 metros sobre el cielo, Mentiras y gordas, Por un puñado de besos o películas tan pretenciosas y fallidas como Verbo.
Entra en este grupo, y con dignidad, A cambio de nada, ópera prima de Guzmán, un film sin demasiadas ambiciones estilísticas pero con una historia sencilla (quizás demasiado) y sobre todo un reparto muy trabajado. Todos están fabulosamente dirigidos: Luis Tosar, María Miguel, Antonio Bachiller, Antonia Guzmán (abuela del director), Miguel Rellán, Fernando Albizu, Manolo Caro, Luis Zahera... Y, por supuesto, su protagonista: Miguel Herrán. Lo más alucinante del acierto de Guzmán a la hora de elegir a este chaval es que lo hizo en un flechazo visual, en un arrebato, encontrándoselo por la calle, como hacía Eloy de la Iglesia con sus quinquis.
A cambio de nada es una película pequeña pero muy digna y en ocasiones brillante. En ella Guzmán nos habla de Darío, un joven de dieciséis años y cuyo mejor amigo es Luismi, un vecino con sobrepeso. Los padres de Darío, que empieza a coquetear con la delincuencia con robos menores, están en pleno proceso de divorcio, pero él se niega a aceptarlo y a asistir al juicio en el que se juegan su custodia. En medio de esta crisis, Darío se refugiará en Luismi y también en Caralimpia, un ex presidiario bastante cantamañanas, y en Antonia, anciana que recoge muebles abandonados con un motocarro.
La base de A Cambio de nada es el cortometraje Sueños, premiado con el Goya. En él también vemos a dos chavales de barrio humilde (uno gordo y otro flaco) y trascurre, igualmente, en un verano. Es, eso sí, un corto más verbal que visual, algo que en este largometraje es superado por una serie de anécdotas que dan al film un ritmo narrativo que es de agradecer.
Los problemas de A cambio de nada, que los tiene, vienen cuando se adentra en el terreno de lo trillado. De por sí, la película no aporta nada especialmente novedoso, pero no es entendible que se sumerja en temas tan tópicos. Por ejemplo: el robo de exámenes, la conducción sin carné, los inmaduros acercamientos al robo...
Su humor (copado en lo mucho que come el amigo gordo, sus mascotas intentando aparearse y en los robos en El Corte Inglés) no es especialmente fino, como tampoco lo es su tratamiento de la sexualidad, poco original como demuestran las escenas de los chicos espiando a una joven mientras se ducha o la del travesti que hace la calle. ¿De verdad son inevitables este tipo de escenas a estas alturas?
Además, el guión, más que un artefacto con lógica interna da la sensación de ser una colección de cosas que le pasaron a Guzmán y que a él le pueden parecer muy atractivas pero que al espectador quizás no tanto. También es un problema, o al menos lo fue para mí, que el protagonista caiga mal en el primer tercio de la película. Darío no me pareció un personaje especialmente atractivo, más bien lo vi como un niñato que no acepta su realidad y que es bastante egoísta y manipulador.
La película, hay que reconocerlo, coge una fuerza inusitada en su tercer acto, donde su ritmo es más vibrante y las interpretaciones de sus actores más intensas. Ahí la película se gana al espectador. El final, eso sí, me parece bastante blandito, dócil.
En fin, una película que Guzmán necesitaba hacer, que la ha producido, escrito y dirigido dignamente y que puede ser el inicio de una carrera como realizador. Que así sea. Y que tarde menos en rodar la próxima.
Muy buena y honesta critica. La dejo apuntada para ver. Esperemos mas buenas sorpresas de Guzman.