“Si hubieran sido turistas europeas, los abusos a las temporeras hubieran ocupado más portadas”

A pocas semanas del atípico 8 de marzo de 2021, las periodistas Rosa Márquez y Marta Jaenes vuelven a poner en el centro del debate la violencia sexual. Con un título que recuerda a una de las preguntas más bochornosas que se han escuchado en un juzgado, llega a las estanterías el libro ¿Cerró usted las piernas? Contra la cultura de la violación (Plan B, 2020). 

Márquez y Jaenes repiten experiencia trabajando juntas. Son el dúo creativo que triunfó en Netflix con el documental ¿Qué coño está pasando?  y ahora aterrizan en las librerías tras un año en el que el feminismo español ha estado agitado por fuertes debates internos. A través de 30 entrevistas, recuerdan al lector cuál es el enemigo común: el machismo que impregna todas las estructuras.  A través de sus páginas, recomponen un puzle que ha costado muchos años de lucha formar: el de la violencia sexual.

Charlamos con ellas en cuartopoder sobre justicia patriarcal, cultura de la violación, las estrategias de la derecha o de los hombres “izquierdistas”. 

-El punto de partida del primer capítulo del libro es el juicio de La Manada, ¿ha sido un antes y un después?

Marta Jaenes: Creo que la sentencia de la violación de sanfermines supuso un punto de inflexión. Cuando saltó el caso a los medios en julio de 2016, hubo un salto. Las mujeres ya estábamos cansadas de que se cuestionase a las víctimas en vez de a los agresores. Nosotras analizamos este caso y el de Nagore Laffage porque marcaron un antes y un después. 

Rosa Márquez: Vino propiciado por más causas. Hubo una ruptura general del silencio respecto a la violencia sexual. También pasó con el movimiento Me Too y con más escándalos que se destaparon. Se puso en la agenda la violencia sexual, que era un tema muy oculto y sobre el que a las víctimas siempre les ha dado vergüenza hablar. Se perdió ese miedo. 

-En ese mismo capítulo recuerdan también el caso de los abusos denunciados por las temporeras marroquíes, ¿hay víctimas que reciben más atención mediática que otras?

-Jaenes: En el libro lo explica muy bien la periodista Lucía Mbomío y la abogada de las temporeras, Belén Luján. Es un caso que coincide con la primera sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra del caso de sanfermines. Las temporeras no eran mujeres blancas europeas, eran pobres y racializadas. Eso a la opinión pública le llega menos, no sé si porque empatiza menos. 

Márquez: Si hubieran sido turistas europeas o ricas marroquíes hubiera ocupado muchísimas más portadas de medios de comunicación. Es triste, pero lo que le ocurre a las mujeres migrantes, pobres o racializadas parece que importa menos. Sin embargo, la violencia, especialmente la sexual, se ejerce independientemente de la raza, la clase social o la posición económica. Lo sufren todas las mujeres, desde las niñas pobres de las aldeas de Nigeria hasta las estudiantes de las universidades más elitistas de Estados Unidos, pero es verdad que desde un punto de vista mediático o social, parece que hacemos distinciones entre víctimas de primera y de segunda. 

"Lo que le ocurre a las mujeres migrantes, pobres o racializadas parece que importa menos"

Además, tras los abusos sexuales se estaban ocultando también casos de abusos laborales. A nadie le interesaba que eso se destapara: ¿Cómo va a reconocer el Estado que se firmó el convenio de trabajo con Marruecos se estaba violando los derechos laborales de esas mujeres y sus condiciones de vida, que eran pésimas?. Creemos que hay mucho interés en que no se conozca. 

-En el libro también hablan de las mujeres que se han manifestado contra el movimiento Me Too, ¿la violencia sexual tiene que ver con la clase?

-Márquez: Todo tiene que ver con la clase social. 

Jaenes: La violencia sexual la pueden sufrir todas las mujeres. Se demostró con el Me too. Un montón de mujeres privilegiadas y ricas habían sufrido violencia, pero las más vulnerables siempre van a estar en una situación inferior. 

Márquez:  Ellas van a tener más dificultades para acceder a la Justicia, denunciarlo o dejar de tolerar una situación de abuso en su propio puesto de trabajo. Además de todo lo que supone un proceso judicial, van a perder su trabajo. Las que denunciaron fueron unas valientes, ni siquiera hablaban el idioma. Lo van a tener más difícil que una persona que tiene una clase social más alta o, simplemente, es española. 

-En el libro hablan de que los delincuentes sexuales tienen un porcentaje de reincidencia del 15%,  bajo en comparación con otros delitos, ¿hay que hablar más de la rehabilitación de los violadores?

-Márquez: Tendemos a patologizar a los agresores sexuales, creemos que todos son enfermos mentales o psicópatas. Por eso no nos centramos en la prevención ni en la reinserción y solo desde el punitivismo no vamos a acabar con la violencia. Necesitamos programas de reinserción para los delincuentes sexuales. Hasta hace poco, cada vez que el ministerio o algún otro organismo público lanzaba alguna campaña de prevención se dirigía a las mujeres cuando debería dirigirse a los hombres. Pensar que es inevitable que reincidan es otro de los mitos que impiden acabar con este tipo de violencia.

-Jaenes: Hablamos de delincuentes condenados. La violación es un delito muy específico y muchas veces no se denuncia. Hay familiares que se pasan abusando de su sobrina o su nieta toda la vida y nunca son condenados. 

-Ustedes en el libro hacen un repaso de todos los frentes de la cultura de la violación, desde el periodismo al cine. Pero las mujeres crecemos con dos mensajes. Por un lado, que tenemos que ser libres para disfrutar de nuestras relaciones sexuales. Por otro, que somos víctimas potenciales de violencia sexual, como vemos todos los días en las noticias, ¿cómo evitar el miedo?

-Márquez: No se puede vivir con miedo. Se ha utilizado de una forma aleccionadora. Esos relatos de violencia sexual contra las mujeres ponen el foco en la víctima. Si quedas con un hombre a través de una aplicación o en una discoteca y te vas a casa, te preguntan que cómo te vas con un desconocido. Es decir, se pone el foco en las mujeres. 

-Jaenes: Los medios tienen mucho que ver. Se pueden ver en el caso de Alcàsser o en el de Diana Quer. Siempre recae la sospecha sobre la mujer. Se preguntan por qué se fueron a hacer autostop o en el caso de Quer decían que era problemática... Es lo que Nerea Barjola llama terror sexual. Es una forma de aleccionar a las mujeres y decirles que el espacio público pertenece a los hombres y vosotras tenéis que estar en casa. Si salís fuera, las responsables sois vosotras. Las mujeres tenemos derecho a relacionarnos con quién queramos y a salir a la calle sin miedo. 

-Hay otra cosa que menciona la socióloga Cristina Hernández en el libro: el mandato del agrado, ¿las mujeres jóvenes también están sujetas a esta necesidad de agradar?

-Márquez: Sí, las mujeres hemos sido educadas en este mandato aunque no quizá de una forma obvia, evidente o intencionada. No solo hablo de nuestros padres, sino de todos los mensajes sociales y culturales que nos educan para ser cuidadoras y proveedoras de amor. Además, estamos socializadas en el mito del amor romántico. Eso pasa factura. Cuando pones el placer del otro por encima del tuyo o los cuidados del otro por encima de los tuyos pasa factura. 

-Janes: A veces parece que tenemos que hacer ver al otro que estamos disfrutando para no herir su sensibilidad y orgullo. Ese es el mandato del agrado. 

-Márquez: Nuestro placer nunca ha importado. Ni siquiera a nosotras mismas. Está muy  bien que se haga una ley que ponga el consentimiento en el centro, pero es hora de empezar a hablar del deseo. Las relaciones sexuales, además de consentidas, deben ser deseadas. 

-Cada vez vemos más mujeres hablando de sexo en las redes, que imparten cursos de sexualidad femenina o talleres de autoconocimiento. Pero suelen ser de mujeres para mujeres, ¿los hombres se están preocupando de cerrar esa “brecha orgásmica” de la que hablan en el libro?

-Jaenes: pregúntaselo a ellos (risas). Creo que es positivo. Por fin se está hablando de sexualidad femenina. Lo aprendíamos, sobre todo los hombres, en el porno, por lo que ya estaba muy distorsionada y además no se hablaba en público. Está muy bien que se hable de estos temas. No sabemos si es otra estrategia neoliberal para vendernos el Satisfyer (risas). 

"Hemos crecido con chicos pintando penes en las mesas del colegio, pero si le pides a alguien que dibuje un clítoris, no sabe"

Márquez: Una de las grandes cosas que ha hecho el Satisfyer es que las mujeres hayan empezado a hablar sin miedo de la masturbación. Hasta hace poco no hablábamos entre amigas nada sobre la masturbación. Hemos crecido con chicos hablando de sus masturbaciones y pintando penes en las mesas del colegio o en los baños del instituto. Tú ahora mismo le pides a alguien que dibuje un clítoris y hay mucha gente que no sabría. Lo que se entendía por “sexualidad” era la masculina. Esto era lo universal y nosotras éramos la otredad. 

-Otra de las cosas sobre las que reflexionan en el libro sobre que redes sociales como Instagram parecían que iban a democratizar la belleza, ya que los usuarios pueden ellos mismos subir sus fotos y no depender de la industria de la publicidad o la moda. Sin embargo, alertan de que sigue habiendo un canon, ¿por qué cuesta tanto ampliar la diversidad incluso cuando somos nosotras las que subimos nuestras fotos?

-Márquez: Pensábamos que internet iba a liberarnos de la corporalidad. En el fondo, estás detrás de una pantalla y nadie puede verte. Parecía que ibas a poder elegir quién ser, pero hemos elegido ser lo mismo que veíamos en la moda y publicidad pero multiplicado por mil. Ya no solo te comparas con las modelos, las actrices de Hollywood o las famosas, sino también con mujeres anónimas de tu círculo o de las redes sociales a las que estás viendo todo el día. Vivimos en la cultura de la imagen, cuanto más vemos, más nos comparamos. Al final, estamos sometidos a esos cánones de belleza que cada vez son más imposibles y más agresivos contra las mujeres. Es estar constantemente expuestos a la crítica y la visión ajena. 

Jaenes: Al final queremos encajar en los estándares de belleza. Lo contamos en el libro. Hay una patología que se llama disforia de Snapchat, ya hay gente que va al cirujano plástico a pedir que su cara se parezca a los filtros de la aplicación.

Márquez: Al final todos tenemos la misma cara en un filtro de Snapchat. 

-También critican en un par de párrafos a esos hombres de izquierdas que apoyan la lucha feminista, pero a los que luego haces cualquier crítica feminista y se ponen a la defensiva, ¿porqué habéis metido esta crítica específica a los hombres progresistas?

"Los hombres de izquierdas llevan traicionando a las mujeres desde la Ilustración"

-Jaenes: El mejor ejemplo lo vimos el pasado 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, cuando también se murió Maradona. Los políticos, sobre todo de izquierdas, pusieron tuits,  aparecieron con su lacito contra la violencia machista y por la tarde se les olvidó y empezaron a alabar a Maradona, blanqueando que él ha sido acusado de violencia machista y de haber sido pillado con unas niñas en Cuba...Está claro que algo no cuadra.

Márquez: A los hombres de izquierdas habría que dedicarles un libro entero o una enciclopedia porque llevan traicionando a las mujeres desde la Ilustración. En la Revolución Francesa primero derrocaron a un rey y a un régimen y luego empezaron a guillotinar a las mujeres que pedían los mismos derechos que los hombres. En la lucha obrera, nos dijeron que cuando acabara el capitalismo viviríamos en igualdad. Nuestra causa siempre está supeditada a otra, pero ahora es nuestro momento. No vamos a esperar a que se acabe con el capitalismo para reivindicar nuestros derechos. 

-Hace unos días, La Marea publicó un homenaje que hacían 300 neonazis a la División Azul en Madrid. En el vídeo intervienen varios hombres, pero los medios se han interesado en entrevistar a la mujer joven, ¿tienen alguna lectura de género que hacer sobre este episodio?

-Márquez: Lo que se hace desde la derecha es escoger la figura de una mujer joven para que no parezca un acto tan rancio como si saliera un hombre de 60 años defendiéndolo. 

Jaenes: Lo hemos visto otras veces con otras mujeres de ultraderecha.

Márquez: Si pones a una mujer, parece que blanqueas su mensaje, parece que dices “fíjate, las mujeres están de nuestro lado”. Es una táctica política. Que pongan el foco en esa chica de 18 años y no en todo lo que hay detrás sirve para blanquear su mensaje. También hay que resaltar que el hecho de que algo lo diga una mujer no lo convierte en feminista. Thatcher tenía mucho poder, pero no era feminista y además era la excepción dentro de su partido. 

-¿Así que ustedes no verían a Thatcher en el famoso mural que quiso borrar el Ayuntamiento de Madrid, como propuso la vicealcaldesa Villacís?

-Jaenes: No, no era una mujer feminista y en ese mural aparecían mujeres que habían luchado por la igualdad. No se puede confundir el feminismo con el mujerismo. Algo es feminista cuando hay personas feministas, así que Thatcher no pintaba nada en ese mural. 

-Márquez: Lo del mural fue una táctica muy buena para la derecha. Mientras nosotras poníamos el foco en el que no desapareciera el mural, lo que desapareció fue la dirección general de Igualdad. Que se quede el mural está muy bien, pero mientras tanto nos metieron un gol y quitaron la dirección de Igualdad.