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Todo lo que sucede cuando desconoces de qué lado estás
- Comentario literario de 'Todo lo mejor', del escritor César Pérez Gellida
Novela negra: Todo lo mejor
Autor: César Pérez Gellida
Edita: Suma de Letras
“En la República Democrática de Alemania no hay asesinos en serie”. Así pretende despachar el todopoderoso director de la Stasi uno de los casos más escalofriantes que sacuden el otro lado del muro de Berlín. “En realidad —asegura con total convencimiento—, en ninguno de los países al este del telón de acero. Son inmunes a esa lacra imperialista”. Es lo que sucede cuando desconoces de qué lado estás, que todo lo mejor es lo peor.
Es la sentencia que nos perseguirá en esta novela de César Pérez Gellida, en este ambiente extraído de una pesadilla real, extremadamente real. En un mundo donde, como dice Gellida, “es mucho más prudente equivocarse junto a la mayoría que tener razón solo”. En un mundo donde “la victoria sólo se alcanza cuando el rival ya no puede realizar ningún otro movimiento”.
En este doble filo caminamos de la mano de Viktor Lavrov, un psicólogo criminalista obsesionado con interpretar el funcionamiento de la mente criminal, que esconde en el bolsillo una acreditación de la KGB y se codea con las altas esferas de la Stasi. Un agente de campo eficaz, elegido para una misión de lo más secreta y delicada, y seleccionado en persona por el espía más poderoso y temido al otro lado del muro, Nikolai Kokori.
La enorme personalidad del protagonista de Cellida en Todo lo mejor, Viktor Lavrov, su realismo y credibilidad, le coloca a la altura de los clásicos de la novela negra. Su doble faceta de espía e investigador le otorga, además de un punto de gran originalidad, la posibilidad de intervenir en las dos grandes tramas de la novela. Sus compañeros en la tarea criminal resultan espectaculares. La sofistificación, perversidad e inteligencia del villano de la trama le convierte en un digno rival. Pero es que los más de 30 personajes de esta novela, todos y cada uno de ellos, están cuidados y desarrollados tan exquisitamente que casi puedes tocarlos con los dedos. Todo encaja perfectamente.
Gellida además reconstruye un ambiente y una atmósfera inalcanzable para aquellos que no han vivido un Berlín partido en dos y dividido por un enorme muro. Salvo que tengas la sensibilidad y destreza de este escritor. Pasarás del gris al verde, sentirás la humedad, el olor fétido de los túneles, la paranoia de la constante vigilancia y persecución, pasearás entre los dos lados de una misma realidad y distinguirás perfectamente sus tonalidades de grises y azules. Gellida siempre te conducirá a que decidas cuál es tu lado.
Hay gente que critica a Gellida su cuidado y personal estilo literario sólo por el hecho de que escribe novela negra. Personalmente, creo que sería como si en la actualidad despreciaras por ello a Carlos Ruiz Zafón cuando resulta precisamente uno de sus mayores encantos. Gellida huye de los vulgarismos y de los tópicos. Obliga al lector a echar mano de vez en cuando del diccionario. Enriquece. En los tiempos que corren, sólo los autores con seguridad en sí mismos y convencimiento de lo que escriben asumen esos riesgos. Y al final se agradece. Lo importante es que seduzca y a Gellida le sobran artes de seducción narrativa.
Todo lo mejor es una novela si no imprescindible, muy necesaria de leer no sólo para los amantes de la novela negra, sino para los amantes de la literatura en general. En este sentido, al menos, no tendrás qué decidir de qué lado estás. Pero cuando derribes el muro o, como dice Gellida, cuando te deje de importar de qué lado estás, todo lo peor será lo mejor. Pero esa es otra historia, la que sigue a esta novela.
Aquí tienes el fragmento textual que he elegido de ‘Todo lo mejor’, el principio del capítulo Sueños interrumpidos y continuas pesadillas:
«Algo no encajaba. Eran demasiado secuenciales. Tres golpes. Silencio. Tres golpes. Silencio. Misma cadencia e intensidad, excesivamente parametrizado para pertenecer al sueño en el que estaba sumido.
Abrió los párpados, se incorporó mascullando fonemas ininteligibles y se ensañó con insistencia en la restregadura, aunque más que por enfado que por necesidad de aliviar el picor de los ojos. Al comprobar que eran las dos menos diez de la madrugada, casi como si se hubiera desvanecido el conjuro, sus palabras ganaron en dicción.
Tres golpes. Silencio. Tres golpes.
Otto Bauer agarró su Walther PPK reglamentaria y saltó de la cama.
—Seas quien seas: ¡si vuelves a tocar mi puerta, voy a dispararte tres veces en la puta cara! —vociferó conforme avanzaba por el pasillo.
—¡Bonita hospitalidad, camarada! —oyó.
Ojos saltones. Tez picada. Pelo pajizo cortado a cepillo.
Risa de hiena.
Barajó la posibilidad de volver a la cama, pero a la postre se armó de valor y abrió. No se percató de que estaba completamente desnudo hasta que se fijó en que la mirada de la inoportuna visita le apuntaba a la entrepierna.
—Vaya, estás bien armado —comentó con aire cómico—. Retiro mi crítica hacia la calidad hospitalaria del establecimiento.
—Viktor, ¿qué cojones quieres a estas horas?
—Si te vistes, te prometo que te lo cuento todo.
Otto levantó el brazo.
—La cocina. Ponte un vaso de lejía o lo que sea que peor te siente. Ahora voy».
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Pues allá que voy!! Me zambullo y a nadar!! 🙂 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼