El hoyo: sangrienta metáfora de nuestra miseria social y moral
- La película es una distopía o antiutopía que nos presenta una horrible sociedad ficticia pero que se parece a la salvaje y abyecta desigualdad que nos rodea
- La obra muestra un reparto de la comida (la riqueza) sádico, demente, inhumano. Y cómo aquel que propone repartirla de forma justa es tildado de comunista
Solo hay que leer los diarios o ver las noticias. Los ricos son cada vez más numerosos y más ricos. Y de manera inmoral, obscena. Según el último informe de la riqueza mundial 2019 (Global Wealth Report) España ocupa el puesto número 10 en cuanto a número de millonarios por país. 979.000 son los boyantes millonarios frente a los 945.000 del año anterior y los 172.000 de hace diez años. Además se prevé que el número de millonarios españoles crezca un 42% adicional en el próximo lustro.
¿Y los pobres, los muertos de hambre que tenemos que conformarnos con comer las sobras del banquete? En España tenemos una cuarta parte de la población en riesgo de exclusión (nada menos que un escalofriante 26,1 por ciento). Somos el séptimo país de la Unión Europea con más pobres. Por encima de nosotros solo están Bulgaria, Rumania, Grecia, Lituania, Italia y Letonia.
Inspirados en esta realidad, David Desola y Pedro Rivero han escrito el guión de El hoyo, una distopía o antiutopía que nos presenta una horrible sociedad ficticia pero que se parece a la salvaje y abyecta desigualdad que nos rodea. Una sociedad futura en la que los de arriba lo tienen todo y los de abajo nada, un mundo plagado de supervivientes sin conciencia, moralmente alienados, egoístas que sobreviven en la mera supervivencia, sin pensar jamás en el que convive con ellos, en un colectivo.
El hoyo se parece formalmente a Cube y a Saw y bebe de distopías sobre clases sociales que pisotean a otras como 1984, Los desposeídos o El cuento de la criada. En televisión también bebe de Black Mirror y en cine de Los juegos del hambre. Sí, todo está inventado, pero esta película es una buena reinvención y además cuenta con un ingrediente que es necesario en la cocción final: los toques de humor.
El hoyo, Premio del público en Toronto y Mejor película, Director novel, Efectos especiales y Premio del Público en Sitges (hace muchos años que un film español no lograba semejante palmarés en ese festival), ha sido comprada por Netflix. La todopoderosa plataforma se ha hecho con los derechos de exhibición mundial, aunque no en nuestro país. Aquí la podremos ver en bastantes salas de cine. Una gran jugada para una productora que no es de las grandes.
En Sitges, por cierto, se supo que hasta el famoso guionista, director y productor M. Night Shyamalan (El sexto sentido, Múltiple) se había interesado por la película, aunque verla no la ha visto todavía. Quién sabe si tenemos remake americano a la vista. A la cuenta corriente de Desola y Rivero les iría estupendamente.
La película empieza presentándonos a dos tipos encerrados en un espacio frío, de cemento, industrial. Conviven en un nivel dentro de un espacio con más de 200 niveles y otras personas encerradas. En el nivel de arriba viven los privilegiados que se dan el gran banquete (una mesa llena de manjares que va bajando de nivel en nivel) y en el de abajo viven los desgraciados a los que ya no les llegan ni las migas. Fuera del hoyo solo sabemos que hay una gran cocina donde un prestigioso chef dirige a un equipo que cocina los manjares que son devorados.
La premisa es peligrosa para cualquier guionista. Desola y Rivero presentan un mundo distópico manejando la información justa: no sabemos en qué año se desarrolla, quién manda en ese mundo, por qué no existe el Estado de derecho, qué régimen político es (parece una dictadura, pero podría ser otro régimen más perverso y sofisticado)... Por eso en El hoyo o entras como espectador o no entras. O te apetece creértela o supongo que desconectas enseguida. No fue mi caso cuando la vi.
El guión (que mezcla thriller, ciencia-ficción y terror gore) no deja de sorprenderte, no te abandona en la rutina o la repetición (o la falta de imaginación) como les suele pasar a muchas películas del género que acaban siendo cortos alargados. El hoyo no lo es y además se atreve a señalar la solución para acabar con el egoísmo, la falta de empatía y el sálvese quien pueda: primero intentar convencer y si la cosa no funciona a hostias, con la violencia. Es bastante valiente decir eso en el blanquito cine de hoy.
En el lado visual, buen trabajo de Galder Gaztelu-Urrutia, realizador que viene de rodar cortometrajes y bastante publicidad. Gaztelu-Urrutia no solo ha rodado acción en un espacio muy limitado de forma eficaz, además ha demostrado ser un buen director de actores. En este sentido destaca entre todos un fabuloso Zorion Eguileor, veterano actor que ha aparecido en películas como La voz de su amo o 80 egunean. Su trabajo no es nada fácil y lo resuelve a la perfección.
Le acompaña, como protagonista de la función, Iván Massagué, que también defiende un personaje difícil y al que ya hemos visto en películas como El año de la plaga o Los últimos días. También destaca en el reparto Emilio Buale, al que conocimos en Bwana y vimos en REC 4 y Call TV.
El hoyo es buen cine de género producido en Euskadi. Su muy arriesgada propuesta (ciencia ficción y sin estrellas) ha sido posible gracias al trabajo de la productora Basque Films y el dinero del Gobierno Vasco, ETB, TVE y el ICAA.
Lo peor:
Ya lo he mencionado: o entras o no entras. Me temo que unos cuantos espectadores no van a seguir su juego, no es una película para todos los públicos y para todos los estómagos.
La construcción de personajes. Tenemos a un tipo (Massagué) que entra en semejante infierno sangriento con total desconocimiento de lo que sucede y porque quiere “dejar de fumar y leer por fin El Quijote”. Lo mismo sucede con el personaje de Antonia San Juan, poco o nada explicado.
Massagué tendría que haber adelgazado bastante, lo pedía el personaje y la trama.
El final es confuso, no se entiende. En el estreno su productor me confesó que habían rodado otro. Era mejor, más pesimista y envenenado.
Lo mejor:
El reparto, en el que brillan el entregado trabajo de Buale y la lección de interpretación del veterano Eguileor y su inolvidable coletilla (“Obvio”).
La producción, impecable. Nada canta a cutre, no hay un efecto que chirríe. Entras en la película sin problema, aceptas su propuesta y sales de ella con el estómago revuelto. Como debe ser.
En definitiva: buena propuesta de género y una de las más originales películas españolas del año. Una obra que muestra un reparto de la comida (la riqueza) sádico, demente, inhumano. Y cómo aquel que propone repartirla de forma justa es tildado de comunista. ¿Les suena?
Cuanta demagogia respira este articulo.
Cuando en Forocoches dicen verdades más creativas y prístinas que en las facultades hispánicas de Filología -juá, juá- Engelsa -marxismo judaico para comunistas ashkenazís RI-QUÍ-SI-MOS- algo estamos haciendo muy mal como sociedad. A eso se le llama, posiblemente, tener los huevos de Adorno, o ser una gallufa muy mal informada acerca de quién, cómo, por qué y para qué domina «la sociedad de la empatía y el -juas- pensamiento positivo y superguai»… It’s just a bunch of bullshit, maaan…
Criticar que te digan comunista, te hace comunista. Zurdo recalcitrante. Ademas no se ajusta al capitalismo. Decime donde esta la libertad en la pelicula?