Un libro abierto
- Hay dos capítulos que faltan en esta magnífica obra que son la monarquía y la iglesia, pero si bien de la iglesia se habla poco, se habla mucho de la monarquía
Germán Ojeda
El libro Nudo España es una de las mejores exposiciones fotográficas en colores de la España democrática desde que el catalanismo irrumpió en la política española hasta ahora. En colores porque está hecho a cuatro manos por dos reporteros gráficos –Pablo Iglesias y Enric Juliana– que no dejan de producir en cada página imágenes panorámicas o planos de detalle para que podamos entender la historia de España del largo siglo XX. El resultado es la exposición de diez brillantes cuadros –diez brillantes capítulos– llenos de matices, de claroscuros y de perspectivas que ilustran una época marcada por la confrontación sin tregua entre los nacionalistas y los estatistas, entre el centralismo y el federalismo, entre los reformistas y los radicales, entre los republicanos y los monárquicos, en un país mal hecho que pasó en este tiempo contemporáneo de ser un gran imperio a un modesto país, que pasó de la dictablanda a la dictadura, y de la transición a la democracia, sin haber podido resolver con éxito los tres grandes retos históricos que iban a marcar nuestro tiempo contemporáneo: la regeneración socioeconómica que predicaba Costa, la vertebración territorial que planteaba Ortega y Gasset y la modernización institucional que impulsaba Azaña.
Un país mal hecho que no ha podido superar los fantasmas que gobernaron nuestro pasado siglo, desde el caciquismo a la corrupción que crece como planta invasora, desde el autoritarismo centralista al antinacionalismo españolista ultra que se expresa en la guerra de las banderas y el ascenso de Vox, desde la alianza entre la cruz y la espada y entre el poder de las finanzas y el poder de las instituciones que vemos en la batalla de la ubicación de los restos de Franco o en las últimas sentencias judiciales.
Enric Juliana lo dice bien en el libro: “en España hay Estado pero no hay nación”, un estado poderoso donde Madrid “succiona” los recursos del país gracias a su fuerza institucional, política, empresarial y financiera, una fuerza anclada en la capital y apuntalada por una red de comunicaciones viarias y ferroviarias –ahora AVE mediante– donde todo tiene que pasar por Madrid.
Juliana explica en el libro que en el conflicto histórico con Cataluña “todo empezó el día en que las clases dirigentes catalanas se dan cuenta de que no pueden ser los piamonteses de España. Que pueden empujar, pero no pueden mandar”1. En realidad sabemos, y Juliana el primero, que todo empezó antes, sobre todo cuando Cataluña no quiso someterse al dictado del impero castellano tal como lo planteaba el Conde Duque de Olivares: “Hay que reducir estos reinos a las leyes, a la lengua, y al estado de Castilla sin ninguna diferencia”. Olivares diseñó una política de fuerza y sometimiento que con algunas variantes ha llegado hasta ahora pero que ya no aguanta más, porque las costuras del país se han roto en Cataluña, mientras el País Vasco y Navarra en gran medida se gobiernan a sí mismas con sus conciertos económicos particulares, de tal manera que la España “una, grande y libre” está enterrada con Franco en el Valle de los Caídos.
Y ese es el problema, que como bien señala Pablo Iglesias, el bipartidismo que nos ha gobernado desde la muerte del dictador no ha tenido otro modelo de país que un autonomismo reducido al falso café para todos, por eso el líder de Podemos insiste en este libro en que “hay que construir otro modelo de país”, para lo que –añade– “es fundamental conquistar el gobierno, porque tiene capacidad para cambiar las cosas”, a lo que Juliana, rápido y agudo, replica a continuación: “Los leninistas lo solucionáis todo en un santiamén: tomamos el poder y problema resuelto. Pero quizá todo sea un poco más complicado”.
Y sin embargo Iglesias no se rinde: “Llegar al Gobierno no significa exactamente tomar el poder. El Gobierno sólo representa una pequeña fracción del poder, pero mandar permite favorecer dinámicas de cambio. Nosotros lo vemos en los ayuntamientos. Facilitar los alquileres significa apostar por un modelo distinto de la deuda y de las hipotecas…Debemos promover una cultura de los servicios públicos. Un país que funciona bien es un país que facilita el alquiler; donde el crédito, elemento fundamental para que la economía funcione, se garantiza a través de entidades financiera públicas… Quienes tocan los problemas con las manos, quienes tienen que resolverlos, son los Gobiernos. ¡Claro que se puede!... La gente sabe que no hemos venido aquí para tocar la pandereta, sino para gobernar, y que tenemos ideas interesantes sobre lo que puede hacerse en el marco de lo posible”.
Y para Iglesias lo primero que se puede hacer es “incorporar Cataluña a la gobernabilidad de España”, esto es, que el sistema político español “ofrezca a Cataluña tener un papel de dirección en el conjunto del Estado diferente al que ha tenido históricamente”.
Es lo que Podemos ha empezado a hacer a partir de una constatación básica que Iglesias deja bien escrita y bien repetida: “Que para gobernar tendremos que pactar con el PSOE”, pero incorporando además a los nacionalistas, como en efecto ha ocurrido gracias sobre todo a su propia iniciativa para desplazar al PP y colocar al frente del gobierno a Pedro Sánchez.
Y es que según el líder de Podemos, el viejo sistema bipartidista que viene de la transición conservadora ha muerto con esta crisis y a partir de ahora gobernará o bien el tridente de la derecha feroz (PP, CD´s y VOX), o como estamos viendo, gobernará, “en el marco de lo posible”, Podemos con el PSOE y los nacionalistas catalanes y vascos, una fórmula de progreso lejos del viejo turnismo conservador-socialdemócrata que ha funcionado en España en las últimas décadas, es decir, se trata de una suma distinta de esa izquierda “posible” y la socialdemocracia, que impulse otras políticas económicas y sociales que deben ser un nuevo modelo político para España e incluso para Europa.
Hacer efectiva ahora esa suma de progreso se produjo gracias a dos circunstancias excepcionales, una la borrachera de corrupción del PP que todo lo manchaba y sobre todo la metástasis de la crisis catalana, de tal manera que si en principio la confrontación con Cataluña fue el globo que usó el PP para disimular sus vergüenzas “contables” y para comprar votos “patrióticos”, al final ese globo le reventó en la cara al propio PP, pues sin el apoyo de los nacionalistas catalanes a la investidura de Sánchez el PP seguiría en el gobierno.
Juliana cree que Cataluña ganó una batalla –la de la derrota del PP y la del relato de la obscena represión física y política española– pero en definitiva perdió la guerra –la de la creación de una república independiente–, y más aún, cree que la cuestión catalana “no tiene solución” en el corto plazo, ni tampoco hay una fórmula mágica para resolverla. Y sin embargo, en un libro que en sus distintos capítulos trata además de Europa, de América Latina, de la izquierda, de la transición o de la crisis económica, lo cierto es que la cuestión catalana aparece de forma recurrente confirmando que España no se entiende sin Cataluña pero también que contra Cataluña no se puede gobernar España.
Hay dos capítulos que faltan en esta magnífica obra que son la monarquía y la iglesia, pero si bien de la iglesia se habla poco, se habla mucho de la monarquía y no siempre para bien. Ambos autores critican la intervención del rey Felipe VI el 3 de octubre del año pasado tomando partido, el partido de la porra del PP, intervención real que ha servido para acrecentar el republicanismo en Cataluña y la brecha entre Cataluña y España. Enric Juliana advierte que, en cambio, su padre Juan Carlos supo acercarse a Cataluña como un territorio vital para consolidar la monarquía, y considera que el joven rey tendrá que buscar un papel para “mediar y arbitrar” si quiere asegurar su reinado, añadiendo Juliana que él sin embargo no está en la “sintonía republicana” porque ello podría terminar en una “república cesarista”. Por el contrario Iglesias defiende una España republicana por ser más justa, más moderna y más democrática. De hecho, la principal diferencia entre los dos autores es ésta, un monárquico y un republicano frente a frente, pero ahora sin pistolas y con argumentos.
Desde esa gran discrepancia de fondo –la excepción que confirma la regla– el libro se construye en una intensa sucesión de agudas observaciones siempre presididas por un trasfondo histórico y cultural que profundizan y matizan los respectivos análisis, que en realidad tienen un propósito compartido: ayudar a pasar a limpio la historia, el presente y el futuro de España.
Intentar pasar a limpio España no es tarea fácil porque la basura acumulada es muy grande. Claro que cada uno lo plantea según su generación y sus experiencias, de tal manera que para mí Juliana es en este libro la expresión fotográfica del realismo mágico, mientras Iglesias es la expresión del idealismo radical. Cuando leemos los comentarios de Juliana las palabras se convierten en imágenes, cuando leemos a Iglesias las palabras se convierten en proyectos. Esa es la viva exposición fotográfica de dos profesionales que se reconocen y se respetan mutuamente desde la empatía y el afecto.
Juliana, desde el moderantismo y el buen consejo, hace un brillante análisis de la transición, observando que su gran jugada fue “dejar fuera a los señores con bigotillo”, habla de la “España solar” (sol y suelo), del actual protagonismo de las redes sociales frente a las casas del pueblo, de los peligros del autoritarismo “que puede llegar a ser sexy”, de que “hacer propuestas de asimetría en una España en crisis es inviable”, que Felipe González “fundó un nuevo partido con las siglas del viejo”, que a la izquierda “le cuesta dialogar con la realidad”, o que la moción de censura fue presentada “cuando la señal del PSOE estaba desapareciendo de los radares”. Esta vez Juliana se olvidó de la “brigada Aranzadi” para darle un respiro al Estado.
Iglesias también enfoca la máquina con brillante agudeza subrayando por ejemplo que el éxito del franquismo fue “destruir una sociedad y construir otra en su lugar”, que Keynes hizo mucho por el progreso económico, que España debe mostrar siempre su agradecimiento a América Latina porque “ha hecho a España más importante en el mundo”, que tenemos una clase empresarial parasitaria que creció “pegada al poder”, y sobre todo que el modelo de país del PP y del PSOE basado en los recortes, la desindustrialización y las privatizaciones debe ser rectificado en beneficio de los intereses nacionales. Es decir, que Pablo Iglesias se presenta en este libro como un keynesiano que cree que hay que ayudar a la demanda, o sea a las clases populares, para que crezca el consumo y por tanto la actividad económica; se presenta como un radical posibilista, se presenta además como admirador de la “promiscuidad política” y la fuerza emprendedora de los catalanes, hasta acabar declarando que “imagino gobernar en España con el PSOE y con el apoyo de fuerzas políticas catalanas, gobernar en el Ayuntamiento de Barcelona, en la Generalitat, etc. Sueño con un proyecto de fraternidad que unifique España con claves distintas a las de la derecha”.
Hace algún tiempo Podemos dijo que “no era antisistema, que el sistema era antinosotros”. Y tenía razón. Sin embargo, este libro demuestra precisamente lo contrario, que un hombre del sistema, el director adjunto de un periódico liberal como La Vanguardia, uno de los periodistas más influyentes de este país, Enric Juliana, se sienta horas y días con Pablo Iglesias para escribir un libro sobre España y Cataluña, reconociendo así a Podemos y en concreto a su líder. Y lo hace desde el reconocimiento intelectual y político. En realidad lo hace también porque Pablo Iglesias y Enric Juliana tienen muchas cosas en común: los dos estuvieron algún tiempo estudiando y escribiendo en Italia, los dos son unos idealistas a los que no les gusta cómo está construida España, los dos fueron en su juventud compañeros de viaje de los comunistas, y ya dijo Churchill que quién no fue comunista en su juventud no tiene corazón y que quién lo es en su madurez no tiene cabeza. Aquí se trataba nada más y nada menos que de desenredar el nudo español, una tarea histórica siempre abierta, hecha por dos notables artistas que queda retratada en esta magnífica exposición.
Germán Ojeda es Profesor Titular de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Oviedo
1 El Piamonte es la región industrial del Norte de Italia que acabó pilotando la unificación de Italia.
» En España hay Estado, pero no Nación «. Una Nación es la unidad de toda etnografia,lengua, costumbres, léxicos, deportes… Fundidos en el yo nuestro y en libertad. Compartir la multiculturalidad ancestral, sin etiquetas; divididas solamente por la orografía, de valles, rios, montañas… Unidos en lo fundamental. En querer ser, respetando a los pueblos del entorno, el mismo modelo de libertades… ¡ Con otro idioma !.
Se olvida señor Ojeda, que este Estado se fabricó despues de una sublevación fascísta, militar y religiosa. Que se invirtieron aquel progreso de la I I república, al salír vencedores de un holocausto sepulcral. ¡ Una dictadura ! y sus cuarenta años de propina, de silencios llenos de sombras tenebrosas, humillaciones, vejaciones obligadas…
Los ruidos de sables al alimón con la burguesia ganadora; pactan una apertura de corsé, pariendo otra Constitución de: » Los siete magnificos «. Unos padres-madres, mirándo para otro lado, certifican que: ¡ Esto, es lo que hay !. Comprando la idea excesivamente triunfal de una transición, que visto desde hace unos años, fué «transación»; si no de que, ciertos padres aparecen defendiendo retoños de una monarquia tutelada y otros, siendo Minístros con el dictador. Ahora, querer buscar arreglos transacionales, compensatórios, fuera de toda normalidad y con la misma Constitución… Tampoco es una solución. El ¡ A por ellos ! y tantos recursos constitucionales, para subvertir a los Púeblos, negando toda decisión propia… Es una dadiva, muy graciosa, pues eso tampoco lo votó nadie. Falta democrácia real, efectiva y sincera. Sobra, tactismo y esa ocupación encubierta del estado de excepción y ese 155 % de intolerancia a las libertades; implantaciones demoscópicas facticas, con consejos gratuitos ofertados por los más medias informativos, del mismisimo regimen.
El nudo Español, del: Atado y bien atado; no se desata ignorando el pasado criminal, borde, fascísta, cínico y sobretodo inculto… ¡ Retroceder, es ír para atras; los púeblos necesitan horizontes nuevos, respaldados por unas urnas de libertad !. https://uploads.disquscdn.com/images/dd9ae5296d75ad5033f217a9633036cdfd4df529c3c4b4b2ab05c5c5e25506b2.jpg El drogas en Valcaldera, espacio de la Memoria Hístórica. 62 asesinados… Monseñor Añoveros de confesor, luego se lo cargaron ha el.
En España falta la derecha demócrata, liberal, republicana, federalista… La hay en Cataluña y en Euskalherria, y a nivel de derechas regionalistas en algunos territorios, pero no existe a nivel «español». Ni se vislumbra en el horizonte cercano. Y es necesaria para esa regeneración de la que habla Iglesias.
Por eso acierta Juliana cuando le recrimina su idealismo leninista. Esa (falta de) derecha demócrata es más un bloque social inexistente que un problema de representación política, y escapa a las posibilidades de un mero gobierno de izquierdas (Iglesias habla en el fondo de una alianza con las derechas liberales periféricas). Es una tarea cultural (superestructural) que solo las condiciones materiales (estructurales, una situación «de facto») pueden forzar a acometer a la pequeña burguesía española. Hace falta una derrota dolorosa del nacionalismo españolista (nadie escarmienta en cabeza ajena) que pueda abrir esa reflexión en la derecha sociológica. La regeneración de España pasa por su deconstrucción simbólica y material.