Cada vez somos más “expendedoras” de libros o cajeras que prescriptoras
¿Hay vida más allá del top de ventas literario?
Una de las cosas que más aprecio del Día del Libro es que los clientes suelen ser muy receptivos a las recomendaciones. O, al menos, esa solía ser la norma. Pero con los años, mis compañeras y yo notamos que esto está empezando a cambiar. Trabajo en una librería generalista, ni muy grande ni muy pequeña y, en ella, las tres hemos notado que cada vez somos más “expendedoras” de libros o cajeras que prescriptoras. El hecho es que, quitando a los clientes habituales, cada vez asesoramos menos a las personas que tal vez entran solo a comprar libros en determinadas fechas señaladas.
Hoy en día es innegable el enorme peso de la mercadotecnia de los grandes grupos editoriales en la venta. Además de la compra de espacios en los grandes centros (escaparates, paneles de actualidad, mesas...), nos encontramos con muchísimos artículos en prensa sobre lo que debemos leer el próximo verano, los títulos más vendidos, los más recomendados, etc. Desde luego una promoción publicitaria enorme no te asegura un éxito de ventas, pero sin duda tiene mucho gancho en épocas de regalos como esta. Una editorial pequeña e independiente puede tener un catálogo maravilloso, pero lo tiene muy complicado para darse a conocer con este panorama. Es, además, muy difícil triunfar en un mercado abarrotado de títulos, donde la rotación de novedades en las mesas es cada vez más rápida (yo puedo cambiar los títulos expuestos en ellas una media de dos o tres veces a la semana). Para el gran público es complicado salir de “lo más vendido” y ahí es donde los libreros tratamos de actuar para abrir nuevos caminos al lector.
Una de mis compañeras suele hablar de “nuestros pequeños actos de rebeldía” para referirse a nuestras propuestas personales, a esos títulos que nos han enamorado de pequeñas editoriales que destacamos en la caseta, mesas o en el escaparate y recomendamos fervientemente. Yo había pensado en unos cuantos títulos (aunque siempre pregunto a cada persona por sus gustos, evidentemente) pero una no siempre gana la partida. Querría que todo el mundo apasionado por la Historia leyera Historia de Venecia de Norwich, pero una vez más Sapiens de Harari ha ganado la partida en las ventas del Día del Libro. Me hubiera gustado que muchas madres disfrutaran de A la intemperie de Rosamond Lehmann y de los libros de Barbara Pym, pero Las hijas del capitán de María Dueñas no paraba de venderse. Hubiera deseado que muchas mujeres descubrieran ese increíble clásico del feminismo que es El nudo materno de Jane Lazarre, pero Leticia Dolera es imbatible. Y fue increíble comprobar al día siguiente que Patria seguía estando en el número dos del top de ventas del día.
Por supuesto, no hay nada de malo en leer y en disfrutar de los más vendidos. De la misma manera, muchísimos clientes habituales se fueron con “uno de los nuestros” bajo el brazo. Pero cada vez nos preguntamos más a menudo cómo llegar al lector eventual. A veces hasta nos llegamos a plantear si es posible que haya muchos más compradores de libros pero cada vez menos lectores.
Pero a los días una chica vuelve para agradecerte que le recomendáramos Desoriental de Djavadi, un cliente habitual regresa para encargar el segundo libro del ratón cartero de Marianne Dubuc porque el primero fue todo un éxito con su pequeño. Y entonces piensas que sí, que valió la pena. Y que tal vez debamos seguir batallando con esos “pequeños actos de rebeldía”.
Claro que valió la pena, por esa labor en el trato en persona y por la que hacéis a distancia. Igual no sois conscientes, personas como tú, de la magnitud de lo que conseguíis por las redes. Entiendo que, lo logrado en persona satisface más, nunca se va a poder comparar la presencia de una reacción del cliente en persona con una reacción por la red, lo humano siempre llega más. Pero debes saber que la misma felicidad que consigues en tus clientes «físicos» también se da en los que somos clientes «virtuales».
Para mi eres una de mis dos libreras, una la tengo en mi ciudad, otra en algún lugar del mapa. Y en ambas confio por igual, por ambas me dejo influir, y por ambas me dejo un dineral. A ti no te pido recomendaciones, porque, por un lado, no es bueno llevarse el trabajo (aunque guste) a casa y hay que dejar a los trabajadores sin agobios en sus ratos libres, y, segundo, porque ya bastante me arruino con tus recomendaciones voluntarias como para pedir yo otras tantas.
En definitiva, mi mensaje era para recalcar una de tus frases finales, si valió la pena. Gracias por existir y por hacernos mejores personas.
Un abrazo.